“Lo que nunca volverá otra vez,
es lo que hace la vida tan dulce”
Emily Dickinson (1830-1886)
Poetisa estadounidense.
A finales de la década del 60, inauguraron en los alrededores de la plaza España, dónde hoy funciona Repuestos Humberto, C.A que fundó el siempre recordado amigo Humberto Quami (La foto es del lugar) otra venta de vehículos que distribuía la marca Chrysler. Fue la desaparecida Tigre Motors, C.A cuyos propietarios fueron durante los años de su existencia en la ciudad, los hermanos árabes Riad y Nohad Abusaid. Estos empresarios árabes, después emigraron a Ciudad Bolívar, dónde continuaron en las mismas actividades comerciales en el ramo de la venta y servicio de vehículos hasta finales del siglo pasado, cuando por razones de salud vendieron la concesionaria a un consorcio bolivarense, se retiraron y lamentablemente fallecieron. Eran entrañables amigos de don Abdallah Yordi, otro próspero comerciante de esa época en el ramo de electrodomésticos y padre del Dr. Rabih Yordi, uno de los más prestigiosos odontólogos de la ciudad. Esa es otra historia.
En Tigre Motors, C.A a finales de la década del 60, tuve la oportunidad de laborar. Fue mi segundo empleo. Los sábados, después del mediodía, trabajaba en el sellado del 5 y 6 que funcionaba en el bar Bohemia ubicado en la calle Bolívar, paralelo a la iglesia Virgen del Valle y de lunes a sábado en la mañana me desempeñaba como office boy en esa prestigiosa venta de vehículos, dónde devengaba un salario de Bs. 42 semanales. Un realero para un estudiante de secundaria de ese tiempo, dónde nuestro signo monetario de verdad era fuerte y poseía un gran poder adquisitivo.
En esa etapa de la ciudad, estaba de moda el hotel, bar y restaurante “El Recreo” ayer El Trianon y hoy España. En aquel tiempo, no estaban masificadas las modernas cafeteras que hoy forman parte indispensable del equipo de cualquier oficina, era obligatorio ir a comprar los negritos, con lechitos o marroncitos en el expendio más cercano. Me correspondía, entonces, dentro de mis tareas diarias, cada vez que llegaba un cliente y los señores Riad o Nohad lo atendían diligentemente y amablemente lo invitaban a un café, hacer ese mandado a la barra de “El Recreo” con el mayor cuidado y prontitud para que el posible comprador se sintiera a gusto y bien atendido. Era una rutina rígida. Esmero, cordialidad y amabilidad para todos los clientes y relacionados eran características que adornaban la personalidad de estos dos exitosos empresarios.
Mientras trabaje en Tigre Motors, C.A, el gerente de servicios de esa prestigiosa concesionaria de automóviles, fue mi paisano de Pueblo Ajuro, Ismael Mejías por lo que valiéndome de la amistad y familiaridad que nos unía, en mis momentos libres, me acercaba al taller a curiosear, ayudar y tratar de aprender el oficio, cuestión que nunca logre ya que mi pasantía por esa empresa fue por el poco tiempo que duraron mis vacaciones después de aprobar mi primer año y cuando llegaba un cliente tenía que salir apuradito a lavarme las manos llenas de grasa con gasolina e ir a comprar los cafés. Eso molestaba mucho a los dueños. Había que aceptar todos los reclamos, la necesidad tiene cara de hereje y como la troja estaba alta en la casa, no había alternativa. Mi padre José María Lira Reyes había muerto, mi mamá Anastelia Salazar, sólo contaba con la pequeña, pero valiosísima ayuda que con mucho esfuerzo podía proporcionarle mi hermano mayor Edgar Salazar que ya había conformado su hogar y quedamos 4 menores con la vieja. Eran tiempos duros y difíciles que tuvimos que sortear. Dupleta de animalitos, de caballo, el sellado del 5 y 6, los sábados y trabajos eventuales como vender pan y dulces en la zona de Monagas como ayudante del amigo Pedro Torres que trabajaba para la panadería Oasis de El Tigrito, me correspondió hacer en las vacaciones, para buscar aligerar las cargas de nuestro humilde hogar. A buen entendedor pocas palabras.
Don Ismael Mejías, una vez que la empresa Tigre Motors, C.A emigró a Ciudad Bolívar, instaló su propio taller de servicio mecánico en el populoso sector de La Charneca, era especialista en la reparación de cajas hidromáticas a lo que se dedicó y goza de una nutrida clientela que se ha ganado a punta de responsabilidad, seriedad y garantía en los servicios que presta. Hasta el día de hoy y, según me dice, mientras Dios le dé salud, estará al frente de su taller para ganarse la vida horrada y dignamente, como lo ha hecho hasta el momento Su palabra es un documento.
No perdamos la memoria histórica. Esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, a pesar de ser muy joven, tiene un maravilloso y abundante acervo histórico. Además contó con hombres cómo los mencionados en estos “Destellos de la memoria”, que en los momentos más críticos de su economía tuvieron fe y confianza en su potencial y futuro. Ellos en el pasado reciente contribuyeron a construir esta ciudad que, a pesar de la mala calidad de los servicios que ofrece, está en pleno proceso evolutivo y más temprano que tarde será una gran ciudad.
En Tigre Motors, C.A a finales de la década del 60, tuve la oportunidad de laborar. Fue mi segundo empleo. Los sábados, después del mediodía, trabajaba en el sellado del 5 y 6 que funcionaba en el bar Bohemia ubicado en la calle Bolívar, paralelo a la iglesia Virgen del Valle y de lunes a sábado en la mañana me desempeñaba como office boy en esa prestigiosa venta de vehículos, dónde devengaba un salario de Bs. 42 semanales. Un realero para un estudiante de secundaria de ese tiempo, dónde nuestro signo monetario de verdad era fuerte y poseía un gran poder adquisitivo.
En esa etapa de la ciudad, estaba de moda el hotel, bar y restaurante “El Recreo” ayer El Trianon y hoy España. En aquel tiempo, no estaban masificadas las modernas cafeteras que hoy forman parte indispensable del equipo de cualquier oficina, era obligatorio ir a comprar los negritos, con lechitos o marroncitos en el expendio más cercano. Me correspondía, entonces, dentro de mis tareas diarias, cada vez que llegaba un cliente y los señores Riad o Nohad lo atendían diligentemente y amablemente lo invitaban a un café, hacer ese mandado a la barra de “El Recreo” con el mayor cuidado y prontitud para que el posible comprador se sintiera a gusto y bien atendido. Era una rutina rígida. Esmero, cordialidad y amabilidad para todos los clientes y relacionados eran características que adornaban la personalidad de estos dos exitosos empresarios.
Mientras trabaje en Tigre Motors, C.A, el gerente de servicios de esa prestigiosa concesionaria de automóviles, fue mi paisano de Pueblo Ajuro, Ismael Mejías por lo que valiéndome de la amistad y familiaridad que nos unía, en mis momentos libres, me acercaba al taller a curiosear, ayudar y tratar de aprender el oficio, cuestión que nunca logre ya que mi pasantía por esa empresa fue por el poco tiempo que duraron mis vacaciones después de aprobar mi primer año y cuando llegaba un cliente tenía que salir apuradito a lavarme las manos llenas de grasa con gasolina e ir a comprar los cafés. Eso molestaba mucho a los dueños. Había que aceptar todos los reclamos, la necesidad tiene cara de hereje y como la troja estaba alta en la casa, no había alternativa. Mi padre José María Lira Reyes había muerto, mi mamá Anastelia Salazar, sólo contaba con la pequeña, pero valiosísima ayuda que con mucho esfuerzo podía proporcionarle mi hermano mayor Edgar Salazar que ya había conformado su hogar y quedamos 4 menores con la vieja. Eran tiempos duros y difíciles que tuvimos que sortear. Dupleta de animalitos, de caballo, el sellado del 5 y 6, los sábados y trabajos eventuales como vender pan y dulces en la zona de Monagas como ayudante del amigo Pedro Torres que trabajaba para la panadería Oasis de El Tigrito, me correspondió hacer en las vacaciones, para buscar aligerar las cargas de nuestro humilde hogar. A buen entendedor pocas palabras.
Don Ismael Mejías, una vez que la empresa Tigre Motors, C.A emigró a Ciudad Bolívar, instaló su propio taller de servicio mecánico en el populoso sector de La Charneca, era especialista en la reparación de cajas hidromáticas a lo que se dedicó y goza de una nutrida clientela que se ha ganado a punta de responsabilidad, seriedad y garantía en los servicios que presta. Hasta el día de hoy y, según me dice, mientras Dios le dé salud, estará al frente de su taller para ganarse la vida horrada y dignamente, como lo ha hecho hasta el momento Su palabra es un documento.
No perdamos la memoria histórica. Esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, a pesar de ser muy joven, tiene un maravilloso y abundante acervo histórico. Además contó con hombres cómo los mencionados en estos “Destellos de la memoria”, que en los momentos más críticos de su economía tuvieron fe y confianza en su potencial y futuro. Ellos en el pasado reciente contribuyeron a construir esta ciudad que, a pesar de la mala calidad de los servicios que ofrece, está en pleno proceso evolutivo y más temprano que tarde será una gran ciudad.
No fue fácil el proceso de desarrollo, afianzamiento y consolidación de esta nueva metrópoli que se proyecta como capital de lo que será, el estado Guanipa, y que en el presente nos da cobijo y nos brinda la dulzura de sobrevivir en su peligroso e inseguro corazón. Vendrán tiempos mejores. La esperanza es la última que se pierde.
1 comentario:
por favor senor jose mi nombre es Mounir soy hijo de Riad abousaid le pido el favor de comunicarce con migo al email mounirmonroy@hotmail.com me urge quiero saber donde queda la tumba de mi padre yo vivo en usa hace muchos anos y tragicamente despues de tantos anos de buscarlo me entero de esto !!!!!!!!!
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