“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo
de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”
Henri Bordeaux (1780-1963)
Escritor francés.
Hace pocos días, en una reunión política en el sector oeste de la ciudad, uno de los participantes preguntó ¿porqué esta vía posee el nombre de Carretera Negra “la Flint”? muchos se vieron las caras, lo miraron con asombro ya que la interrogante provino de un joven que promediaba los 30 años. Caramba, exclamaron, casi al unísono los más avanzados en edad. ¿No sabes tú que en la esquina dónde acaban de inaugurar el Centro Comercial “Babilonia” funcionó por muchos años y desde su llegada a la ciudad la empresa trasnacional petrolera “Flint Constructión Company? ¿Desconoces que la gente por asociación se acostumbró a llamar esa carretera negra o pica petrolera, que existía desde la entrada a Pariaguan, cruzando hacia el cruce de Vea, dónde funcionó el Night Club el 73 que luego se llamó Alí Baba, hasta el cruce de VEA? Vea usted, “Lo desconocía totalmente respondió el joven que agradeció la aclaratoria”. El que pregunta llega lejos y difícilmente se equivoca.
El anterior relato, revela una vez más, lo frágil de nuestra memoria histórica. La ciudad va creciendo a un ritmo acelerado, muchas empresas desaparecen, se instalan otras, con el desarrollo urbano en permanente evolución, de forma casi imperceptible va modificándose la estructura inmobiliaria y la panorámica de la ciudad. Empero, el paso del tiempo, va dejando su huella indeleble como en el caso de la trasnacional de servicio Petrolero Flint Constructión Company, la cual fue mudada para la entrada norte y allí, también dejó un legado histórico, ya que la cabria que instalaron en los altos de lo que fue su sede, está declarada patrimonio histórico de la ciudad reconociéndolo como símbolo de nuestros orígenes petroleros y salvo que llegue un atorrante, desalmado e ignorante al gobierno local, perdurará para toda vida y continuará siendo punto de referencia para identificar nuestro inicio como pueblo y hasta para alguna dirección, cómo lo era la bomba Primavera que fue víctima de la acción de un troglodita que llegó a la alcaldía por un accidente electoral.
Volviendo a la Carretera Negra La Flint, debemos decir que antes fue una de las llamadas picas de la industria petrolera, y por muchos años fue el border line de los límites de la ciudad. Antes, ese borde fue la calle Nueva Esparta que tiene su punto de partida exactamente en el campo de fútbol “David Mota”, en Pueblo Ajuro y llega hasta la vía en cuestión. Por esa particularidad en su vértice era conocida como Punta de Cuchillo ya que el otro límite lo creaba la avenida cinco, ya que la Charneca no existía. En el sector suroeste de la Carretera Negra de la Flint estaba instalada la zona de tolerancia, conocida como el Mosquero y cuyos negocios más conocidos fueron los night club Mi Balconcito, el 73, que luego se llamó Alí Baba y un poco más hacía la Chicagua el Todo Paris. Mas tarde fueron apareciendo las populares taguaras, dónde destacaban La Calandria, el Paraparo, la Guayanesa, El bar El Tigre, La Cueva del Humo y al final, ya en el cruce con la carretera de Pariaguan el Bar El Faro. También surgió lo que hoy se conoce como las 4 vías, cuyos negocios principales fueron construidos y regentados por don Rodríguez Cuevas y la bomba de gasolina de don Dimas La Rosa. En esa carretera también tenían sus pequeños negocios, el insigne trabajador Manuel Veracierta “El cochinero” que desde muy cerca de dónde funcionó el taller mecánico H.R, de Hugo Rangel, ofrecía sus exquisitas morcillas, frituras y los infaltables chicharrones y también, frente al campo deportivo Los cachorros, el polifacético Juan Ramírez quien al lado de su inseparable esposa Rosita, ofrecía sus suculentas parrillas con ensalada, yuca sancochada, casabe y buen picante criollo. Eran Tiempos de hallaca a realito y Pepsicola a mediecito, de los de antes, que tenían un poderoso poder adquisitivo.
Es de destacar que en las adyacencias de la carretera Negra La Flint, funcionó el primer matadero del pueblo, en lo que hoy conocemos como la entrada del barrio los Sabanales cuyo acceso era por el final de la calle Rivas. Como cosa curiosa, cuando fundaron la escuela Hernández Parés, siempre fue llamada la escuela del matadero, hasta que fue olvidándose que muy cerca funcionó la sala de matanzas y la escuela, gracias a la perseverancia de maestros, alumnos y la comunidad, recobró su propia identidad y hoy todos orgullosamente la llamamos con el nombre que fue bautizada desde el día de su inauguración. En esa prestigiosa casa de estudios, recibieron clases mis hermanos Edgar José y Miguel Antonio Salazar en las aulas que estaban bajo la responsabilidad de la estricta y excelente maestra Luisa Páez quien fue toda una institución del magisterio de la época. Una disquisición: a pesar de la mano de hierro y los castigos severos, ninguno de ellos ni sus compañeros, se traumatizaron.
Esta pequeña crónica de la Carretera Negra La Flint, que acompañamos con una foto desde el sitio dónde funcionó la trasnacional Flint Constructión Company y en el cual ahora, está recién inaugurado el Centro Comercia Babilonia, la hacemos con la sana intención de contribuir con la preservación de nuestra frágil memoria histórica, recrear la de muchos citadinos que conocen perfectamente esta historia reciente de la ciudad y nunca olvidar que somos ese quimérico museo de formas inconstantes.
El anterior relato, revela una vez más, lo frágil de nuestra memoria histórica. La ciudad va creciendo a un ritmo acelerado, muchas empresas desaparecen, se instalan otras, con el desarrollo urbano en permanente evolución, de forma casi imperceptible va modificándose la estructura inmobiliaria y la panorámica de la ciudad. Empero, el paso del tiempo, va dejando su huella indeleble como en el caso de la trasnacional de servicio Petrolero Flint Constructión Company, la cual fue mudada para la entrada norte y allí, también dejó un legado histórico, ya que la cabria que instalaron en los altos de lo que fue su sede, está declarada patrimonio histórico de la ciudad reconociéndolo como símbolo de nuestros orígenes petroleros y salvo que llegue un atorrante, desalmado e ignorante al gobierno local, perdurará para toda vida y continuará siendo punto de referencia para identificar nuestro inicio como pueblo y hasta para alguna dirección, cómo lo era la bomba Primavera que fue víctima de la acción de un troglodita que llegó a la alcaldía por un accidente electoral.
Volviendo a la Carretera Negra La Flint, debemos decir que antes fue una de las llamadas picas de la industria petrolera, y por muchos años fue el border line de los límites de la ciudad. Antes, ese borde fue la calle Nueva Esparta que tiene su punto de partida exactamente en el campo de fútbol “David Mota”, en Pueblo Ajuro y llega hasta la vía en cuestión. Por esa particularidad en su vértice era conocida como Punta de Cuchillo ya que el otro límite lo creaba la avenida cinco, ya que la Charneca no existía. En el sector suroeste de la Carretera Negra de la Flint estaba instalada la zona de tolerancia, conocida como el Mosquero y cuyos negocios más conocidos fueron los night club Mi Balconcito, el 73, que luego se llamó Alí Baba y un poco más hacía la Chicagua el Todo Paris. Mas tarde fueron apareciendo las populares taguaras, dónde destacaban La Calandria, el Paraparo, la Guayanesa, El bar El Tigre, La Cueva del Humo y al final, ya en el cruce con la carretera de Pariaguan el Bar El Faro. También surgió lo que hoy se conoce como las 4 vías, cuyos negocios principales fueron construidos y regentados por don Rodríguez Cuevas y la bomba de gasolina de don Dimas La Rosa. En esa carretera también tenían sus pequeños negocios, el insigne trabajador Manuel Veracierta “El cochinero” que desde muy cerca de dónde funcionó el taller mecánico H.R, de Hugo Rangel, ofrecía sus exquisitas morcillas, frituras y los infaltables chicharrones y también, frente al campo deportivo Los cachorros, el polifacético Juan Ramírez quien al lado de su inseparable esposa Rosita, ofrecía sus suculentas parrillas con ensalada, yuca sancochada, casabe y buen picante criollo. Eran Tiempos de hallaca a realito y Pepsicola a mediecito, de los de antes, que tenían un poderoso poder adquisitivo.
Es de destacar que en las adyacencias de la carretera Negra La Flint, funcionó el primer matadero del pueblo, en lo que hoy conocemos como la entrada del barrio los Sabanales cuyo acceso era por el final de la calle Rivas. Como cosa curiosa, cuando fundaron la escuela Hernández Parés, siempre fue llamada la escuela del matadero, hasta que fue olvidándose que muy cerca funcionó la sala de matanzas y la escuela, gracias a la perseverancia de maestros, alumnos y la comunidad, recobró su propia identidad y hoy todos orgullosamente la llamamos con el nombre que fue bautizada desde el día de su inauguración. En esa prestigiosa casa de estudios, recibieron clases mis hermanos Edgar José y Miguel Antonio Salazar en las aulas que estaban bajo la responsabilidad de la estricta y excelente maestra Luisa Páez quien fue toda una institución del magisterio de la época. Una disquisición: a pesar de la mano de hierro y los castigos severos, ninguno de ellos ni sus compañeros, se traumatizaron.
Esta pequeña crónica de la Carretera Negra La Flint, que acompañamos con una foto desde el sitio dónde funcionó la trasnacional Flint Constructión Company y en el cual ahora, está recién inaugurado el Centro Comercia Babilonia, la hacemos con la sana intención de contribuir con la preservación de nuestra frágil memoria histórica, recrear la de muchos citadinos que conocen perfectamente esta historia reciente de la ciudad y nunca olvidar que somos ese quimérico museo de formas inconstantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario