“Dios ha puesto el trabajo
por centinela de la virtud”
Homero (s.VIII a.C.)
Poeta griego.
Hijo de margariteño, aunque nazca en Jusepín, sea monaguense e hijo adoptivo de El Tigre come pan artesanal originario de la isla. En el caso de Marcelino Gómez el popular Machelo, perfectamente se da esa premisa y más aún, lo distribuye y vende por toda la zona de Pueblo Nuevo – norte y sur – desde hace 38 años conduciendo su bicicleta de reparto. Clientes viejos, fijos, eventuales, nuevos y hasta turistas le compran el pan margariteño que les llega calientito a las manos, son una delicia para complementar cualquiera de las 3 comidas y hasta resuelven una de ellas con mantequilla, queso, guarapo, jugo, refresco, chocolate, café con leche y hasta a capela. El cayuco mayor José Jiménez lo come hasta con papelón para darle fuerza a la voz cuando canta el galerón.
Hijo de los margariteños Eutoquio López y Valentina Gómez, que llegaron a Jusepín estado Monagas, dónde el padre logró empleo en la industria petrolera, luego lo trasladaron a Anaco, hasta llegar y fijar residencia definitiva en El Tigre, dónde Machelo concluyó sus estudios de primaria en la escuela Rafael Antonio Fernández Padilla de la Charneca que dirigía la Prof. Isbelia de Ruiz. No pudo continuar sus estudios ya que contrajo nupcias con Nélida Salazar y tuvo que salir a ganarse la arepa para la familia que establecía y la opción del momento fue vender pescado fresco en la mañana y el pan margariteño en las tardes. En esas 2 actividades trabajo hasta el 2001, cuando abandonó la primera y se quedó con el pan.
Hasta ahora, Machelo, tiene 5 hijos y 12 nietos, se las ha visto duras, pero le ha sobrevivido a la adversidad, durante sus diarios recorridos por las calles de Pueblo Nuevo, es habitual verlo en su bicicleta de reparto, su gorra, su cajón al frente, una pimpinita de agua y escucharlo vocear, con fuerte e inteligible voz que llegó el pan margariteño calientito y listo para degustarlo. En esa tarea se mantiene desde las 11 AM hasta las 6 PM y durante todo ese tiempo conserva su proverbial entusiasmo, jovialidad y buen humor. Ver molesto a Machelo, es más difícil que llueva pa’ arriba, cuenta el Prof. Neuman Cedeño uno de sus clientes más consecuentes.
La elaboración de ese pan artesanal, la inicio en su casa de la 2da. carrera norte, con un horno de barro, en la década del 50 el margariteño don Pedro Silva y el cual al retirase a sus cuarteles de invierno les entregó el testigo a un hijo y un sobrino que lo mantienen vigente y en plena producción. Ese delicioso pan, lo comenzó vendiendo Machelo en 4 presentaciones: a locha, a medio, a real y el más grande un bolívar. Hoy y, por ahora, sale de un sólo tamaño y su valor es de 8 bolívares la unidad. Los clientes, obviamente se quejan, pero entienden que la culpa no es del vendedor, ni del productor es sencillamente consecuencia de la galopante inflación que azota a Venezuela. Edgar Brito chilla y como no tiene opción, con el dolor de su alma, lo adquiere y lo rebana para que le rinda y poder llevarle un poquito a su cuñado Oswaldo Rivilla para que no se acueste con el estomago vacío.
Marcelino Gómez el respetado, admirado y apreciado Machelo es todo un personaje en la ciudad. En sus largos 38 años transitando las calles de Pueblo Nuevo, nunca ha sido víctima del hampa ¡Dios y la Virgen del Valle lo protejan! y cuenta con una legión no de clientes, más bien de amigos que entienden su situación y muy poco le solicitan crédito, todos cancelan de contado para que él y su familia puedan sobrevivir de la poca ganancia que le genera la venta del pan margariteño el cual a la sazón, proviene de una industria artesanal que se mantiene de los ingresos diarios y tampoco puede darse el lujo de salir a flote con una línea de crédito ni siquiera a corto plazo. Hay que adquirir el pan margariteño que es autóctono y pagar de contado.
Escribimos estás líneas para contribuir a que nuestra frágil memoria histórica, no olvide estos personajes que con su trabajo denodado, constancia, virtuosidad y sobre todo su integridad personal, forman parte de nuestro diario panorama visual citadino y que quizás, de tanto verlos, pasan desapercibidos para muchos, pero que están allí haciendo la historia menuda y productiva de la ciudad.
En la gráfica Marcelino Gómez (Machelo) a la derecha procede a venderle su rico pan a Víctor Domínguez quién es vecino del sector sur y fue a su encuentro en el sector de las 6 esquinas dónde concluía la venta respectiva a la señora Amanda de Martínez.
Hijo de los margariteños Eutoquio López y Valentina Gómez, que llegaron a Jusepín estado Monagas, dónde el padre logró empleo en la industria petrolera, luego lo trasladaron a Anaco, hasta llegar y fijar residencia definitiva en El Tigre, dónde Machelo concluyó sus estudios de primaria en la escuela Rafael Antonio Fernández Padilla de la Charneca que dirigía la Prof. Isbelia de Ruiz. No pudo continuar sus estudios ya que contrajo nupcias con Nélida Salazar y tuvo que salir a ganarse la arepa para la familia que establecía y la opción del momento fue vender pescado fresco en la mañana y el pan margariteño en las tardes. En esas 2 actividades trabajo hasta el 2001, cuando abandonó la primera y se quedó con el pan.
Hasta ahora, Machelo, tiene 5 hijos y 12 nietos, se las ha visto duras, pero le ha sobrevivido a la adversidad, durante sus diarios recorridos por las calles de Pueblo Nuevo, es habitual verlo en su bicicleta de reparto, su gorra, su cajón al frente, una pimpinita de agua y escucharlo vocear, con fuerte e inteligible voz que llegó el pan margariteño calientito y listo para degustarlo. En esa tarea se mantiene desde las 11 AM hasta las 6 PM y durante todo ese tiempo conserva su proverbial entusiasmo, jovialidad y buen humor. Ver molesto a Machelo, es más difícil que llueva pa’ arriba, cuenta el Prof. Neuman Cedeño uno de sus clientes más consecuentes.
La elaboración de ese pan artesanal, la inicio en su casa de la 2da. carrera norte, con un horno de barro, en la década del 50 el margariteño don Pedro Silva y el cual al retirase a sus cuarteles de invierno les entregó el testigo a un hijo y un sobrino que lo mantienen vigente y en plena producción. Ese delicioso pan, lo comenzó vendiendo Machelo en 4 presentaciones: a locha, a medio, a real y el más grande un bolívar. Hoy y, por ahora, sale de un sólo tamaño y su valor es de 8 bolívares la unidad. Los clientes, obviamente se quejan, pero entienden que la culpa no es del vendedor, ni del productor es sencillamente consecuencia de la galopante inflación que azota a Venezuela. Edgar Brito chilla y como no tiene opción, con el dolor de su alma, lo adquiere y lo rebana para que le rinda y poder llevarle un poquito a su cuñado Oswaldo Rivilla para que no se acueste con el estomago vacío.
Marcelino Gómez el respetado, admirado y apreciado Machelo es todo un personaje en la ciudad. En sus largos 38 años transitando las calles de Pueblo Nuevo, nunca ha sido víctima del hampa ¡Dios y la Virgen del Valle lo protejan! y cuenta con una legión no de clientes, más bien de amigos que entienden su situación y muy poco le solicitan crédito, todos cancelan de contado para que él y su familia puedan sobrevivir de la poca ganancia que le genera la venta del pan margariteño el cual a la sazón, proviene de una industria artesanal que se mantiene de los ingresos diarios y tampoco puede darse el lujo de salir a flote con una línea de crédito ni siquiera a corto plazo. Hay que adquirir el pan margariteño que es autóctono y pagar de contado.
Escribimos estás líneas para contribuir a que nuestra frágil memoria histórica, no olvide estos personajes que con su trabajo denodado, constancia, virtuosidad y sobre todo su integridad personal, forman parte de nuestro diario panorama visual citadino y que quizás, de tanto verlos, pasan desapercibidos para muchos, pero que están allí haciendo la historia menuda y productiva de la ciudad.
En la gráfica Marcelino Gómez (Machelo) a la derecha procede a venderle su rico pan a Víctor Domínguez quién es vecino del sector sur y fue a su encuentro en el sector de las 6 esquinas dónde concluía la venta respectiva a la señora Amanda de Martínez.
En la Gráfica: don Antonio Oliveira frente a la panadería y pastelería Chantily. Fue la última de las tantas que fundó.
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