sábado, agosto 25, 2007

La mata de mango piña de la calle 5 de julio

La miseria es una enfermedad que si
no se cura a los treinta, se hace crónica

Pitigrilli (Dino Segre) (1893-1975)
Escritor italiano.
Una de las cosas más importantes que deberían preservar las autoridades locales es el patrimonio histórico. Entendemos que el desarrollo, el crecimiento y la modernización exigen un equilibrio armónico entre lo viejo, lo nuevo y lo moderno. En todas las ciudades del mundo se conserva, restaura y se rehabilita el casco histórico y sitios emblemáticos como una preciosa joya para que los propios y extraños sepan de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Es la conservación de la memoria y el patrimonio histórico, pues.

El alcalde, desde que tomó las riendas del poder local, arbitrariamente, sin consultar a nadie, atendiendo a su real saber, entender y caprichos, ha tomado decisiones que afectan seriamente el patrimonio histórico de la ciudad. Tres muestras: La demolición de la bomba Primavera, pintar el Liceo Briceño Méndez que es una obra limpia y gastar una dineral echándole pintura a los silos de AGUANCA con el argumento pueril de poseer la bandera más grande del mundo, desvaneciendo la originalidad de su estructura. Ok. guapo, apoyado y con unos sicarios mediáticos, que por dinero ridiculizan, a quien o quienes osen criticar estos crímenes al patrimonio de la ciudad. Por dinero baila el perro.

No somos caídos de la mata en la materia de la conservación y preservación del patrimonio histórico y cultural. Hay quienes se venden como unos eruditos en la materia y los respetamos, otros que no son de aquí, que no les interesa nuestra historia y solo buscan sacar provecho económico azuzando diatribas y justifican las arbitrariedades del alcalde por interés económicos y nosotros humildes hijos de fundadores de este pueblo e identificados con la identidad originaria de la ciudad que vemos con estupor como se destruye el patrimonio histórico y los llamados a llamar la atención, callan de manera cómplice por temor a represalias y perder privilegios.

El odio, el encono y la ojeriza que tiene el alcalde contra este humilde escribidor de cuartillas, lo lleva ahora a cobrar la afrenta de no hacerle coro sus tarifados mercenarios del micrófono que desde la orbita oficial, le rinden culto a su personalidad y le entonan el coro musical que su megalomanía quiere escuchar a diario. ¡Hay que cotar la mata de mango que está frente a la casa de la mamá de Cheo Salazar! Esa es la solución que encontró el gerente político para solucionar los problemas del barrio y la manera de cobrar mi disidencia, y oposición al gobierno más corrupto de la historia local. Échele ganas. No nos amputa un miembro, pero si le lleva parte de la historia al barrio y un pedazo del corazón de mi viejecita que ve la mata de mango como un bello recuerdo de quienes fundaron el barrio Pueblo Ajuro.

José María Lira Reyes y Anastelia Salazar desde que fijaron residencia, como fundadores de Pueblo Ajuro, hace más de 60 años sembraron 4 matas en fila en todo el centro de la calle 5 de julio, quizá soñando con que algún día ese proyecto de calle se convertiría en avenida. Reconocemos que no fue así, pero las matas pasaron a formar parte de la identidad del sector. La mata Matapalos y la de Caoba cayeron por efectos del tiempo, la mata de Almendrón la derribó con el vehículo “Manoto” Marcano, cuando estaba enamorado de la vecina de la casa Luisa Barreto y cuando se echaba los tragos, pasaba volando por la calle que era un arenal, se coleaba y embestía el árbol, hoy sólo queda la mata de mango piña y los vecinos, amigos de muchas generaciones y la actual chiquillería, no solo le comen la deliciosa cosecha permanente, sino también la ven como un icono, una reliquia y siente que ella les pertenece. Es parte de la identidad del barrio innegablemente.

¿A quién estorba? ¿A quién perjudica? A nadie de la calle. Sólo a perjudica a mi mamá, porque los niños cuando salen de la escuela La Florida, para tumbar los mangos le caen a piedras, palos y destruyen las tejas del frente de la humilde vivienda que nos vio nacer y donde todavía habita mi mamá ¿Por qué no le hemos tumbado? Muy sencillo, ella algunas veces molesta, nos dice para cortarla, sobre todo cuando rompen las tejas y las piedras caen en el techo, pero cuando se va a proceder, se pone nostálgica, detiene la acción porque siente que se la va una parte de la vida. Ahora llegó este alcalde y sin medir sentimientos, sin sensibilidad y sin recato por la conservación del patrimonio histórico e identidad del barrio amenazando con cortarla. ¿Golpeando los sentimientos de mi viejita es la forma de cobrar mi oposición a su gobierno? Escogieron un camino bien estúpido y criminal. Consulten a la gente del sector y verán que no solo me golpean a mi, mi familia, mi vieja, sino a todos los vecinos del sector que han aprendido a vivir, convivir e identificarse con la mata de mango piña en el centro de la calle 5 de julio de Pueblo Ajuro.
A ese extremo de miseria humana hemos llegado. Un tipo que qua a los treinta años padezca de esa enfermedad del alma, tiene que buscar cura a tiempo porque de lo contrario, se le hace crónica y una vez que pierda el poder, los odios, resentimientos y frustraciones lo llevaran a morir por consunción, seco en su veneno. Aprendan a vivir con la disidencia y vayan acostumbrándose a la oposición. El poder no es eterno, es más efímero de lo que mucho engreído piensa.



sábado, agosto 18, 2007

Personajes de mi pueblo: Espinet

Cuando la vida te presente razones para llorar,
demuéstrale que tienes mil y una razones para reír

Anónimo.


Uno de los sectores más populares de El Tigre, es indiscutiblemente la urbanización 23 de enero, conocida por propios y extraños como La Charneca. Debe su nombre en principio al hecho bien conocido que su fundación fue como consecuencia de la reinstauración de la democracia el 23 de enero de 1958, a la caída del último dictador General Marcos Evangelista Pérez Jiménez y su segunda identificación a que en esa misma fecha surgió en Caracas una urbanización muy célebre con ese nombre. Eran tiempos de euforia por el retorno de la libertad a la patria de Bolívar y la gente ocupaba espacios que el oprobioso régimen les tenía prohibido a punta de terrorismo.

Muchos son los fundadores o primeros habitantes de este populoso sector, pero innegablemente, que entre ellos estuvo el negro Juan José Espinet, quien al lado de su mamá, la señora Mercedes Espinet, construyeron la primera vivienda y luego muy cerca otros vecinos como Juanita Cedeño, Julio Aguilera, Luís “Bachiller” González y Petra de Lozada, hicieron lo propio y se desató la invasión. La Charneca es uno de los pocos sectores de El Tigre que posee uno de los mejores trazados en sus calles y eso obedece al hecho de que, aún cuando la incursión fue masiva e intespectiva, no es menos cierto que, las autoridades municipales del momento en forma concertada con los vecinos lograron darle organicidad al urbanismo del nuevo sector. El Presidente Municipal Perito Agropecuario Jesús Echeverría con su equipo de agrimensores iba trazando y entregando un papelito como constancia de posesión a los nuevos vecinos. Todo en sana paz

Juan José Espinet nació el 5 de diciembre de 1942, en la población de Guiria, estado Sucre, es hijo natural de la unión de la señora Mercedes Espinet y Chon Acosta. Una vez separados, ella emigró hasta El Tigre buscando mejores condiciones de vida y fijó residencia en la calle Anzoátegui. En ese tiempo conoció, se enamoró y unió sentimentalmente con don Ricardo Botini quien es el padre de adoptivo de Juan José y de un hermano mayor, el cual lamentablemente murió jovencito. Una cortada con una lámina de zinc le provocó un Tétano - en esa época no existía la vacuna antitetánica - y a pesar de la excelente atención que le prestó el Dr. Pedro Elías Rebolledo Guzmán, en el Puesto de Socorro, que funcionaba donde hoy es la sede de la Cruz Roja, no pudo salvarle la vida.

En 1949, en el pequeño poblado que era El Tigre, las escuelas escaseaban y a Juan José Espinet, lo inscribieron en un kinder privado que funcionaba muy cerca de la pila de agua del sector Lisboa. No habían construido el Colegio Divino Maestro, en ese sitio había una campito petrolero y la escuelita estaba ubicada dónde hoy se conoce como la prolongación de la calle Nueva Esparta y en la cual pagaban Bs. 0,50 semanal. Alcanzó el 3er grado, no continuó los estudios y desde muy niño tuvo que salir a ganarse el sustento diario. Limpiabotas, en la zona del Luchador, vendedor de arepas, bollos, pastelitos en los alrededores de los cines Ayacucho y Bolívar. También trabajo como ayudante de un árabe que venía a vender mercancía seca por las calles y le pagaba 2 bolívares diarios por cargarle la maleta, no soportó la explotación y abandonó, para luego incorporarse con el señor Felipe Zarrelli que alquilaba un espacio en la bomba Levante de Pedro Manuel Brito, donde tenía instalado un taller de latonería y pintura, obtuvo el chance como ayudante, con la firme intención de aprender el oficio. El que quiere puede.

En el poco tiempo que tuvo laborando con el señor Felipe Zarrelli, el cual luego instaló en la avenida Peñalver, en un local propio su actual “Taller Acrílico Ital-ven, C.A,” apenas aprendió a lijar, no se amilanó, trabajó un breve tiempo con Electrolux como ayudante del taller de reparaciones y regresó con su amigo y compadre al taller de latonería y pintura Ital-Ven, luego fue a trabajar con Mario Cantalini, después a un taller del popular viejo Luís Mota. En ese intenso ir y venir logró, gracias a su empeño y perseverancia, cultivarse y ser reconocido como latonero y pintor, pero sentía que algo le faltaba, y fue en el taller de don José Mombrun, que lo obtuvo. Aprender la preparación de la pintura para cualquier color de vehículos. Una vez alcanzado esa especialización, abrió su propio taller en la calle 18 de octubre de la Charneca, muy cerca de la vivienda de su actual residencia, a la cual llegó de la mano de su madre y padre adoptivo desde su última residencia en la calle Negro Primero en el Casco Viejo.

En el año 1986, Juan José Espinet, fue contratado por el Ing. Jesús González López, director del Instituto Universitario de Tecnología El Tigre, hoy Instituto Universitario de Tecnología José Antonio Anzoátegui, para que trabajara en los talleres en la reparación de la latonería y pintura de la flota de vehículos de la institución. El trabajo fue tan efectivo, eficiente y satisfactorio que fue empleado fijo para esas labores, hasta que, por los efectos devastadores de una diabetes, perdió casi por completo la visión y como se resiste a la inhabilitación y le falta muy poco para la jubilación, está prestando servicios en el área de jardinería. Los nietos dicen que no está ciego, sólo que se le quemó la luz alta, pero que todavía conserva la baja. El escucha la chanza y ríe con agrado, a pesar de la situación adversa, que le toca vivir con esa terrible enfermedad.

En el año 1963, llegó de Caripe del Guacharo la joven Santina del Jesús Henríquez Díaz, que venía acompañando a su padre que buscaba trabajo y fijaron residencia muy cerca de la vivienda de Juan José Espinet. Lanzó el anzuelo y pescó. Se “salieron”, fueron 3 veces a contraer matrimonio civil y las autoridades no lo permitían porque la novia era menor de edad. Una vez que cumplió la edad reglamentaria, formalizaron la relación y constituyeron una estable, unida, humilde, pero honorable y feliz familia, que hoy cuenta con 5 hijos. Maribel Mercedes, Merci Coromoto, Lilia Ofelia, Víctor José y Carolina Verónica, que por ahora, les han dado la felicidad de contar con 7 nietos y ya les anuncian la llegada de los primeros bisnietos. A pesar de la terrible enfermedad que lo aqueja, Juan José Espinet, toma la vida con calma y rodeado del amor cariño y atenciones de su prolija familia dice tener y lo demuestra con creces, mil y una razones para seguirle sonriendo a la vida

Juan José Espinet, recuerda que cuando se fundó la Charneca, se reservó un espacio para la construcción de una iglesia. Llegaron las autoridades y lo utilizaron para la construcción del parque de recreación dirigida, ubicaron otro terreno en el mismo sector y en el construyeron la escuela Rafael Antonio Fernández Padilla, ubicaron otro y fue utilizado para la construcción del modulo de servicio, la idea de la iglesia quedó en el olvido, pero cuentan con 3 instituciones de máxima utilidad pública. ¿Y el nombre de las calles? Todas llevan nombres relacionados con la democracia y líderes de Acción Democrática que eran los que gobernaban y estaban de moda en el momento de la fundación de la Urbanización 23 de enero, mejor conocida como la Charneca.
La vida de los fundadores, todavía habitantes y vecinos del populoso sector de la Charneca, está íntimamente ligada a su evolución histórica y a la historia de El Tigre, desde del 23 de enero de 1958, cuando se fundó y que fue una de las primeras expansiones planificadas del área urbana del pueblo que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933. Nosotros humildes cronistas vocacionales, recogemos estos testimonios para contribuir a la preservación y conservación de la memoria histórica de la ciudad que nos vio nacer.

domingo, agosto 12, 2007

Personajes de mi pueblo: Felipe

Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo
de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!

Joseph Conrad (1857-1924)
Novelista británico de origen polaco.
Hay sitios emblemáticos en El Tigre, que son lugares de referencia obligada de los citadinos. La bodega de Felipe es uno de esos lugares. Ubicada en la 2da. calle c/c 3ra. carrera de Pueblo Nuevo Sur, tiene puntos equidistantes con la sede del edificio municipal y las plazas Bolívar y Martí. Cuando alguien solicita la dirección de alguna familia, un negocio o ubicación de algo en ese populoso sector, todos los conocedores de la ciudad, respondemos a coro: más allá o más acá, adelante o en la parte de atrás muy cerca de la bodega de Felipe. El sitio es como un calvo en un estadio. Todos lo toman como punto de referencia para ubicar a alguna persona o sitio que busque precisar a otro.

Felipe Neri Castillo Rodríguez ¿Castillo? Nació en La Asunción, estado Nueva Esparta el 26 de mayo de 1918, del matrimonio conformado por Adón Rodríguez y Francisca Guillen. El Castillo lo heredó por la terquedad del párroco de esa época en su pueblo natal. El padre Agustín se negó a reconocerlo como hijo legítimo porque sus abuelos no habían contraído nupcias por la iglesia y el padre entonces no era Rodríguez sino Castillo que era el apellido de la abuela. Un rollo que luego se corrigió en el tiempo y adoptó el apellido paterno. Ese cura, recuerda Felipe, solicitó que cuando muriera lo enterraran en la iglesia, le cumplieron su deseo, pero una vez que llegaron otros padres, lo sacaron y llevaron sus restos al camposanto de la ciudad.

Fueron 27 años los que vivió Felipe en La Asunción, los cuales dedicó a trabajar el campo. En esos tiempos no había escuela en el pueblo, no estudió pero se las ingenio, para aprender a leer y escribir por su cuenta. Tampoco había opciones de trabajo y la actividad económica se reducía a la agricultura por lo que los nativos, “salían escabillao” a buscar auxilio económico y muchos llegaron a El Tigre, que había nacido al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933 y cuya actividad era muy febril, abriendo posibilidades de empleos bien remunerados y estables. Muchos familiares de Felipe emigraron a este paraíso soñado, lo entusiasmaron y en el año 1945, llegó a la calle Brisas de Mar donde fijó residencia por un mes en la casa de Francisco Quijada.

Durante ese mes se dedicó a viajar a la zona de Periquito a cortar, seleccionar y transportar madera hasta El Tigre, para la construcción de las casas de bahareque y en uno de esos viajes, el vehículo volcó y cuando despertó estaba en el hospital de San Tomé. Estuvo 4 días hospitalizado, le dieron de alta y trascurrido medio mes, Silverio González, paisano y con gran influencia en Mene Grande, lo reportó y lo enviaron al Periquito. En ese mismo tiempo había llegado al pueblo a la misma calle Brisas del Mar, desde Puerto Santo, estado Sucre, pero a la casa de Viviano Carneiro, la joven Edita Rivas y al padre, la compañía, también mandó trabajar para Periquito, donde conoció a Felipe, se enamoraron, contrajeron nupcias, formaron su familia en la cual procrearon 5 hijos, Argenis, Noris, Gladis, Carmen y Felipe, todos profesionales y honorable padres de familia. “Con esta bodeguita y en esta esquina educamos a nuestros hijos” dicen orgullosos al unísono.

No todo le resultó color de rosa a Felipe. Cuando comenzó a trabajar en Mene Grande, vio con asombró que le hacían un descuento en el sobre por concepto de hospitalización. Resulta que había quedado registrado en los archivos del hospital de San Tomé cuando estuvo hospitalizado los 4 días y la deuda era de Bs. 350,oo que le fueron cobrando fraccionadamente. Luego cuando tenía ya 3 años y medio en la empresa, sufrió un accidente laboral, un compañero de trabajo golpeó con un martillo una cupilla que le dio en un ojo el cual perdió en el acto. Volvió por 3 días y medio al hospital de San Tomé y cuando le dieron de alta lo trasladaron desde Periquito al campo de San Tomé como ayudante de soldadura. Con ese accidente, no podía aceptar ese riguroso y exigente trabajo, renunció, pidió su tiempo y lo liquidaron. Volvió a su tierra natal y por espacio de 2 años se dedicó de nuevo a la agricultura, hasta que decidió, de nuevo, volver a El Tigre para dedicarse al comercio, actividad a la cual y, a pesar de la edad, todavía se dedica.

Iniciándose la década de 1950, instaló una bodega en la avenida 5, muy cerca del Hotel Panamerican, la cual a los 3 años mudó para la 2da. calle sur, hoy conocida como Miguel Otero Silva y muchos vecinos dicen, que no le quitan mérito a ese eximio escritor, pero en justicia, debería llamarse Felipe Rodríguez ya que, en el año 1953 fue su fundador y habitante hasta la fecha y la hora que Dios decida su ida al otro mundo. La bodega “La Auxiliadora” de Felipe, es un rincón histórico de la ciudad y, como dijimos antes, un punto referencial para ubicar una dirección en ese bullicioso sector de Pueblo Nuevo Sur y cuyos primeros vecinos fueron Clara Calzadilla, Remigio Marcano, Andrés Pérez, y Polo Noriega, margariteños, Elpidio Durán, padre uno de los mejores técnico en partes eléctricas de vehículos Aníbal Durán y Ana María Santana quienes también apostaron por el futuro de está pequeña urbe y dejaron prolijas y honorables familias que hoy forman parte y engrandecen el gentilicio Tígrense.

En el año 1958, a la caída de la dictadura del General Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Felipe tenía su bodega abierta normalmente y había un ruidoso acto en la plaza Bolívar. La gente corría a presenciar el regreso de los presos de Guasina, que serían oradores en el lugar. La señora Edita Rivas y una hija mayor de Polo, Norberta se “encambimbaron” y se fueron a la plaza y de repente se presentó la guardia nacional echando plomo. La carrera de ambas fue tan desenfrenada que Norberta “largó” los zapatos y pasaron frente a la bodega marcando la milla y Felipe al verlas pasar, les gritó “Epa, ¿adonde van? esta es la casa” echaron un frenazo, regresaron, la cuestión no pasó de un susto y la vida siguió su curso normal. La curiosidad mató el gato.

Cuenta Felipe que por muchos años mantenía la bodega abierta hasta muy tarde de la noche y la única vez que lo mandaron a cerrar fue porque se quedó con unos amigos hasta las 2 AM, pasó una comisión de la Guardia Nacional y le llamó la atención. En la última década y sobre todo en estos últimos 2 años tiene que cerrar tempranito ya que el hampa anda con el moño suelto y ha sido víctima de muchos robos. El último sablazo fue con el paquete chileno. Le aplicaron el viejo truco y perdió Bs. 800 mil en tarjetas telefónicas. La delincuencia no tiene paz con la miseria, no respeta edad, religión, condición social o preferencias políticas. Es corte parejo y hoy, hay que vivir preso en la casa, mientras los ladrones y facinerosos son dueños de la calle y los espacios públicos.
Don Felipe Rodríguez ha demostrado, con creces, a lo largo de su vida, que el modo de resolver los problemas es enfrentándolos. Hoy enfrenta algunos quebrantos de salud, pero no se rinde y los enfrenta con mucho estoicismo, seguro que los vencerá para continuar por otros años su fructífero paso por esta vida y continuar escribiendo las más bellas páginas del desarrollo y progreso de El Tigre.

domingo, agosto 05, 2007

Personajes de mi pueblo: Florentino

El arte de envejecer es el arte
de conservar alguna esperanza

André Maurois (1885-1967)
Escritor francés.
El juego de los animalitos forma parte de la idiosincrasia de los habitantes de la ciudad de El Tigre. Entre los primeros vendedores de esa popular lotería está, indiscutiblemente, Pablo Florentino Vargas Ordaz, el popular “Florentino” como se le conoce a secas. El 17 de octubre de 1933, en Altagracia, estado Nueva Esparta, en el seno de un hogar muy humilde conformado por Pablo Vargas y Felipa Antonia Ordaz ambos comerciantes, vino al mundo nuestro personaje. Cuando apenas contaba con 7 años, sus padres, buscando nuevos rumbos y mejores condiciones de vida viajaron a esta ciudad y fijaron residencia en la calle Piar en el sector que hoy se conoce como el Casco Histórico. Otra familia margariteña más, para variar.

El viejo trabajó en la petrolera por espacio de dos años y el niño Florentino, asistía a la escuela primaria de la maestra Ligia, que funcionaba en el histórico callejón Berruecos donde cancelaba un bolívar semanal, allí estudió hasta 4to. grado y luego culminó su primaria en la escuela pública “Cova Maza” que funcionaba al lado de la sede del Partido Social Cristiano COPEI. De esa etapa recuerda con cariño al maestro Enrique, que aún cuando no era graduado, sabía muchas matemáticas y le enseño a lo niños de la época, regla de interés, de compañía e interés compuesto y les aconsejaba “Niños, aprendan matemática, porque aún cuando no logren ser profesionales, puedan defenderse en la vida” El que no agarra consejos no llega a viejo.

Florentino, después de culminar la primaria, no tuvo más remedio que trabajar para ganarse la vida. No había muchas opciones y como la situación no era color de rosas, armo una carretilla, la rueda la acondicionó con clavos y madera para que no se atascara en los grandes arenales que adornaban las calles de El Tigre viejo, se colocó un fajín para aligerar las cargas y empezó a vender agua, que tomaba de las pilas de aguas de la calle Rivas y la que existía donde hoy está la panadería Lisboa. Despacho a domicilio. 0,25 una lata y el viaje completo, 4 latas por un bolívar. Los envases eran las que utilizaba la manteca los 3 cochinitos, que recogía, lavaba y limpiaba bien para llevar agua limpia, cristalina y sin contaminación. En esas labores se mantuvo por algún tiempo, hasta que en al año 1945 conoció a varios viajeros que llegaban a la ciudad para vender mercancías, a los cuales ayudaba por un salario de Bs. 2,oo diarios. Eran tiempo del boom petrolero, hallaca a real, la torta de casabe a puya y Pepsicola a medio.

Florentino que vive desde el año 1945 en la avenida 5 número 65, donde construyó en un terreno que le adquirió a la Junta Comunal de entonces, cuenta, que se inició en la venta de animalitos cuando un cura de apellido Mata, empezó a introducir ese juego de lotería con la intención de recabar fondos para la construcción de la iglesia Virgen del Valle, no olvida que cuando ya estaba levantada la casa de Dios, trajeron de España el campanario y que ese padre, era muy hembrero y atacón con las damas y chicas de esa época, el como joven curioso observaba,. Era su percepción y como la percepción no es igual a la realidad de repente estaba equivocado. Uno no sabe. El sorteo lo tiraban en Aragua de Barcelona y todas las tardes le llegaba un telegrama al padre anunciándole la ficha ganadora. Eran tiempos donde la comunicación estaba iniciando su modernización. Al menos ya llegaban los telegramas.

Cuando la Junta de Beneficencia Pública fue creada y legalizada, a los vendedores le pagaban el 10% sobre la venta bruta y además les suministraban las medicinas. Por cada 0,50 que costaba el animalito los apostadores obtenían un premio Bs. 10,oo que para ese momento era un buen “resuelve”. Empero cuenta, que una vez que hizo una clientela fija en los alrededores del Mercado Municipal, Campo Oficina y otros lugares estratégicos, fue reuniendo un fondito propio y entonces vendía, hasta a crédito y cobraba los sábados, los animalitos legales y una dupleta propia que cuando le quedaba la reportaba mejores dividendos. En concreto. Vendía una legal y otra por la casa. El que inventó el cacho le inventó la vuelta.

En Campo Oficina, Florentino tenía tanta familiaridad con los clientes, que desayunaba, almorzaba, cenaba y hasta se duchaba en sus casas. Era un vendedor de prestigio y excelente conducta, eso no obvió, que varias veces, cuando ilegalizaron los animalitos, lo detuvieran. Los policías Arreaza, Ringo y Bladimir, le tenían tirria y siempre lo enchirolaban, pero inmediatamente lo ponían en libertad. Ese forcejeo con los de azul, duro hasta que llegó a la Prefectura del municipio su amigo Emersón Camero que le extendió un salvoconducto para que los agentes no lo molestaran más. Luego vendía sin temor. Guapo y apoyao, pues.

Florentino hombre humilde y honesto a carta cabal, está retirado de toda actividad y hoy vive junto a su único hijo, José Gregorio Vargas, pero recuerda con mucho cariño y aprecio a Francisco “Chico” Moreno que fue por muchos años el administrador de la Junta de Beneficencia Pública y el cual conversaba mucho con los vendedores, igualmente recuerda a otros vendedores de la época como Gustavo Wettel, hijo del popular “Chico” Wettel que vendía la polla y que voceaba en las tribunas del antiguo estadio Alejandro “Patón” Carrasquel hoy, Enzo Hernández, al son de 2x20 – 1x10, a Francisco Marín, Lucas Sucre, María Pino y el popular Robert Reford que apodan cariñosamente “Carite”. Gustavo y Robert, todavía venden todo tipo de lotería uno en el mercado y otro en el bar restaurant “La Peña” Vayan pa’ que los vean.
Estos héroes anónimos, también escribieron en sus labores cotidianas, muchas de las bellas páginas de la historia de nuestro querido municipio el cual nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933. Ellos y muchos otros, que dedicaron su vida a buscar honradamente el pan para el hogar, merecen la atención de las autoridades competentes, porque aún sin decretarlo nadie, forman parte del patrimonio histórico viviente de la ciudad y deberían gozar de algunas prerrogativas que les mejoren su calidad de vida. No olvidéis: hay que dignificar la tercera edad. La esperanza es la última que se pierde.