jueves, julio 08, 2010

Hotel, Bar, Restaurante “Las Vías”

La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados
Jean Paúl Richter (1763-1825)
Escritor alemán.

Exactamente, en la esquina de la tercera carrera sur, cruce con la avenida España, dónde funciona una sucursal del Banco de Venezuela, funcionó el Hotel, Bar, Restaurante “Las Vías”. Era un modesto local, propiedad de la señora Blanca de Rangel, madre de los distinguidos amigos, el laureado empresario Luís Harris Rangel y el prematura y lamentablemente fallecido Dr. Freddy Rangel. La distinguida dama, lo alquiló a don Gregorio “Goyo” Gutiérrez, el cual fundó el Hotel, Bar, Restaurante “Las Vías” que en sus inicios, ofrecía desayunos, almuerzo, cena y un modesto hospedaje. Un tiempo después, la firma comercial, la adquirieron unos gallegos, los cuales al marcharse a Santiago de Compostela, le vendieron a los hermanos Martins – Manuel y José – quienes lo mantuvieron 10 años en sociedad. Manuel posteriormente arrendó el Hotel, Bar, Restaurante “Oasis” en la salida a Pariaguán y le vendió las acciones de “Las Vías” a su hermano Leonardo, el cual tenía 12 años en Anaco, laborando en el Hotel, Bar Restaurante “Bowling”, dónde había comenzado cómo ayudante de cocina y había ascendida a Chef exclusivo. Un hombre ya experimentado.

José Martins, luego de un tiempo, decidió incursionar en el ramo de puertas y ventanas de aluminio y estableció la firma comercial “Puertas y Ventanas Hermanos Martins”, en la avenida 6 de la Charneca, la cual todavía está funcionando. Leonardo, asumió el control de “Las Vías” junto su distinguida esposa María Suero, con la cual tiene dos hijas. La odontóloga Mabel y la abogada Marlene, ambas ejercen sus profesiones en Lecherías. Leonardo que como dijimos antes, ya tenía experiencia en el ramo, puesto que al llegar a Venezuela, permaneció 3 años en Caracas y más tarde 12 en Anaco, siempre como ayudante de cocina y chef titular. Los padres de los hermanos Martins, son oriundos de Tenerife – Islas Canarias – Juan Martins y María Plascensia, ambos agricultores, los cuales cuando llegaron a Caracas en el año 48, vieron que en la zona de lo que hoy se conoce cómo Sabana Grande, todavía existían en toda esa amplia extensión de terreno, muchas fincas cuyos dueños se dedicaban a la siembra de caña. Era, por su tranquilidad y características bucólicas, nuestra capital una sucursal del cielo. Juan y Carmen, los otros hermanos Martins, se quedaron en el centro, el primero posee un vivero de flores en San Antonio de los Altos y la señora vive en La Guaira. Una familia prolija que está regada en Venezuela.

Leonardo Martins, que al final se quedó en “Las Vías” y había llegado desde su tierra natal a los 18 años con apenas 6to.grado aprobado, echó para adelante el negocio por espacio de 10 años. En ese tiempo, abrió sus puertas Don Lolo, cuya especialidad era el pollo asado, lo que trajo consigo, una gran competencia. El fuerte de “Las Vías” era precisamente el pollo asado, que habían introducido en el pueblo. Es entonces cuando el señor Rafael Certad, que se desempeñaba como Gerente del Departamento de Repuestos de Isidoro Celma Mir (La Ford) y era un cliente permanente del restaurante, le recomienda a Leonardo, que ensayara con la venta de la Parrilla Argentina – la había visto y degustado en muchas partes de Venezuela en sus constantes viajes de trabajo – éste le echó ganas y tuvo un éxito impensable. El local mantuvo su clientela y creció vertiginosamente la asistencia de comensales atraídos por la nueva especialidad: la exquisita, suculenta, apetitosa y nutritiva Parrilla Argentina. Carne de res, cochino, chinchurria, chorizo, morcilla, riñón y corazón asados, servida en anafres con brasa ardiente para mantenerla hasta el último bocado humeante, todo por Bs. 10, de los de antes, que eran realmente bien sólidos y fuertes. Un regalo por lo barato y especial para una dieta.

El Bar, Restaurante “Las Vías” que ya había cerrado el hospedaje, se dedicó exclusivamente a los servicios de bar y restaurante. En la barra se destacó por espacio de 30 años, Fidel Jiménez. Ventura Velásquez y José Gregorio Palomo, quien se graduó de abogado y ejerce en Caracas, eran los mesoneros. El Flaco José Malavé, todo un espectáculo en su ardiente, abrasador y candente trabajo de parrillero, se llevó los laureles por muchos años, hasta que pidió relevo y fue sustituido por el gordo Julián Tabete. Marcelina Barboza era la chef, ya que también había servicio de cocina, desde dónde ofrecían a la exigente clientela: Cocido Gallego, Paella Valenciana, Callos a la Gallega y toda la gama de especialidades criollas. Un equipo de primera línea que contribuyó, junto a los esposos Martins, con su vocación, dedicación, empeño y disciplina a que este negocio, mantuviera su actividad hasta agosto del 2008, cuando por efectos de la crisis y la inseguridad, tuvo que cerrar sus puertas. La vida nocturna en la ciudad es prácticamente nula y la troja está alta para la gente gastar en la calle.

En el año 1973, el Bar, Restaurante “Las Vías” tuvo una pausa de 2 años. El señor Lilo Mondello que había comprado el local a la señora Blanca Rangel, más un terreno lindante, decidió vender al Banco Latino esas propiedades y la entidad financiera, solicitó la desocupación para construir el moderno local para mudarse desde la esquina de La Plaza Bolívar dónde funcionaba. Luego esa entidad bancaria fue intervenida y la adquirió el Banco Caracas, que a su vez fue comprado y absorbido por el Banco Venezuela, quien actualmente mantiene sus actividades en esa moderna, bella y llamativa sede. Leonardo, quedó en el aire, sin local, pero con la voluntad y las ganas de trabajar vivitas. En ese tiempo el lusitano Antonio Gil, el popular “Armando Trampa”, quien poseía una fabrica de muebles de mimbre, construía un edificio en la avenida España, al lado de la estación de servicio Shell Méndez, la cual regentaron para la época Martín Márquez W y Luigi Prosdocimi, un sitio relativamente cerca de dónde funcionó originaria “Las Vías”. A finales del año 75 el edificio estuvo listo y Leonardo le alquiló la planta baja y revivió desde las cenizas el Bar, Restaurante “Las Vías” el quiere puede y la clientela, que conocía de la calidad del servicio, volvió con la misma lealtad, consecuencia y asiduidad.

Entre esa selecta, leal, consecuente y asidua clientela Leonardo recuerda con especial deferencia personajes como los Profesores José Antonio Arias Reyes, Ángel Antonio Merlín, Frank Acosta, Juan Hernández Bermúdez, Luciano Carreño, Fidias Biscochea Franco, los farmaceutas Dr. Oswaldo González propietario de la extinta Farmacia del Pueblo que funcionó por muchos años en la calle Guevara Rojas y el Dr. Manuel Hernández dueño de la desaparecida Farmacia Bolívar ubicada en la primera carrera, Héctor Cordero Blanco, Intendente del Hospital General de El Tigre, Gustavo Perdomo, Cronista Oficial de la Ciudad, el Cap. Luís Guzmán, el Cnel. José Luís Arriojas, los sindicalistas Francisco Paz, Luís “Buzo” Noriega, Rafael “Gordo” Hernández, Rigoberto “Rigo” Hernández, Luís “Culi” Martínez, el Dr. Rubén Darío Lamar, el Econ. Rubén Salazar, los empresarios Gregorio “Goyo” Gutiérrez, su hijo Diego Gutiérrez, Bernardo Ramón González, Aquiles Lugo, el hombre de la cuba libre, Luís Harris Rangel, Roberto “Rudy” Carrillo, Jorge Pieza, Luís García, quien siempre se ha declarado como un “obrero solvente”, José Miguel Uzcategui, reciente y lamentablemente fallecido en Caracas, Antonio “Toñito” Liccioni, los hermanos Leotaud, el maestro Alberto Itanare y su distinguida esposa y también educadora Isabelita, Juvenal Romero, Armando Morales, Rafaelito Morales, los periodistas Miguel Otero Silva – en la temporada que pasó en la ciudad escribiendo su célebre obra literaria “Oficina 1, Edmundo Barrios, Evaristo Marín, Juan Martínez, Pedro Emilio Rojas Vargas (Pejas) Pedro Marrero Hernández, Ángel Camauta, Alexander Compiani, Alberto Guzmán Lárez, Calazán Guzmán, Luís La Roche, el ecuatoriano Juan Meza Vergara, Julio Barradas, el Dr. Atilio Mazarri, Jesús “Chuito” Almeida, José Francisco Fortique, Rene Birriel, Miguel Antonio Salazar (El Negro), Pedro María Lira (El Chino Lira) y don Ramón Herrera León, quien ejerció la Secretaria General Seccional de AD por muchos años y el cual en los tiempos de la sanguinaria dictadura del Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, en una oportunidad viajaba desde el estado Monagas rumbo a El Tigre. El autobús en el cual andaba se detuvo en El Tejero y un amigo le dijo que la tenebrosa Seguridad Nacional lo buscaba y había muchas alcabalas en la vía. Abandonó el bus y se aventuró a pie. A los 4 días cuando llegó a su casa en la tercera carrera sur, detrás del Hotel Tamanaco, abrió la puerta ¡Sorpresa! los esbirros de la SN lo estaba esperando. Le pasó como al corocorito. Nadó, nadó y nadó para morir en la orilla.

El Bar, Restaurante “Las Vías” fue un sitio de encuentro por excelencia. Allí, convergían, también los bohemios del pueblo. Uno de los más destacados fue José Antonio Silva – el popular Mokinga – llegaba todos los días a la hora de abrir, leía con detenimiento la prensa y como poseía una memoria prodigiosa y tenía la virtud de mantener una conversación amena, respetuosa y seria con los clientes, se acercaba a ellos y cuando estos se percataban, ya estaba debidamente instalado en la mesa, degustando de la exquisita parrilla y el infaltable escosés, siempre a la cuenta del cliente que tenía el gusto de entablar la tertulia con él. No había desperdicio. Mokinga lo enteraba gratuitamente de todas las noticias locales, regionales, nacionales y hasta los chismes pueblerinos. Era poseedor de una gran educación etílica y mantenía al pitcher fresquesito los 9 inning y sí había extrainning, también los mascoteaba con una maestría digna de la mejor causa. Nunca forzó o lesionó a ningún pitcher. Entraba limpio y salía limpio, pero eso sí, bien bebido y mejor comido. Ni Yogui Berra en sus buenos tiempos, manejó con tanta pericia, destreza y habilidad la mascota como Mokinga. Era el cliente indispensable. Dígalo allí, Leonardo.

Estos hoteles, bares, restaurantes, sus fundadores, sus regentes a lo largo de su funcionamiento, después que doña Petra Manzanares fundara, en lo que se conoce ahora como el Casco Viejo, el primero que es el Hotel Manzanares (funciona como una posada), también marcaron y marcan una huella profunda en nuestro devenir histórico y enriquecen nuestras historias urbanas. En el caso del Hotel, Bar, Restaurante “Las Vías”, la dueña del local Blanca de Rangel, el fundador del negocio don Gregorio “Goyo” Gutiérrez, los gallegos que luego lo compraron, que ahora están en Santiago de Compostela y los hermanos Martins, que llegaron de las Islas Canarias y los cuales lo atendieron los últimos 50 años y su innumerable clientela, son gente digna de recordar para que nuestra retentiva que es muy frágil, no los borre de la memoria histórica. Es gente honesta, emprendedora y trabajadora que han contribuido y contribuyen con el desarrollo económico y social de un pueblo que en la década de 1960, estuvo a punto de extinción y se salvó gracias a que estos héroes anónimos, no la abandonaron, confiaron en ella, se quedaron y ayudaron a superar sus dificultades. Es historia reciente

Desde estos humildes destellos, hacemos el pequeño aporte de mencionarlos, con la firme esperanza de que, cuando nuestros eximios escritores, historiadores y cronistas locales, decidan escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad, los incluyan en el disco duro de esa memoria histórica que todos debemos ayudar a conservar. El que no sabe de dónde viene, no sabe dónde está y menos sabe a dónde va. Nunca olvidéis, que la memoria, es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.



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