lunes, mayo 19, 2008

Héroes arrinconados de mi pueblo

El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer,
y a la vez lo reemplaza el héroe del mañana

Washington Irving (1783-1859)
Escritor estadounidense.

En la antigua Grecia les concedían el titulo de héroes a los grandes hombres que por sus acciones eran divinizados. Eran muy rigurosos en la selección de esa élite, difícilmente se equivocaban y mucho menos dejaban cabos sueltos para debates públicos que colocaran en entredicho algún exaltado a esa excelsa categoría. Es tradición también en Venezuela que muchos nombres de personajes destacados en la actividad pública o privada sean escogidos para bautizar obras de infraestructura con la noble intención de ser recordados de por vida. Con ese egregio gesto le reconocen sus meritos y son encumbrados en la historia del país, el estado o la ciudad. Muchos pueden y con muchísimas razones distinguirse como héroes y otros que no califican como tales, les otorgan una mención especial por su trayectoria a favor de la paz, la vida, la creación, la fundación y consolidación de los pueblos, las naciones y el desarrollo integral de la humanidad. Honor a quien honor merece.

Hacemos referencia a estos aspectos ya que los vecinos del Casco Viejo de la ciudad están indignados por lo que consideran un irrespeto por parte del alcalde, al colocar el nombre de un foráneo, cuya trayectoria de apenas un año en la ciudad dejó una estela de dudas con relación a su naturaleza violenta, cultura de la muerte y rectitud como hombre público. Ellos no critican que la máxima autoridad local lo considere “su” héroe, entienden que era su hombre de confianza y eso no tiene problemas. Es su verdad y la respetan. Lo que censuran es la aberración de pretender imponerlo a los vecinos, a muchas de sus víctimas y al municipio como un héroe, irrespetando la memoria de quienes con trabajo, sacrificio, dignidad y conductas ejemplares fueron los fundadores y que bien merecen – sin aristas políticas – llevar el nombre de las obras que se inauguran en el municipio y en especial en el casco histórico de la ciudad. ¿No los conoció? evidente ¿Nunca los oyó nombrar? comprensible. Entonces con humildad, tiene que asesorarse porque el desconocimiento, no justifica semejantes e imperdonables errores y omisiones.

Cómo puede olvidar una autoridad municipal, que dice estar orgulloso de ser tígrense, que ese sector primigenio de la ciudad fueron precursores personajes de la talla moral, ética, creativa, intelectual, humanista y laboral de José Eusebio Colmenares y el comerciante José Rodríguez “Barón” instauradores de la banda municipal, primer saxofonista y bajista de esa agrupación musical local. Ramón Matute el dueño de la bodega “La Cueva” Fucho Gutiérrez destacado minorista, los hermanos justo y Máximo Bolívar pioneros en el ramo de la barbería y Juan Chorizo que no utilizaba la bombita y cuando procedía a mojarle el pelo al cliente para que no notaran la falla le decía “cierre lo ojos que esto pica” y le descargaba un buche de agua en la cabellera – Doña Petra Manzanares propietaria del primer hotel que le sobrevive y lleva su apellido, el trabajador petrolero Félix Lozada, Priscila Toussent que deleitaba a los citadino con sus deliciosos besitos, turrones y paté de coco, el chino Ham Lee, que fue el primer cocinero del sismógrafo, único poseedor en esa época de la formula para la elaboración del pan chino y que heredó su hijo Leopoldo Lee que en la calle Caracas, donde siempre vivió junto a su padre, todavía lo produce artesanalmente y con su venta y fortalece su economía familiar.

Nunca olvidan los actuales habitantes hombres y mujeres de la talla y el nombre de Manuel Gamboa el primer sastre del sector, Salvador La Paz y David Barrancas de las bodegas “La Aragueña y La Chaparreña, Dimas La Rosa que dejo una estela de admirables realizaciones, José María Lira Reyes padre de una prolija familia y quien transportaba la madera y las pencas de moriche para los primeros bahareques incluyendo La Casa del Pueblo, Diógenes Pulgar el popular dentista, María Lugo de Medina, madre del distinguido profesor Juan Medina Lugo y dueña de la Colchonería Lugo en la calle Piar, José Manuel Ceballos el primer registrador, el comerciante Alcibíades Cone, José Quiñones dueño de la primera bicicletería, don Samih Murhib, que vivió cuando llegó al embrionario pueblo en la calle Caracas nº 35, Celenia de Quiñones que instaló la famosa academia comercial Pitman, los comerciantes Cecilio Padrón Sánchez y Enrique Pérez, Jesús Díaz de la famosa Estrella Roja, ubicada en la esquina de la calle Lara c/c Girardot, Pedro Morales de la Bodega “La Mina” que funcionó entre las calles Girardot y Urdaneta, Lucio Martínez pionero en la fabrica de refrescos artesanales, Martín “El Chichero”, el contratista Rafael Jiménez que gracias a Dios todavía vive y tiene su residencia paralela al Registro Civil, David Mota el mejor futbolista que ha salido del pueblo, los hermanos Alí, David y Rafael Atías, Jorge Ramón Betancourt el chatarrero y el primero que prestó el servicio de Aseo Urbano Domiciliario con su carretón en la ciudad, entre otros que por razones de espacio y memoria, quedaran pendientes para otra crónica del recuerdo.

El eximio periodista y destacado cronista Evaristo Marín me comentó en unas de las frecuentes tertulias que entablamos, que lo más recomendable es que si el jefe municipal le tenía tanta admiración al jefe policial asesinado en circunstancia aún no develadas, le hubiesen puesto su nombre al cuartel donde tiene su sede la Policía Municipal y reservar para las obras de utilidad pública, de uso común y dominio colectivo los nombres de los fundadores de la ciudad que fueron los verdaderos héroes y no arrinconarlos por ídolos que pueden resultar con pie de barro. Hay que respetar los héroes de ayer, los que surgirán en el presente y que serán reconocidos mañana cuando estén naciendo los del próximo siglo. Cada uno es su tiempo y lugar.
Obviamente que también era valido que se tomara el nombre del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre “El Abel de las Américas” como lo llamaba el Libertador, que fue muerto el 4 de junio de 1830, precisamente en la tupida selva de Berruecos ubicada en el camino que va de la ciudad de Popayán a Pasto en la hermana República de Colombia, sitio que llevaba el nombre donde se inauguró la cancha y todo hubiese quedado en santa paz. El alcalde no debe olvidar la muy trillada sentencia de que “Errar es de humano y rectificar es de sabio”. Está a tiempo.