lunes, octubre 13, 2008

Personajes de mi pueblo: Felipe


Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo
de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!"

Joseph Conrad (1857-1924)
Novelista británico de origen polaco.

Hay sitios emblemáticos en El Tigre, que son lugares de referencia obligada de los citadinos. La bodega de Felipe es uno de esos lugares. Ubicada en la 2da. calle c/c 3ra. carrera de Pueblo Nuevo Sur, tiene puntos equidistantes con la sede del edificio municipal y las plazas Bolívar y Martí. Cuando alguien solicita la dirección de alguna familia, un negocio o ubicación de algo en ese populoso sector, todos los conocedores de la ciudad, respondemos a coro: más allá o más acá, adelante o en la parte de atrás muy cerca de la bodega de Felipe. El sitio es como un calvo en un estadio. Todos lo toman como punto de referencia para ubicar a alguna persona o sitio que busque precisar a otro.

Felipe Neri Castillo Rodríguez ¿Castillo? Nació en La Asunción, estado Nueva Esparta, el 26 de mayo de 1918, del matrimonio conformado por Adón Rodríguez y Francisca Guillen. El Castillo lo heredó por la terquedad del párroco de esa época en su pueblo natal. El padre Agustín se negó a reconocerlo como hijo legítimo porque sus abuelos no habían contraído nupcias por la iglesia y el padre entonces no era Rodríguez sino Castillo, que era el apellido de la abuela. Un rollo que luego se corrigió en el tiempo y adoptó el apellido paterno. Ese cura, recuerda Felipe, solicitó que cuando muriera lo enterraran en la iglesia, le cumplieron su deseo, pero una vez que llegaron otros padres, lo sacaron y llevaron sus restos al camposanto de la ciudad.

Fueron 27 años los que vivió Felipe en La Asunción, los cuales dedicó a trabajar el campo. En esos tiempos no había escuela en el pueblo, no estudió pero se las ingenio para aprender a leer y escribir por su cuenta. Tampoco había opciones de trabajo y la actividad económica se reducía a la agricultura, por lo que los nativos “salían escabillao” a buscar auxilio económico y muchos llegaron a El Tigre, que había nacido al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, cuya actividad era muy febril, abriendo posibilidades de empleos bien remunerados y estables. Muchos familiares de Felipe emigraron a este paraíso soñado, lo entusiasmaron y en el año 1945, llegó a la calle Brisas de Mar donde fijó residencia por un mes en la casa de Francisco Quijada.

Durante ese mes se dedicó a viajar a la zona de Periquito a cortar, seleccionar y transportar madera hasta El Tigre, para la construcción de las casas de bahareque y en uno de esos viajes, el vehículo volcó y cuando despertó estaba en el hospital de San Tomé. Estuvo 4 días hospitalizado, le dieron de alta y trascurrido medio mes, Silverio González, paisano y con gran influencia en Mene Grande, lo reportó y lo enviaron al Periquito. En ese mismo tiempo había llegado al pueblo a la misma calle Brisas del Mar, desde Puerto Santo, estado Sucre, pero a la casa de Viviano Carneiro, la joven Edita Rivas y al padre, la compañía, también mandó trabajar para Periquito, donde conoció a Felipe, se enamoraron, contrajeron nupcias, formaron su familia en la cual procrearon 5 hijos, Argenis, Noris, Gladis, Carmen y Felipe, todos profesionales y honorable padres de familia. “Con esta bodeguita y en esta esquina educamos a nuestros hijos” dicen orgullosos al unísono.

No todo le resultó color de rosa a Felipe. Cuando comenzó a trabajar en Mene Grande, vio con asombró que le hacían un descuento en el sobre, por concepto de hospitalización. Resulta que había quedado registrado en los archivos del hospital de San Tomé cuando estuvo hospitalizado los 4 días y la deuda era de Bs. 350,oo que le fueron cobrando fraccionadamente. Luego cuando tenía ya 3 años y medio en la empresa, sufrió un accidente laboral, un compañero de trabajo golpeó con un martillo una cupilla que le dio en un ojo el cual perdió en el acto. Volvió por 3 días y medio al hospital de San Tomé y cuando le dieron de alta lo trasladaron desde Periquito al campo de San Tomé como ayudante de soldadura. Con ese accidente, no podía aceptar ese riguroso y exigente trabajo, renunció, pidió su tiempo y lo liquidaron. Volvió a su tierra natal y por espacio de 2 años se dedicó de nuevo a la agricultura, hasta que decidió, de nuevo, volver a El Tigre para dedicarse al comercio, actividad a la cual y a pesar de la edad, todavía se dedica.

Iniciándose la década de 1950, instaló una bodega en la avenida 5, muy cerca del Hotel Panamerican, la cual a los 3 años mudó para la 2da. calle sur, hoy conocida como Miguel Otero Silva y muchos vecinos dicen, que no le quitan mérito a ese eximio escritor, pero en justicia, debería llamarse Felipe Rodríguez ya que, en el año 1953 fue su fundador y habitante hasta la fecha y la hora que Dios decida su ida al otro mundo. La bodega “La Auxiliadora” de Felipe, es un rincón histórico de la ciudad y como dijimos antes, un punto referencial para ubicar una dirección en ese bullicioso sector de Pueblo Nuevo Sur, cuyos primeros vecinos fueron Clara Calzadilla, Remigio Marcano, Andrés Pérez, y Polo Noriega, margariteños, Elpidio Durán, padre uno de los mejores técnico en partes eléctricas de vehículos Aníbal Durán y Ana María Santana quienes también apostaron por el futuro de está pequeña urbe y dejaron prolijas y honorables familias que hoy forman parte y engrandecen el gentilicio Tígrense.

En el año 1958, a la caída de la dictadura del General Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Felipe tenía su bodega abierta normalmente y había un ruidoso acto en la plaza Bolívar. La gente corría a presenciar el regreso de los presos de Guasina, que serían oradores en el lugar. La señora Edita Rivas y una hija mayor de Polo, Norberta se “encambimbaron” y se fueron a la plaza y de repente se presentó la guardia nacional echando plomo. La carrera de ambas fue tan desenfrenada que Norberta “largó” los zapatos y pasaron frente a la bodega marcando la milla y Felipe al verlas pasar, les gritó “Epa, ¿adonde van? esta es la casa” echaron un frenazo, regresaron, la cuestión no pasó de un susto y la vida siguió su curso normal. La curiosidad mató el gato.

Cuenta Felipe que por muchos años mantenía la bodega abierta hasta muy tarde de la noche y la única vez que lo mandaron a cerrar fue porque se quedó con unos amigos hasta las 2 AM, pasó una comisión de la Guardia Nacional y le llamó la atención. En la última década y sobre todo en estos últimos 2 años tiene que cerrar tempranito ya que el hampa anda con el moño suelto y ha sido víctima de muchos robos. El último sablazo fue con el paquete chileno. Le aplicaron el viejo truco y perdió Bs. 800 mil en tarjetas telefónicas. La delincuencia no tiene paz con la miseria, no respeta edad, religión, condición social o preferencias políticas. Es corte parejo y hoy, hay que vivir preso en la casa, mientras los ladrones y facinerosos son dueños de la calle y los espacios públicos.
Don Felipe Rodríguez ha demostrado con creces, a lo largo de su vida que el modo de resolver los problemas es enfrentándolos. Hoy enfrenta algunos quebrantos de salud, pero no se rinde y los enfrenta con mucho estoicismo, seguro que los vencerá para continuar por otros años su fructífero paso por esta vida y continuar escribiendo las más bellas páginas del desarrollo y progreso de El Tigre.