sábado, julio 18, 2009

Las concesionarias de vehículos en El Tigre (4)

Lo que nunca volverá otra vez,
es lo que hace la vida tan dulce

Emily Dickinson (1830-1886)
Poetisa estadounidense.

A finales de la década del 60, inauguraron en los alrededores de la plaza España, dónde hoy funciona Repuestos Humberto, C.A que fundó el siempre recordado amigo Humberto Quami (La foto es del lugar) otra venta de vehículos que distribuía la marca Chrysler. Fue la desaparecida Tigre Motors, C.A cuyos propietarios fueron durante los años de su existencia en la ciudad, los hermanos árabes Riad y Nohad Abusaid. Estos empresarios árabes, después emigraron a Ciudad Bolívar, dónde continuaron en las mismas actividades comerciales en el ramo de la venta y servicio de vehículos hasta finales del siglo pasado, cuando por razones de salud vendieron la concesionaria a un consorcio bolivarense, se retiraron y lamentablemente fallecieron. Eran entrañables amigos de don Abdallah Yordi, otro próspero comerciante de esa época en el ramo de electrodomésticos y padre del Dr. Rabih Yordi, uno de los más prestigiosos odontólogos de la ciudad. Esa es otra historia.

En Tigre Motors, C.A a finales de la década del 60, tuve la oportunidad de laborar. Fue mi segundo empleo. Los sábados, después del mediodía, trabajaba en el sellado del 5 y 6 que funcionaba en el bar Bohemia ubicado en la calle Bolívar, paralelo a la iglesia Virgen del Valle y de lunes a sábado en la mañana me desempeñaba como office boy en esa prestigiosa venta de vehículos, dónde devengaba un salario de Bs. 42 semanales. Un realero para un estudiante de secundaria de ese tiempo, dónde nuestro signo monetario de verdad era fuerte y poseía un gran poder adquisitivo.

En esa etapa de la ciudad, estaba de moda el hotel, bar y restaurante “El Recreo” ayer El Trianon y hoy España. En aquel tiempo, no estaban masificadas las modernas cafeteras que hoy forman parte indispensable del equipo de cualquier oficina, era obligatorio ir a comprar los negritos, con lechitos o marroncitos en el expendio más cercano. Me correspondía, entonces, dentro de mis tareas diarias, cada vez que llegaba un cliente y los señores Riad o Nohad lo atendían diligentemente y amablemente lo invitaban a un café, hacer ese mandado a la barra de “El Recreo” con el mayor cuidado y prontitud para que el posible comprador se sintiera a gusto y bien atendido. Era una rutina rígida. Esmero, cordialidad y amabilidad para todos los clientes y relacionados eran características que adornaban la personalidad de estos dos exitosos empresarios.

Mientras trabaje en Tigre Motors, C.A, el gerente de servicios de esa prestigiosa concesionaria de automóviles, fue mi paisano de Pueblo Ajuro, Ismael Mejías por lo que valiéndome de la amistad y familiaridad que nos unía, en mis momentos libres, me acercaba al taller a curiosear, ayudar y tratar de aprender el oficio, cuestión que nunca logre ya que mi pasantía por esa empresa fue por el poco tiempo que duraron mis vacaciones después de aprobar mi primer año y cuando llegaba un cliente tenía que salir apuradito a lavarme las manos llenas de grasa con gasolina e ir a comprar los cafés. Eso molestaba mucho a los dueños. Había que aceptar todos los reclamos, la necesidad tiene cara de hereje y como la troja estaba alta en la casa, no había alternativa. Mi padre José María Lira Reyes había muerto, mi mamá Anastelia Salazar, sólo contaba con la pequeña, pero valiosísima ayuda que con mucho esfuerzo podía proporcionarle mi hermano mayor Edgar Salazar que ya había conformado su hogar y quedamos 4 menores con la vieja. Eran tiempos duros y difíciles que tuvimos que sortear. Dupleta de animalitos, de caballo, el sellado del 5 y 6, los sábados y trabajos eventuales como vender pan y dulces en la zona de Monagas como ayudante del amigo Pedro Torres que trabajaba para la panadería Oasis de El Tigrito, me correspondió hacer en las vacaciones, para buscar aligerar las cargas de nuestro humilde hogar. A buen entendedor pocas palabras.

Don Ismael Mejías, una vez que la empresa Tigre Motors, C.A emigró a Ciudad Bolívar, instaló su propio taller de servicio mecánico en el populoso sector de La Charneca, era especialista en la reparación de cajas hidromáticas a lo que se dedicó y goza de una nutrida clientela que se ha ganado a punta de responsabilidad, seriedad y garantía en los servicios que presta. Hasta el día de hoy y, según me dice, mientras Dios le dé salud, estará al frente de su taller para ganarse la vida horrada y dignamente, como lo ha hecho hasta el momento Su palabra es un documento.

No perdamos la memoria histórica. Esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, a pesar de ser muy joven, tiene un maravilloso y abundante acervo histórico. Además contó con hombres cómo los mencionados en estos “Destellos de la memoria”, que en los momentos más críticos de su economía tuvieron fe y confianza en su potencial y futuro. Ellos en el pasado reciente contribuyeron a construir esta ciudad que, a pesar de la mala calidad de los servicios que ofrece, está en pleno proceso evolutivo y más temprano que tarde será una gran ciudad.
No fue fácil el proceso de desarrollo, afianzamiento y consolidación de esta nueva metrópoli que se proyecta como capital de lo que será, el estado Guanipa, y que en el presente nos da cobijo y nos brinda la dulzura de sobrevivir en su peligroso e inseguro corazón. Vendrán tiempos mejores. La esperanza es la última que se pierde.

martes, julio 14, 2009

La concesionarias de vehículos en El Tigre (3)

Hay dos clase de hombres: quienes
hacen historia y quienes la padecen

Camilo José Cela (1919-2002)
Escritor español, premio Nobel de literatura.

En el año 1954, el inmigrante árabe don Samih Murhib, ubicó en la avenida España c/c primera calle sur, paralelo a la Plaza Bolívar, la tercera concesionaria de vehículos. Ofrecía los automóviles Pontiac y Opel, el jefe de taller en esa época fue su paisano Adel Salomón, luego obtuvo la franquicia de la Chrysler y durante ese tiempo su gerente de servicios fue Pedro Alveláez y del departamento de repuestos don Aníbal Manrique. En su constante evolución Samih Murhib, C.A, también fue representante y distribuidor de los vehículos General Motors, desempeñándose cómo jefe en el área de servicios Cruz Ramírez. Esta prestigiosa empresa logró un gran espacio en la venta de automóviles y su fundador, propietario y gerente conquistó una gran autoridad como hombre de negocios.

Don Samih Murhib estuvo al frente de su empresa hasta el año 1980, cuando se retiró y pasó al descanso del guerrero, le entregó las riendas de la empresa a sus hijos Adel y Samih, quienes la regentaron hasta el 1989 año en el cual cerraron la actividad en el ramo de vehículos, convirtiendo el edificio en un Centro Comercial que conserva, para prestigiarlo el nombre del fundador y, el cual alberga una diversa gama de firmas comerciales dedicadas a diferentes ramas y en especial a las telecomunicaciones, donde destacan Movilnet, Movistar y Digitel que son regentadas por la distinguida señora Dalel (hija de don Samih) y su emprendedor esposo Timmy Adel, la primera y Adel Murhib la segunda, ambas totalmente independientes.

El último gerente de servicios de Samih Murhib, C.A, fue Héctor Hernández y en el área de repuestos don Aníbal Manrique, siempre acompañado por su eterno y diligente asistente el trigueño José Mata. Ambos hacen el papel de dúo dinámico, hoy independizados, una vez que la empresa matriz cesó sus actividades, continúan juntos al frente de Repuestos Manrique, C.A, en la avenida Rotaria, venta de repuestos que también posee una sucursal en la avenida España, en el Edif. “Chicar” del amigo Francisco “Chico” Tovar, la cual es atendida diligentemente por el “junior” Aníbal Manrique quien comparte esas actividades comerciales con su pasión por el fútbol, su programa de Televisión en TV Sur “La Vinotinto” que saca al aire con otro especialista del balompié Harrison López y sus columnas que publica semanalmente en el diario La Antorcha, “El que tenga ojos que lea” y la Vinotinto en Letras. Un joven polifacético en toda la extensión de la palabra.

En su momento estelar, la concesionaria de vehículos Samih Murhib, también prestaba servicio de alineación y balanceo, dónde destacaba la figura laboriosa, acuciosa, atenta y llena de sabiduría de don Pedro Pérez, uno de los más destacados especialista en tren delantero en todo tipo de automóviles y más específicamente en los Dodge Dart que tenían un problema de fábrica en esa parte tan importante para la estabilidad del vehículo y la conservación de los neumáticos. Don Pedro Pérez, un tenaz, perseverante e insigne trabajador, está ahora residenciado en Ciudad Bolívar al lado de su prolija y honorable familia dónde disfruta de un digno y honorable retiro.

Es un lugar común decir que recordar es vivir, por eso estoy seguro que los amigos lectores de estas crónicas volverán a vivir estos memorables tiempos y nosotros sentiremos la satisfacción de haber colocado nuestro granito de arena para que nuestra memoria histórica no se pierda. Es importante saber de dónde venimos, dónde estamos, hacía dónde vamos y también saber quienes fueron los hombres que contribuyeron con su audacia, espíritu de lucha, honestidad y capacidad de trabajo al engrandecimiento, crecimiento y consolidación de nuestra querida ciudad.
Hombres que sin percatarse, hicieron lo mejor de nuestra historia y los cuales serán imposibles olvidar. Es indiscutible que, a pesar de la fragilidad de la memoria de los habitantes de esta joven ciudad, en pleno proceso evolutivo que la proyecta hacía el futuro como una gran metrópoli, la historia buena perdurará en el tiempo. Son huellas imborrables.

sábado, julio 11, 2009

Personajes de mi pueblo

Indudablemente hay más y peores
cosas que las que sabemos y descubrimos

Martín Lutero (1483-1546)
Teólogo alemán que inició la Reforma protestante.

DON BOMBILLO: Creyó que nadie conocía de sus andanzas delincuenciales. Cuando lo denuncie por haberse robado los dineros del radio maratón que realizó con la argucia de que iba a alumbrar los sectores populares de El Tigre en una navidad, algunos cándidos pegaron el grito al cielo. “No puede ser Cheo, es un señor honorable y ejemplar padre de familia” La mayoría me dijo “Al fin alguien denuncio a ese inmoral choro mediático” El tiempo, ese que no perdona, ni espera y todo pone en evidencia, nos dio la razón. Cheques de la corrupción a nombre de su honorable esposa, escándalos de faldas en su misma orbita familiar y, ahora don Bombillo, con la justicia has topado. Fuiste por lana y saliste trasquilado. El paso de los días te ha colocado en el sitio de dónde nunca debiste salir cual rata de albañal: la laguna de oxidación. A la hora de pagar nadie es tramposo.

SABAÑÓN: Miembro de la pandilla de don Bombillo, se especializó en el chantaje, la extorsión y el sablazo mediático. En la cuarta República se desenvolvió como cucaracha en cañería. El que se resistía a sus obscenas exigencias crematísticas, era víctima de su ferocidad y de la baba venenosa de su reptil, vulgar y maléfico ataque verbal. Llegó la quinta república, continúo su mercenario oficio, el cual tuvo su clímax en el gobierno municipal pasado. Era el asesor y áulico preferido. El poder detrás del trono y las tronas. Cayó el infeliz asesorado y el ratón se hundió en la olla putrefacta de su mismo y asqueroso prontuario. En estos días, que anda jalando bolas a los rojo rojitos, pretendió lucirse a costa del dirigente político Alfredo Urbina y este ni corto ni perezoso, en la misma cañería dónde coexiste, le recordó parte de su prontuario y en la noche, hora dónde lo tienen confinado, intentaba aclarar y lo que logró fue embadurnarse más en su propio excremento. ¡Pobre infeliz! pasó a clavo y está llevando más palo que gata ladrona.

EL DULCERO: Gonzalo López, un domingo muy temprano, me aborda en el mercado municipal, nos saludamos y me dice. “Mire hermano Cheo, yo sé que todos esos chascarrillos que me endosas en tu Destellos de la memoria son producto de la invectiva y talante divertido de mi colega profesor Edgar Brito y eso tiene su razón de ser” ¿Cuál me hermano querido? y carcajada de por medio suelta la perla siguiente. “La envidia” ¿Y cómo es eso? y responde en alta e inteligible voz “Lo que pasa es que cuando el fallezca en las notas de condolencia rezarán: ha fallecido cristianamente el entrenador deportivo del liceo Guanipa” y cuando a mi me agarre la pelona, las notas de condolencia rezarán: ha fallecido cristianamente el Profesor del Politécnico Universitario José Antonio Anzoátegui adscrito al Departamento de Formación Complementaria, Gonzalo López, ¡No le llevo nada! y siguió sus compras muy sonreído. A mí que me registren. A buen entendedor pocas palabras.

MOROGAS: Es un sitio de encuentro dónde convergen gran cantidad de amigos a conversar e intercambiar opiniones con relación a todos los temas de actualidad. Aparte del vender las bombonas de gas, su propietario “El morocho” ofrece las populares gélidas, lo que brinda condiciones óptimas al popular “Nenerina” para hacer acto de presencia todos los días y realizar el calentamiento de rigor, mientras le hacen una llamada y poder asistir a un juego estelar en forma. En algunas oportunidades, porque los pitcher están agotados o están en la lista de incapacitados, permanece allí con algún lanzador eventual. Esas oportunidades las aprovecha “El Morocho” para atender con diligencia, mucha cortesía y en la velocidad que imprime para destapar, llevar, anotar las gélidas y ofrecer un permanente pasapalo de morcilla acompañadas con unas hallaquitas que le regalan en la venta de pollo asado que tiene ubicada al lado, las cuentas llegan a sumas escandalosas e insólitas.
Cuenta un amigo que estuvo hace poco y por muy corto tiempo que cuando le sacó la cuenta le dijo muy solemnemente son: Bs. 150F y cómo la desdichada víctima que le había captado su cómplice “Nenerina”, por desgracia degustó un trocito de morcilla, exclamó “Increíble esa morcilla vale oro, mejor cancelo porque si le pregunto, seguro “El morocho” me dice que la morcilla la aderezaron con alguna moleculita de sangre extraída del cadáver de Michel Jackson” Pagó y se marchó. Es verídico, aunque usted no lo crea. Mosca, pues que hay cosas peores de las que sabemos y hemos descubierto. En jugada cantada, no muere pitcher en el Ripley.

viernes, julio 03, 2009

Las concesionarias de vehículos en El Tigre (2)

Haced lo que podáis. Dios hará
lo que no podáis hacer vosotros

San Juan Bosco (1815-1888)
Santo italiano, fundador de la orden de los salesianos.

El italiano don Stefano Massobrio fue el segundo inmigrante que apostó por el futuro de nuestra naciente ciudad e instaló otra concesionaria de vehículos. En el año1952 introdujo la no menos universalmente reputada marca Chevrolet. Esta venta de automóviles inició sus actividades en un edificio de su propiedad ubicado entre las calles Guayana, Brasil y Sucre. (Luego y por muchos años ese edificio fue sede del Banco Venezuela y hoy, unos asiáticos, regentan la Quincallería Abinky II). Esa recién creada firma comercial dedicada a la venta de vehículos, también ofrecía para la época, la afamada marca de pintura mexicana ubicada en Tlalnepantla, Sherwin Williams y las novedosas neveras Frigidaire, made in USA. Era un negocio tres en uno con marcas de calidad.

La empresa concesionaria de vehículos Stefano Massobrio, mantuvo desde su fundación y hasta que fue mudada en el año 1958 para su actual local en la avenida España, la firma personal y gerencia de su dueño fundador. Una vez instalada en sus definitivas instalaciones, su denominación comercial cambió a Stefano Massobrio, C.A, siempre bajo su responsabilidad. Una vez que don Stefano se retiró a sus cuarteles de invierno, lo relevó su hijo del mismo nombre y para no perder la tradición, este próspero empresario que ostentó la presidencia de la Asociación de Ganaderos a nivel nacional y la vice-presidencia de Fedecamaras, aún cuando se mantiene en la actividad ganadera, pasó al retiro en la actividad automotriz, estaciones de servicios, el ramo hotelero y entregó el testigo a Stefano Massobrio III, su hijo, quien ahora, en otros ramos de automotores y maquinarias pesadas, mantiene abiertas las puertas de la empresa primigenia como símbolo de una gran fortaleza empresarial y eficiencia gerencial, que ha logrado soportar todos los ventiscas que han castigado la economía de nuestra ciudad, el país y el mundo. Es una empresa como el buen vino, mientras más pasan los años mejor.

Desde sus inicios y por muchos años Stefano Massobrio, que mantuvo como gerente de su departamento de servicios al señor Ángelo Salerno, funcionó en la parte trasera del edificio, en el local dónde hoy funciona la Cervecería y Restaurante “La Rejita” y que antes fue, la sede del diario Antorcha, que provenía de los altos de la casa Clemenceau donde se había mudado desde los talleres de la Impresora El Tigre dónde inició sus actividades editoriales. Allí funcionó La Antorcha, hasta que un voraz incendio consumió sus instalaciones y por esa lamentable tragedia, emigró a su actual sede de la avenida Francisco de Miranda. Es historia reciente.

El edificio sede de la tradicional empresa Stefano Massobrio, C.A, tiene como símbolo imperecedero, una fuente que tiene en el centro una inmensa esférica de concreto, que sirve como punto de referencia para alguna dirección en el sector noroeste de la ciudad, es conocida popularmente como la “Bola de Massobrio” y ya forma parte del patrimonio histórico de la ciudad. Está a la vista, vayan pa’ que la vean.

Vivimos tiempo dónde los acontecimientos se desarrollan a una velocidad que desborda la capacidad de asombro del común de la gente, lo que atenta contra nuestra memoria histórica. Nosotros conscientes de esa realidad, hacemos este pequeño esfuerzo intelectual-investigativo, para que no olvidemos, que hubo hombres emprendedores que contribuyeron con el desarrollo, crecimiento y consolidación de nuestra ciudad. Honor a quien honor merece.
Esos empresarios que apostaron y tuvieron confianza en el potencial y desarrollo del incipiente pueblo, hicieron lo que pudieron por el fortalecimiento de lo que, es hoy esta pujante ciudad. En lo demás Dios y la Virgen del Valle, sin duda, han iluminado el camino y lo ha hecho por vosotros.