“Todavía no se han levantado las barreras que digan al genio: de aquí no pasarás”
Ludwig Van Beethoven (1770-1827)
Compositor alemán.
Ludwig Van Beethoven (1770-1827)
Compositor alemán.
Hay personajes que por su carácter afable, cordialidad, bonhomía espíritu alegre y salidas ingeniosas, dejan una huella profunda y recuerdos perecederos en el lugar dónde desarrollan su vida familiar, social y laboral. Es el caso de don Fabián Sebastián González, uno de los tantos margariteños, que llegó al incipiente pueblo de El Tigre en la década de los años 1940, atraído por el boom petrolero que se inició con la perforación del pozo Oficina Uno, el 23 de febrero de 1933. Esa fecha fue escogida por las autoridades para marcar referencialmente la fundación de esta ciudad, que no tuvo partida de nacimiento oficial y no hay un ápice de dudas, germinó al calor de la industria petrolera. Esta urbe, por ende, es hija del petróleo.
Fabián Sebastián González que nació el 20 de enero de 1925, era originario de La Guardia – Estado Nueva Esparta e hijo de una familia de pescadores que formaban el señor Jerónimo Velásquez y doña Anastasia González. La niñez y adolescencia, las dedicó íntegramente a las labores del mar, cuando obtuvo la mayoría de edad, se le avivó el espíritu aventurero el cual tomó fuerza cuando le llegaron mensajes de que, en el incipiente pueblo de El Tigre, tomaba auge la industria petrolera y había oportunidad de trabajo estable y bien remunerado. No lo pensó 2 veces, se despidió de su esposa Olegaria Salazar y su hijo Freddy y vino a probar suerte. Llegó y se hospedó en el Hotel Manzanares, logró empleo en la Mene Grande Oil Company, al poco tiempo, le asignaron vivienda en San Tomé, se trajo a su familia y a los 5 años lo mudaron para Campo oficina. Allí llegó para quedarse hasta que murió el 11 de julio del año 2000. Fabián era un hijo adoptivo del El Tigre.
Una vez estabilizado familiarmente, con trabajo fijo, bien remunerado y estable, era obvio que la familia crecería, no perdió tiempo y con el advenimiento de Luís, Luisa, Iván, Henrry y Miriam completó una distinguida familia que hoy todavía, luego del fallecimiento de doña Olegaria el 24 de agosto de 2001, contribuyen con el crecimiento y desarrollo del pueblo y habitan la misma casa dónde llegaron sus padres hace 52 años en Campo Oficina. Fabián trabajó con la industria petrolera 40 añitos, se jubiló, pero siguió ligado a ella como vigilante del Club de Campo Oficina por espacio de 16 años más. En el año 1996, colgó los guantes. Un hombre honesto a carta cabal, trabajador incansable, excelente padre de familia, amigo de los amigos y de salidas muy ingeniosas y celebradas. Héctor Vásquez, Pedro Emilio (Pejas) Rojas Vargas, Alberto Barrios, Leonidas Rosario, Diego Suárez y Rigoberto Martínez, formaron parte de su más entrañable círculo de amistades y, los que aún viven, pueden dar testimonios de lo que afirmamos. Honor a quien honor merece.
En el Club de Campo Oficina, del cual fue fundador, don Fabián González dejó una huella indeleble y también forma parte de su historia ya que, su vecino y dilecto amigo Rigoberto Martínez fue el primer arrendatario del área de servicio del centro social el cual tenía, como encargado de la administración al señor Samuel González, el popular viejo Grillo y a él como vigilante a partir de las 4 PM. Una vez que entregaba su guardia a las 3 PM en la Industria Petrolera, estaba fijo en el Club hasta que cerraban a las 10 PM. Luego los arrendatarios fueron los señores Antonio García y Alfredo Salazar quienes mantuvieron el equipo intacto. En el año 1981, sale electo Presidente del Club el Ing. Manuel Loero, quien es el encargado de manejar la transición a la nueva sede ubicada en el centro del Campo, al lado del monumento del pozo Oficina uno, dónde nació El Tigre y en el local que por muchos años albergó el primer comisariato. Esas instalaciones fueron demolidas para dar paso a la edificación que hasta hoy son propiedad y sede del Club de Campo Oficina.
En el tiempo del estreno de nuevas instalaciones, Henrry, un hijo de Fabián era el arrendatario del Club, el Ing. Loero, le pide al joven que se quede, este no acepta por la responsabilidad que comportaba administrar un centro social de esas dimensiones. El Presidente del Club y su equipo directivo, hombres de una gran sensibilidad, vocación de servicio y espíritu solidario, toman la decisión de no dejarlos por fuera y nombra a Fabián vigilante oficial y a Henrry como jefe de mantenimiento, ambos dependientes de los ingresos que administraba la directiva del Club. En estos últimos años la situación cambió, ya que ahora, la empresa PDVSA, absolvió el personal, pasó el mantenimiento a administración directa y a Henrry, lo mantienen como vigilante. Todos son personal fijo y gozan, gracias a Dios, de estabilidad. Constancia, perseverancia y responsabilidad son claves del éxito.
Fabián González, fue un amante del deporte. La pasión por el béisbol, lo llevó a relatar anécdotas dignas de la mejor causa. Como buen oriental era Magallanero hasta los tuétanos al extremo, confesaba que los Leones del Caracas, le ofrecieron un bono millonario para que firmara con ellos y no aceptó para no traicionar al Magallanes. Otra: en Margarita, estando muy joven, participaba en un juego que escenificaban en un campo abierto y su equipo, en el último inning, y dos outs, perdía 19 a 0. Le tocó el turno al bate y sobre el primer lanzamiento metió un jonrón y la esférica fue tan lejos que mientras los jardineros corrían detrás de la pelota, le dio 20 vueltas al cuadro y el árbitro principal sabia y justicieramente cantó la victoria a favor de su equipo. Los dejó en el terreno. 20 a 19. No lo cree. Lea este otro relato: en su adolescencia, pescó un tajalí de 38 Mts. Con ese pescado hizo una bicicleta de 58 puestos y el día que la estreno, iba con los pasajeros completos y cuando pasaba por El Espinal, chocó con un burro, la bicicleta se destrozó, pero gracias a Dios, todos salieron ilesos. No diga que no lo creyó. Le vamos contar 3 más y no vale reírse. Son de antología.
En una oportunidad su amigo Alberto Barrios, lo invitó a un sancocho en su fundo ubicado en La Canoa, cuando llegó, estaban montando la olla. Entonces decidió ir un momento nadando por el río, que le da el nombre al pueblo, hasta el Orinoco. Fue de un solo tirón y cuando regresó, le estaban echando la verdura al sancocho. Echó una descansadita, bajaron el hervido – cruzado de pescado, gallina y costilla de res – y se tiró 3 palanganas dizque para recuperar las energías perdidas. No lo creyeron. Lean este: un día salió para Margarita en compañía de su hijo el gordo Freddy que pesaba unos 150 kilos, cada uno llevaba una maleta grande full y bien pesada. Llegaron al terminal del Ferry en Puerto La Cruz y, ¡Sorpresa! El barco había zarpado. Entonces, tomó una decisión y le dijo a su hijo: no vamos a perder el viaje. Montó a Freddy en el lomo, tomó una maleta en cada mano, se fue a pie y llegó a Margarita primero que el ferry. Uno puede inferir que hizo el recorrido por el puente que ofreció Luís Herrera. Lo total es que don Fabián, no las pensaba y esas anécdotas las contaba sin que se le arrugara un músculo de la cara, serio y circunspecto. Genio y figura hasta la sepultura.
En una de las tantas tertulias que se formaban en el área de servicio del club, un grupo de amigos hablaban de las maravillas de los farallones de Chimire. El Econ. Gustavo Solé, para entonces gerente de la agencia del Banco Mercantil en la ciudad, mencionó que, en el área geográfica de esa espectacular, bella, linda y turística falla geológica, ubicada en la mesa de Guanipa, los turistas, visitantes e investigadores, siempre encontraban restos de caracoles, conchas de mariscos y una serie de restos marinos, lo que hacia presumir que en tiempos remotos, estos territorios formaban parte del lecho marino y que el mar se fue retirando hasta su lugar actual dónde fundaron Barcelona y Puerto La Cruz. Intervino Fabián y les dijo con sus proverbiales salidas jocosas, pero muy serio y gran convicción: yo creo que eso es verdad, porque en una oportunidad, estando chamito, mi papá me trajo a esta zona y si mal no recuerdo el ferry nos dejó en San Mateo. Agarren ese trompo en la uña para ver si taratatea. Los dejó con los ojos claros y sin vista.
Este personaje y su distinguida familia, junto a los amigos que mencionamos en este humilde destello, forman parte de los más bellos pasajes de nuestras historias urbanas, las cuales recreamos para recordarlos con alegría y cariño, buscando fortalecer la memoria colectiva de nuestro pueblo y para que nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de nuestra localidad, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!
Fabián Sebastián González que nació el 20 de enero de 1925, era originario de La Guardia – Estado Nueva Esparta e hijo de una familia de pescadores que formaban el señor Jerónimo Velásquez y doña Anastasia González. La niñez y adolescencia, las dedicó íntegramente a las labores del mar, cuando obtuvo la mayoría de edad, se le avivó el espíritu aventurero el cual tomó fuerza cuando le llegaron mensajes de que, en el incipiente pueblo de El Tigre, tomaba auge la industria petrolera y había oportunidad de trabajo estable y bien remunerado. No lo pensó 2 veces, se despidió de su esposa Olegaria Salazar y su hijo Freddy y vino a probar suerte. Llegó y se hospedó en el Hotel Manzanares, logró empleo en la Mene Grande Oil Company, al poco tiempo, le asignaron vivienda en San Tomé, se trajo a su familia y a los 5 años lo mudaron para Campo oficina. Allí llegó para quedarse hasta que murió el 11 de julio del año 2000. Fabián era un hijo adoptivo del El Tigre.
Una vez estabilizado familiarmente, con trabajo fijo, bien remunerado y estable, era obvio que la familia crecería, no perdió tiempo y con el advenimiento de Luís, Luisa, Iván, Henrry y Miriam completó una distinguida familia que hoy todavía, luego del fallecimiento de doña Olegaria el 24 de agosto de 2001, contribuyen con el crecimiento y desarrollo del pueblo y habitan la misma casa dónde llegaron sus padres hace 52 años en Campo Oficina. Fabián trabajó con la industria petrolera 40 añitos, se jubiló, pero siguió ligado a ella como vigilante del Club de Campo Oficina por espacio de 16 años más. En el año 1996, colgó los guantes. Un hombre honesto a carta cabal, trabajador incansable, excelente padre de familia, amigo de los amigos y de salidas muy ingeniosas y celebradas. Héctor Vásquez, Pedro Emilio (Pejas) Rojas Vargas, Alberto Barrios, Leonidas Rosario, Diego Suárez y Rigoberto Martínez, formaron parte de su más entrañable círculo de amistades y, los que aún viven, pueden dar testimonios de lo que afirmamos. Honor a quien honor merece.
En el Club de Campo Oficina, del cual fue fundador, don Fabián González dejó una huella indeleble y también forma parte de su historia ya que, su vecino y dilecto amigo Rigoberto Martínez fue el primer arrendatario del área de servicio del centro social el cual tenía, como encargado de la administración al señor Samuel González, el popular viejo Grillo y a él como vigilante a partir de las 4 PM. Una vez que entregaba su guardia a las 3 PM en la Industria Petrolera, estaba fijo en el Club hasta que cerraban a las 10 PM. Luego los arrendatarios fueron los señores Antonio García y Alfredo Salazar quienes mantuvieron el equipo intacto. En el año 1981, sale electo Presidente del Club el Ing. Manuel Loero, quien es el encargado de manejar la transición a la nueva sede ubicada en el centro del Campo, al lado del monumento del pozo Oficina uno, dónde nació El Tigre y en el local que por muchos años albergó el primer comisariato. Esas instalaciones fueron demolidas para dar paso a la edificación que hasta hoy son propiedad y sede del Club de Campo Oficina.
En el tiempo del estreno de nuevas instalaciones, Henrry, un hijo de Fabián era el arrendatario del Club, el Ing. Loero, le pide al joven que se quede, este no acepta por la responsabilidad que comportaba administrar un centro social de esas dimensiones. El Presidente del Club y su equipo directivo, hombres de una gran sensibilidad, vocación de servicio y espíritu solidario, toman la decisión de no dejarlos por fuera y nombra a Fabián vigilante oficial y a Henrry como jefe de mantenimiento, ambos dependientes de los ingresos que administraba la directiva del Club. En estos últimos años la situación cambió, ya que ahora, la empresa PDVSA, absolvió el personal, pasó el mantenimiento a administración directa y a Henrry, lo mantienen como vigilante. Todos son personal fijo y gozan, gracias a Dios, de estabilidad. Constancia, perseverancia y responsabilidad son claves del éxito.
Fabián González, fue un amante del deporte. La pasión por el béisbol, lo llevó a relatar anécdotas dignas de la mejor causa. Como buen oriental era Magallanero hasta los tuétanos al extremo, confesaba que los Leones del Caracas, le ofrecieron un bono millonario para que firmara con ellos y no aceptó para no traicionar al Magallanes. Otra: en Margarita, estando muy joven, participaba en un juego que escenificaban en un campo abierto y su equipo, en el último inning, y dos outs, perdía 19 a 0. Le tocó el turno al bate y sobre el primer lanzamiento metió un jonrón y la esférica fue tan lejos que mientras los jardineros corrían detrás de la pelota, le dio 20 vueltas al cuadro y el árbitro principal sabia y justicieramente cantó la victoria a favor de su equipo. Los dejó en el terreno. 20 a 19. No lo cree. Lea este otro relato: en su adolescencia, pescó un tajalí de 38 Mts. Con ese pescado hizo una bicicleta de 58 puestos y el día que la estreno, iba con los pasajeros completos y cuando pasaba por El Espinal, chocó con un burro, la bicicleta se destrozó, pero gracias a Dios, todos salieron ilesos. No diga que no lo creyó. Le vamos contar 3 más y no vale reírse. Son de antología.
En una oportunidad su amigo Alberto Barrios, lo invitó a un sancocho en su fundo ubicado en La Canoa, cuando llegó, estaban montando la olla. Entonces decidió ir un momento nadando por el río, que le da el nombre al pueblo, hasta el Orinoco. Fue de un solo tirón y cuando regresó, le estaban echando la verdura al sancocho. Echó una descansadita, bajaron el hervido – cruzado de pescado, gallina y costilla de res – y se tiró 3 palanganas dizque para recuperar las energías perdidas. No lo creyeron. Lean este: un día salió para Margarita en compañía de su hijo el gordo Freddy que pesaba unos 150 kilos, cada uno llevaba una maleta grande full y bien pesada. Llegaron al terminal del Ferry en Puerto La Cruz y, ¡Sorpresa! El barco había zarpado. Entonces, tomó una decisión y le dijo a su hijo: no vamos a perder el viaje. Montó a Freddy en el lomo, tomó una maleta en cada mano, se fue a pie y llegó a Margarita primero que el ferry. Uno puede inferir que hizo el recorrido por el puente que ofreció Luís Herrera. Lo total es que don Fabián, no las pensaba y esas anécdotas las contaba sin que se le arrugara un músculo de la cara, serio y circunspecto. Genio y figura hasta la sepultura.
En una de las tantas tertulias que se formaban en el área de servicio del club, un grupo de amigos hablaban de las maravillas de los farallones de Chimire. El Econ. Gustavo Solé, para entonces gerente de la agencia del Banco Mercantil en la ciudad, mencionó que, en el área geográfica de esa espectacular, bella, linda y turística falla geológica, ubicada en la mesa de Guanipa, los turistas, visitantes e investigadores, siempre encontraban restos de caracoles, conchas de mariscos y una serie de restos marinos, lo que hacia presumir que en tiempos remotos, estos territorios formaban parte del lecho marino y que el mar se fue retirando hasta su lugar actual dónde fundaron Barcelona y Puerto La Cruz. Intervino Fabián y les dijo con sus proverbiales salidas jocosas, pero muy serio y gran convicción: yo creo que eso es verdad, porque en una oportunidad, estando chamito, mi papá me trajo a esta zona y si mal no recuerdo el ferry nos dejó en San Mateo. Agarren ese trompo en la uña para ver si taratatea. Los dejó con los ojos claros y sin vista.
Este personaje y su distinguida familia, junto a los amigos que mencionamos en este humilde destello, forman parte de los más bellos pasajes de nuestras historias urbanas, las cuales recreamos para recordarlos con alegría y cariño, buscando fortalecer la memoria colectiva de nuestro pueblo y para que nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de nuestra localidad, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!
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