domingo, octubre 31, 2010

El Billar Las 15 Letras

El pasado es un cubo lleno de cenizas
Carl Sandburg (1878-1967)
Poeta e historiador norteamericano.


Hay calles que por su ubicación estratégica son muy transitadas, recorridas y concurridas. Es el caso de la calle Miranda, en la cual la frecuencia de los visitantes y transeúntes se acrecentó, cuando el mercado municipal, fue mudado desde la calle Guevara Rojas, hasta su actual edificación. En medio del trayecto de esa céntrica calle, que une la calle Bolívar con nuestro vetusto mercado, estaba enclavado el popular y muy visitado “Billar las 15 letras” el cual era atendido por el señor Omar José Rojas Vargas, quien solamente ofrecía a la clientela la espumosa bien fría, los juegos de billar, pool y una excelente, atenta y diligente atención. Fue un sencillo parador peatonal que funcionó, en pleno corazón urbano por espacio de unos 58 años y, que el impulso de la modernidad, convirtió en cenizas y borró de nuestro paisaje citadino. El paso del tiempo es implacable.

Ese desaparecido billar y pool tuvo su génesis cuando en el año 1947, llegaron al naciente pueblo de El Tigre, provenientes de Aragua de Barcelona, don Apolinar Rojas y su hijo mayor Omar José Rojas Vargas. El señor venía invitado por un hermano de nombre Otilio González. Este familiar que le sirvió de anfitrión, era para ese momento un modesto comerciante, que estaba ubicado en la calle Miranda. Era una zona que prometía en el futuro un gran auge comercial. El mercado municipal para ese entonces funcionaba en la avenida 5 y ni soñaban, con construir uno nuevo y mucho menos mudarlo para la calle Guevara Rojas, pues así pasó y llegó el mercado a la calle Guevara Rojas. Esa edificación, una vez que fue desocupada, fue vendida por la municipalidad a don Vicente Zamora que instaló un Pilón y, luego le fue expropiada, para dar paso al Mercado Turístico. Esa es otra historia.

Don Apolinar Rojas, en las primeras del cambio, ayudaba a su hermano Otilio González en el negocio y éste para que fuese independizándose, le vendió a precio solidario, un terreno de su propiedad, cuya ubicación era la esquina de la calle Sucre con Miranda. En ese predio rústico para el momento, don Apolinar, primero construyó su casa de familia, dejando espacio para un futuro local comercial en la esquina, el cual edificó para montar la bodega “Las 15 Letras”. En el año 1951, había logrado cierta estabilidad y ya había traído a su esposa María Vargas y la prole. Pedro (El fraterno Pejas) Carlos, Rafael, Raquel, Maritza, Lourdes y Wilfredo, súbita y lamentablemente fallece. La familia tenía que sobrevivir y como la bodega era contigua a la vivienda, por espacio de 7 años, fue atendida por el grupo familiar y en el año 1958, su hijo mayor, Omar José Rojas Vargas, la convirtió en el billar y pool, una vez que compró por Bs. 1.000,oo a Juan Aray una mesa de billar y a Enrique Pérez una de pool por Bs. 1.500,oo montos que para ese momento eran una fortuna. En esa incesante actividad de atender las 15 Letras, se mantuvo por espacio de 40 años y, siempre contó con una consecuente clientela, la cual provenía regularmente, de los transeúntes. En el año 2002, el negocio se hizo inviable, por lo que decidió cerrar su puertas, la propiedad fue vendida por la sucesión familiar y, esas cimentaciones fueron demolidas, dando paso a un moderno edificio de 2 pisos, el cual en su planta baja, alberga las súper tiendas “El Rey de la Moda, C.A” en la esquina y, en la parte trasera, dónde existió la residencia familiar, la “Quanti” Las 15 Letras pasaron a formar parte de las cenizas que llenan el cubo del pasado histórico de la ciudad.

Omar José Rojas Vargas, a la par de atender el Billar las 15 Letras, también se desempeñó como chancero en varias compañías de servicio petrolero y prensista en el diario Antorcha y recuerda una anécdota interesante. En el año 1947, cuando tenía 11 años (Nació el 18-03-1936) don Rómulo Gallegos, que recorría el país en campaña electoral, mientras intervenía en un mitin celebrado en la plazoleta de la Iglesia Virgen del Valle – ese era el sitio de encuentro del pequeño pueblo – hubo una explosión. La gente corrió despavorida, se dispersó y el acto concluyó abruptamente. Todos pensaban que se trataba de un atentado con bomba. Protegieron al candidato, lo llevaron a la casa del señor Rafael García, que vivía frente a la escuela del maestro Risquez, la cual estaba situada exactamente al lado de la familia Rojas. Omar salió, lo vio, lo saludó emocionado y quedó tan impresionado que dice tener la foto en la mente: Un alto e imponente hombre vestido de liquilique blanco, lo describe. La cuestión no pasó a mayores ya que, inmediatamente, se percataron de que a un vecino le había explotado un reverbero de los que se usaban para la época para alumbrar los hogares. Un incidente menor y un feliz encuentro que Omar conserva vivo en sus recuerdos. Tiene memoria gráfica.

Omar está casado con la señora Xiomara de cuya unión han venido al mundo 3 hijos: Antony, Xiomaris y Zorba y por los momentos tienen 1 nieto. En estos momentos está desempleado, cargando sobre sus hombros los rigores de la tercera edad y, con muchas limitaciones económicas. No cobra la pensión de vejez, porque nunca tuvo empleo estable que le permitieran cotizar y Las 15 Letras era un negocio familiar, que no era susceptible por ley de cancelar el Seguro Social Obligatorio. En síntesis, no tiene las cotizaciones de ley y aspira, que ante tantos anuncios del Presidente, el cual dice, repite y asegura que no hay necesidad de tenerlas, para acceder a la pensión, más temprano que tarde pueda superar las trabas burocráticas y logre cobrar esa pequeña cantidad de dinero, que le permita completar para adquirir las medicinas, que necesita comprar con regularidad para el tratamiento de un hijo con problemas de salud. Dios ilumine a los burócratas del socialismo del siglo 21 y se ocupen de su caso. En justicia le corresponde. Ellos tienen la sartén por el mango.

El Billar las 15 letras, que funcionó por más de 50 años en la esquina de la calle Miranda c/c Sucre, forma parte de nuestras historias urbanas y la familia Rojas Vargas que llegó para quedarse en el año 1947, ha contribuido con su trabajo, esfuerzo y dedicación al desarrollo de la ciudad, merece ser estimada y recordada con respeto, afecto y aprecio por las presentes y nuevas generaciones, porque en buena medida han dejado una huella indeleble en nuestro devenir histórico (El fraterno Pedro Emilio “PEJAS” Rojas Vargas es emblemático) Hoy, los recordamos en estos humildes destellos, con la firme aspiración de que, nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, los puedan incluir en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!


lunes, octubre 25, 2010

Los zapateros remendones de la ciudad

Conseguirás la grandeza, cuando no seas arrogante
con el humilde, un humilde con el arrogante
Anthony de Mello (1931-1987)
Escritor y sacerdote jesuita.


En ciudad de México, los organilleros se acercan a los turistas, les deleitan con las melodías de sus cajas musicales y piden la colaboración expresando “Para que no se pierda la tradición” o lo que es lo mismo. Viven de esa actividad y sí, la gente no colabora, desaparecen. En los pueblos de Venezuela, por muchos años, la actividad de los zapateros remendones fue muy profusa. Los árabes, fueron pioneros en el oficio de la reparación de zapatos a domicilio. Eso dio pie a que los conociéramos o los nombráramos e identificáramos como los “zapateros remendones”. Estos personajes, recorrían las polvorientas calles del naciente pueblo, voceando la cantilena: Zapaterooo, Zapaterooo, Zapaterooo. Los clientes los llamaban, les mostraban los daños del calzado y fijaban el precio de mutuo acuerdo. ¡Zas! En un dos por tres, estaba listo y como nuevos los calzados. Una rutina que se popularizó convirtiéndose en tradición y que poco a poco se fue extinguiendo hasta desaparecer. El crecimiento y la modernidad, los atropelló y liquidó.

El crecimiento acelerado de El Tigre, la apertura de muchos locales dedicados exclusivamente a la actividad, fueron sacando de circulación a los “zapateros remendones” y hoy, los que mantienen el oficio, no se movilizan por las calles. Están ubicados en sitios estratégicos, dónde el paso de los transeúntes, es frecuente y permanente. En la ciudad, al decir de ellos mismos, quedan tres. El guayanés Amilcar Rafael Madrid que tiene 15 años en la esquina del antiguo Bowling frente a la Plaza Bolívar, el Trujillano José Santiago Durán Montilla el cual dice tener 35 años trabajando en el área, que está entre el otrora Cine Plaza y la Inspectoría del Trabajo y en la calle Miranda, pegado a la cerca del Mercado Municipal en un kiosco que él mismo acondicionó para tal fin, tiene 17 años, el árabe nativo de Siria, Samir Habib, el popular “Chino”. Los tres “zapateros remendones” informales, de la ciudad, que mantienen viva una parte de la tradición.

Los “zapateros remendones”, prestan un servicio express. La solución es inmediata. Nada se queda para más tarde o mañana. Todos los trabajos que realizan son de calidad, entregados y deben ser cancelados al instante. Los precios son solidarios. La suela entera oscila entre 100 y 120, media suela la mitad, tapitas 20, costura 40, tacón completo 40 y la pintura de los calzados 30. El material de trabajo lo adquieren de dos proveedores que también prestan el servicio en establecimientos formales. Zapatería y Materiales “Habib” ubicado en la avenida Francisco de Miranda en la esquina contigua a la estación de servicio Texaco y “La Clínica del Calzado” en la calle Girardot, frente a la antigua, popular y muy concurrida esquina, que fue por muchos años fue atendida por la afamada “Negra” Dámaso, dónde las espumosas bien frías se conseguían a tres lochas. Esa tradición, también se perdió, por efectos de la salvaje inflación.

Una silla, un bolso donde cargan la horma de hierro, el martillo, la pintura, las tachuelas, las tapitas, las suelas, el hilo, la pega y una botellita con agua, es el arsenal de trabajo de estos hombres que convierten sus sitios de trabajo en talleres móviles. Cuando llega un alcalde atorrante, atrabiliario, arrogante y despreciativo, que los persigue con la policía, amenaza y los conmina a la brava, para que se retiren de sus sitios de trabajo, se van por unos momentos y luego persisten. En esos momentos difíciles, prestan el servicio de manera clandestina y la tradición se mantiene. La resistencia civil, pacífica y silenciosa, los mantiene en sus puestos de trabajo. Estos “zapateros remendones”, con su humilde, pero digna actividad, le solucionan un grave problema a más de uno. El costo de los calzados anda por la estratósfera y unos usados, con una excelente reparación le alargan la vida útil y nos salvan de caer en las horcas caudinas de las ventas de calzados y, que decir de las damas. El caso de las tapitas es una calamidad. En el momento más inesperado ¡crac! se les cae una y, estos “zapateros remendones”, en plena vía, les solucionan el problema rápidamente y las angustias se minimizan y desaparecen. Gente útil a la mano de la gente.

La tradición de los “zapateros remendones”, aunque ahora no son ambulantes, pareciera no desaparecer porque algunos continúan en la calle, ahora en sitios fijos y accesibles a todos los vecinos, transeúntes y visitantes. Estos humildes trabajadores con su constancia, dedicación, empeño, destreza en la reparación de calzados, la útil y añeja actividad, la cual en principio, era exclusiva de los árabes, forman parte de nuestras historias urbanas y, como tradición ya forman parte de nuestro legajo histórico. Nosotros desde estos humildes destellos los recordamos, dignificamos, enaltecemos, exaltamos y colocamos en la palestra pública, con la sana intención de que, las autoridades puedan brindarle colaboración, apoyo, protección y dotación de créditos para la adquisición de material e insumos de trabajo para, como dicen los mexicanos, con sus organilleros, no se pierda la tradición. Los “zapateros remendones” son útiles y necesarios. Más de un arrogante, sifrino y fantoche ha tenido que morir solicitando los servicios de estos humildes trabajadores. La necesidad los obliga.

Albergamos, también la firme esperanza de que, cuando nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, decidan escribir la verdadera y autentica historia del pueblo de El Tigre, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933, los tomen en cuenta y busquen incluirlos en el disco duro de la memoria histórica de la ciudad, para que la desaparecer, como todo indica, se recuerden que existieron y formaron parte de los bellos pasajes de nuestras historias urbanas. ¡Vale la pena! Zapaterooo, zapaterooo, zapaterooo.



lunes, octubre 18, 2010

Los primeros bodegueros de la ciudad

Todo comienzo tiene su encanto
Johann Wolfgang Van Goethe (1749-1832)
Poeta, novelista y dramaturgo alemán


La primera expansión urbana del pueblo de El Tigre, desde el Casco Viejo, fue hacía el extremo sur. Ese crecimiento dio nacimiento a la calle Florida, la cual con el tiempo, se convirtió en el límite entre el Casco Viejo con el nuevo y primer sector, conocido en principio como Barrio Ajuro (ahora Pueblo Ajuro). En aquel tiempo, el progresivo aumento del urbanismo, creaba demandas urgentes de productos alimenticios y de bienes para cubrir las necesidades básicas de la población. Es entonces cuando en el incipiente pueblo, que ya contaba en su lugar primigenio con la Casa del Pueblo de don Rafael García y las bodegas, La Chaparreña de don David Barrancas, Sotillo de Ramón Antonio Sotillo – el primer cariseño que cantó millón en El Tigre – La Florida de Ricardo Bermúdez, la de Julio Navarrete y Margarita Salazar, La Aragueña de Salvador La Paz, La Tacita de Plata del Sr. Alberto Rodríguez, la Mano de Oro, La Casa China, La Pastora de los hermanos Hernández Franco, la de Ramón Meza y Petra Meza, el mayor de víveres de Francisco Lira, que funcionó en la calle Ribas, dónde hoy está la bodega Rivas, Independencia de Carmen Santaella, la de Isidro Meza y Natividad Sotillo de Meza, entre otras, vieron nacer la competencia con la apertura de nuevas bodegas en el nuevo sector, que se formó a partir de la Calle Florida y, cuya punta de lanza era la casa Nueva York. El Tigre empezaba su lento crecimiento urbano.

En ese entonces abren sus puertas, para cubrir la demanda de esta nueva comunidad, en la calle Héctor Villegas la bodega de Antonio “Barón” Rodríguez, frente al primer mercado que funcionó en el pueblo. En la calle Nueva Esparta se ubicó Juan Benito Mejías, en la calle Independencia María Soto, en el callejón Heres las de Ramón Figueredo y la de Vinicio Almeida. En la esquina del bar exclusivo de cerveza Zulia “El Tropezón”, el cual al poco tiempo fue convertido en bodega por el señor Pablo Matute, quien antes ejerció la profesión de barbero y, luego dejó a cargo del negocio a su sobrino Cruz Correa el cual llegó de Santa Clara para ayudarlo. En las esquinas de la calle Nueva Esparta con La Florida, las bodegas de Vicente “Vicentico” González y Rigo Corona con “Mi Ranchito”, más adelante en Pueblo Ajuro adentro, se instalaron Pedro “El Indio” Carias, Vidal Matute, Jesús Reyes, Seferino Barreto, Eugenio “Janajana” López, Pablo “El Catire” Freites, Luís Morales con la bodega “El Diamante, Crisanto Tovar y Martina Salazar con la bodega “La Libertad, Germán “El gordo” Gamboa en la bodega “Luchando por la situación”, Miguel Jiménez que instaló su bodega “Dios da para todos” en el cruce de la carretera Negra La Flint con 5 de Julio, Ramona Mota dueña de la bodega La Mucureña, la bodega “El Almendrón” de doña Carmen de Martínez y el compaíto Miguel Tabata – bodega “La Unión – en la esquina de la calle Falcón c/c calle 5 Julio, la cual fue, por muchos años el sitio de encuentro por excelencia de lo fundadores del sector, porque además allí, Miguel tenía su taguarita, con los osos bien fríos, lindas anfitrionas, mesa de pool y billar, además de la sinfonola, que poseía en su discografía, el mejor repertorio de rancheras de la ciudad. La foto que acompaña está crónica es de Miguel Tabata, el cual a pesar de la edad, todavía ejerce la profesión de bodeguero, al lado de su hijo Gudelio. El que ha sido marinero cuando ve el mar suspira.

En la medida que crecía el barrio, fueron instalándose, Jesús Abreu propietario de la bodega La Preferida en la calle Nueva Esparta c/c 5 de Julio, Jesús Piñero fundador de la bodega El Imán en esquina de la calle Venezuela con 5 de Julio. Isabel Matute que regentó por unos años la bodega El Refugio, en la misma calle 5 de julio c/c calle Nueva Esparta. El Kiosco de Héctor Luís “Zampa bollo” Salazar en lo que hoy se conoce como la Gallera Arraíz y, que por muchos años poseyó el popular negro Ramón Arraíz, el cual falleció hace pocos meses en Valencia y la familia decidió vender las instalaciones a una empresa distribuidora de insumos agrícolas, la cual está procediendo a su demolición y construcción de una moderna edificación, con lo cual desaparecerá físicamente, buena parte de la historia de Pueblo Ajuro y el Barrio La Cruz, conocido inicialmente como Barrio Loco”, nombre que le acuño Juan Rafael “El Negro Bolívar” Hernández. Ese nuevo barrio arranca de la parte trasera del kiosco y la casa de familia de Ramón Arraíz y cuyas viviendas fue la de Miguel Antonio “El negro” Salazar y, más adelante la de Rafael “El Chivo” Salazar. La histórica esquina es el límite entre Pueblo Ajuro y el Barrio La Cruz. El que visitó “El Club Mogollón” del amigo Luís Alexis “El negro” Mogollón, conoce la zona.

El inicio del barrio Pueblo Ajuro tuvo su encanto. Era parte de la sabana abierta. Un peladero de chivo, como se dice coloquialmente, pero zona reservada de las petroleras. No había aceras, cloacas, teléfono, ni tendido eléctrico, calles sin asfaltar y la primera toma de agua – ilegal por cierto – provino de una tubería de aguas blancas propiedad de la Mene Grande Oil Company la cual llegaba primero, al sitio dónde la familia Gámez que había emigrado de Atapirire, construyeron sus viviendas, luego la tubería fue ampliada, por iniciativa de José María Lira Reyes, que consiguió los tubos, los conectores y las llaves de paso para, con la mano de obra de los fundadores del sector, acercarla a la parte trasera de la casa de Ramón Arraíz. Esa fue una solución para los primeros habitantes del barrio, hasta que llegó el acueducto. Esas carencias, penurias y necesidades, fueron sobrellevadas con gran dignidad por los primeros pobladores del barrio, que lograron con sus luchas y, eso fue uno de sus grandes encantos, superarlas todas. Hoy carecen de un modulo policial, la falta de drenajes y la reparación de sus calles y campos deportivos. La lucha continúa. Vendrán tiempos mejores y gobiernos que se ocupen. La esperanza nunca se ha perdido, ni se perderá.

El área geográfica de Pueblo Ajuro quedó reducida al cuadrante que forman por el norte la calle La Florida, por el sur la carretera Negra de la Flint, por el este la calle Brisas del Caris y por el oeste, otra vez, la carretera Negra de la Flint. Esta última vía arranca desde la entrada a Pariaguán, pasa por el borde oeste de La Charneca, el caso viejo, Pueblo Ajuro y, cruza a la izquierda, en la esquina dónde funcionó el Bar Mi Balconcito, ubicado en lo que fue, la zona de tolerancia conocida como “El Mosquero” y llega, después de bordear los sectores populares Villa Hermosa, las 4 vías, Oficina 1, Las Vegas y Las Delicias, hasta el cruce de VEA. Ese segmento de área geográfica es Pueblo Ajuro.

En el sitio dónde hoy, está la entrada suroeste del novísimo automercado Unicasa, se exhibía en un pedestal un antiquísimo vehículo, fragmentado por efectos de un pavoroso accidente vial, con una llamativa inscripción que decía: VEA, con lo cual las autoridades de transito, bajo la dictadura del dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, alertaban a los conductores acerca del peligro de ese cruce, que antes formaba parte de la carretera a Soledad y ahora con el crecimiento de la ciudad, está ubicado en el área urbana. Esa chatarra o pieza de museo, fue la que dio el nombre a ese sector y, el cual fue retirada en el año 1987, por el Presidente Municipal Ing. Mauro Barrios, cumpliendo instrucciones del entonces gobernador del estado Otto Padrón Guevara. Esa masa de hierro retorcida, fue desaparecida. Un error, a mi humilde entender, ya que se perdió una parte de nuestro patrimonio histórico. El que no sabe es como el que no ve.

Las bodegas, también tenían sus encantos. Los chicos de la época, por cada bolívar que gastaban en esos expendio de víveres, los dueños, para atraerlos hasta sus establecimientos y aumentar sus ventas, eran recompensados con un granito, el cual iban depositando en un frasco debidamente identificado con su nombre y cuando completaban 20 granitos, tenían opción a un caramelo, un triquitraque, una galleta o cualquier otro artículo que gustaran, cuyo costo no excediera de medio (0,25 Cms.). Era una competencia leal y, que por supuesto, le hacía más llevadero el mandado a los chicos, que tenía que ir permanentemente, a hacer los mandados. Ahora, en esos negocios, no dan ni las gracias. Lo tomas o lo dejas, así de sencillo.

Estas evocaciones de los inicios de la ciudad, las bodegas, sus propietarios, los sitios aludidos y, las precisiones que hacemos, producto de nuestras rigurosas y muy serias investigaciones, las trasmitimos en estos humildes destellos de la memoria, para dejar testimonio escrito de nuestro bello, maravilloso y rico pasado y que puede ser en el futuro, un material valioso que podría, previa validación de estos hechos, lugares y personajes, por parte de los interesados, ser tomado en cuenta por nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia del pueblo, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933 y, que los puedan incorporar al disco duro de la memoria histórica de la ciudad. ¡Vale la pena!



martes, octubre 12, 2010

Personajes de mi pueblo: Pedro Angulo

“Amar la vida a través del trabajo, es intimar
con el más recóndito secreto de la vida
Khalil Gibran (1833-1931)
Ensayista, novelista y poeta libanés.

Hay quienes aseguran, con sobrada razón, que quien llega a la ciudad de El Tigre, no se quiere ir. Hay un atractivo especial, imposible de describir, el cual invade a los visitantes atrapándoles con un lazo invisible e indescriptible y si comete, la gracia de aventurarse a pernoctar por unas semanas, se le convierten en meses, años y luego para toda la vida. En el caso de Pedro Segundo Angulo Laguna, el cual nació en Maracay, la ciudad jardín de Venezuela, el 17 de julio de 1952, se dio esa premisa. Estudio primaria en Villa de Cura en la escuela Leopoldo Tosta y cuando cursaba la secundaria en el liceo Alberto Smith, se inicio como reportero gráfico en el diario “El Aragueño” cuyos editores le extendieron el contrato de trabajo, cuando viajó a Caracas, para iniciar la carrera de derecho en la Universidad Central de Venezuela. Estudiar, luchar y trabajar, en este caso, para sobrevivir era la orden. La familia, para la época, tenía la troja altísima.

En sus tareas como reportero gráfico, en la corresponsalía del diario “El Aragueño”, conoció a don Antonio Briceño Amparan, que un buen día, lo invitó a realizar un trabajo especial para el diario “Antorcha”, lo hizo y todo salió perfecto. Un tío que vivía en El Tigre, vio el trabajo, lo buscó y lo invitó a esta bella ciudad, la cual nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933. Una vez aquí, le gustó el pueblo y su gente, conoció al periodista Alexis Caroles, que trabajaba para la alcaldía y varios diarios del estado Anzoátegui, quien lo contrató para que lo acompañara como reportero gráfico. Aceptó y se quedó. El tiempo que laboró al lado de Caroles, al cual considera su maestro, le permitió optimarse en el arte de la fotografía y, esa experiencia le facilitó, su ingreso a formar parte del plantel del diario “Antorcha” dónde ha permanecido ininterrumpidamente los últimos 23 años. Un tigrense por ¿Adherencia o naturalización? Hijo adoptivo, pues.

En esas más de 2 décadas, ha echado raíces tan profundas en El Tigre, que ni queriendo podría devolverse. Contrajo nupcias con una tigresa, la señora Belkis Eloisa Sulbarán y sus 2 hijas, Karet Nataly que estudia administración en el Politécnico José Antonio Anzoátegui y Astrid Saraet la cual cursa estudios de Comunicación Social, son hijas de esta ciudad y nunca han pensado en emigrar. Entonces, no hay dudas, es un hijo adoptivo, de esta pequeña urbe que lo atrapó para el resto de su vida. Ahora viaja periódicamente a Maracay, a pasar vacaciones y, cuando tiene algunos días de asueto, al lado de sus familiares y especialmente con su progenitora Estilita Josefina Laguna que perdió a su distinguido esposo Pedro José Angulo el año pasado. Ahora en Maracay y el estado Aragua es forastero. Las vueltas que da la vida.

En sus 23 años en el diario “Antorcha” ha tenido la oportunidad de acompañar como reportero gráfico a los periodistas Alexander Compiani, Pedro Emilio (PEJAS) Rojas Vargas, Luís La Roche Abreu, Alexis Caroles, Henry Tovar, Maura Guzmán, Sol Vargas, Jesús Farias, Sergio Ramírez Osío, Sara Vargas, José Hurtado, Juan Mirabal, Diliver Uzcategui, Julio Sandoval, Yitzi Urbina, Leandra Moreno, Juan Martínez, Ángel Camauta y actualmente hace magnifica llave con Ernesto Adrianza. También, ha tenido la satisfacción de recibir reconocimientos por su ardua y destacada labor, entre los que destacan, los que entrega la Guardia Nacional, varios premios municipales, regionales, los que otorga el Colegio Nacional de Periodistas seccional sur y los internos del propio diario. Una carrera reconocida y laureada. Dios premia la constancia y la dedicación.

En la oportunidad, que Pedro Segundo Angulo Laguna, llegó al diario Antorcha, las cámaras fotográficas utilizaban rollos de 400 assa y 36 exposiciones, había que revelar y copiar en blanco y negro. En el laboratorio, cuando las noticias se movían con gran intensidad, los reporteros gráficos, tenían que hacer colas, trabajar a todo tren, tener sumo cuidado de que no se les velaran los rollos y buscar que las fotografías fuesen óptima calidad, ya que los periodistas, eran muy exigentes con las gráficas con las cuales ilustrarían sus informaciones. En su periodo de aprendizaje y especialización, contó con la colaboración de sus colegas José Francisco Decán, Ramón “Moncho” Bejarano, Antonio “Tony” Moreno y la maestría, para perfeccionarse, estuvo a cargo nada más y nada menos que de los expertos Pedro Emilio (Pejas) Rojas Vargas y Luís La Roche Abreu. ¡Una pelusa! Exclamaría el cronista oficial de la ciudad don Gustavo Perdomo.

Los reporteros gráficos, siempre están en la mira de los cuerpos represivos del estado. Les dificultan el trabajo y muchas veces, los atropellan y destruyen su trabajo, en el empeño que siempre tienen los gobiernos, por intentar ocultar realidades. Empero, el profesionalismo, la inteligencia, la astucia y la obligación de cumplir su labor, lleva a estos acuciosos fotógrafos, a ingeniárselas y utilizar métodos poco ortodoxos y Pedro Angulo, se ha visto obligado a ensayarlos en varias oportunidades. Hace unos años, hubo una masacre en las Colonias Móviles del Dorado, era la noticia y había que dar el tubazo. El Ing. Manuel Briceño, abandonó por un día sus labores al frente de la administración del diario y movilizó en su propio vehículo al equipo reporteril de Antorcha, conformado por Alexis Compiani y Pedro Angulo. Llegaron a la morgue del hospital de Puerto Ordaz y el hermetismo impuesto por las autoridades era impenetrable. Pedro, se disfrazó de enfermero y accedió a la morgue. Encontró un espectáculo dantesco, se llenó de valor y logró unas gráficas espeluznantes, las reveló, colaboró con sus colegas de otros diarios y, el periódico publicó una toma panorámica y dejó para el archivo las más crudas y pavorosas. Fue el tubazo fotográfico del año y del cual se siente orgulloso. La audacia, cuando está bien justificada, hay que emplearla y rinde sus frutos. Las mejores gráficas del año.

Cubrir como reportero gráfico, las visitas de relevantes personalidades a esta región, es una tarea siempre atractiva, interesante y que deja un halo de gran satisfacción en estos reporteros gráficos, sobre todo en el caso de Pedro Angulo, que ama a la vida, a través de esos riesgosos, difíciles y atractivos trabajos. Tiene grabado en su memoria el grato recuerdo de haber cubierto para Antorcha, las visitas de los Presidentes de Argentina Néstor Kirchner y Brasil Luís Ignacio “Lula” Da Silva y los de Venezuela Jaime Lusinchi, Luís Herrera Campins, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera y Hugo Rafael Chávez Frías, reportajes que ha hecho con gran profesionalismo, imparcialidad y excelencia. Los elogios, premios y comentarios favorables de sus colegas y periodistas con los cuales ha cumplido esas exigentes tareas, confirman la calidad de sus trabajos fotográficos y, la sapiencia que lo orienta para lograr los mejores ángulos. Esta última palabra, no tienen nada que ver con su apellido. Una cosa es en blanco y negro y otra con cámara digital y a full color.

Este personaje y los que mencionamos en estos humildes destellos, han escrito y graficado parte de la mejor historia de la ciudad y han enriquecido su acervo histórico. Nunca olvidéis que una gráfica dice más que mil palabras. Eso es indicativo de que la cronología fotográfica de Pedro Angulo, publicada en el diario Antorcha y estos destellos podrían ser una referencia a tomar en cuenta por nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando se decidan a escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad para incorporar estas historias urbanas y sus protagonistas al disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!




lunes, octubre 11, 2010

Personajes de mi pueblo: Florencio Antonio “Chencho” Bolívar Bolívar


El hombre no es el creador de las circunstancias,
más bien las circunstancias crean al hombre
Benjamín Disraeli (1804-1881)
Escritor británico.


Paisano del ex premier Octavio Lepage Barreto e hijo del matrimonio que formaron en Santa Rosa, Florencio Bolívar y Rosa Leticia Bolívar Maita, los cuales tuvieron 3 hijos más. Ramón, Teresa y María Auxiliadora. Florencio “Chencho” Bolívar, llegó El Tigre a los 14 años, cuando había concluido su primaria en la escuela Santa Teresa de la Parra de su pueblo natal. En esta ciudad, lo acogió una comadre de su progenitora, se inscribió en el Instituto de Comercio Alberto Carnevali, cursó hasta tercer año y se vio obligado a abandonar los estudios para incursionar en el mercado del trabajo, porque la cosa se puso dura y tenía que salir a ganarse la arepa. Eran los tiempos de la troja alta.

Ese largo periplo laboral, iniciado en la bomba de gasolina Unión de San José de Guanipa, la cual funcionó cerca de dónde está el Club Ritz, que para ese entonces pertenecía a la señora Mercedes Vda. de García y, a los 2 años pasó a la Estación de Servicio GAR, muy cerca del Duomo y frente del Transporte Águila del empresario Pablo Sánchez, de los hermanos Antonio y Eugenio García, dónde permaneció un año más. 3 años de operador de máquinas de gasolina – no le gusta la calificación de bombero – en esa actividad, en una feliz coincidencia de la vida, conoció al Dr. Antonio Caraballo, a la sazón dueño de la Farmacia Virgen de Valle en El Tigre el cual lo contrató como aprendiz y después de 11 años de actividad con él, egresó como auxiliar de farmacia y pasó a prestar servicios en la Farmacia Bolívar del Dr. Manuel Hernández García por espacio de 21 años y culminó su carrera con 10 años en el área farmacéutica de la empresa petrolera SPA. Esa circunstancia creó al hombre dedicado al área farmacéutica.

En ese tiempo, las cremas, pomadas, jarabes y muchas formulas médicas, había que prepararlas en el laboratorio de estos establecimientos dedicados a la comercialización de medicinas. En ese sentido, Florencio con la enseñanza, ilustración, guía y supervisión de los Dres. Antonio Caraballo y Manuel Hernández, se especializó en la materia, al extremo de que, aún cuando todas esos medicamentos vienen ya preparados, hay vecinos, relacionados y amigos que le solicitan la preparación de alguna de esas pócimas (sobre todo una que evita la despigmentación del cabello y la cual le encarga y paga en efectivo su vecino Miguel Galantón la cual usa para evitar se le vean las canas) porque las consideran más efectivas que las que provienen de los laboratorios especializados. El hombre continúa cómo aprendiz de brujo.

Florencio “Chencho” Bolívar, está felizmente casado con la señora Antonia Fajardo y todos sus 6 hijos son del matrimonio (Él jura y perjura que nunca tuvo segundos frentes) Eglys, Wilfredo, José Gregorio, Florencio, Sandra y Carlos quien lamentablemente falleció muy joven forman la descendencia directa y además posee 5 nietos, que le alegran la vida ahora que está casero, haciendo continúas y permanentes terapias, para superar un ACV que le inmovilizó algunas funciones motoras, pero que, gracias a Dios, le dejó su afilada lengua en condiciones óptimas, lo que le permite cortarle el traje a propios y extraños, así como también contar las anécdotas dónde destaca aquella cuando el Dr. Caraballo, lo llevó al bar “La Cabaña” que funcionó en la avenida Peñalver y se lo presentó al dueño que era Juan Ruperto. Mira, Juan te presento a mi asistente, éste con la amabilidad que lo caracterizaba, le dio la mano, escuchó su nombre y lo miró de arriba – abajo, lo detalló y se volteó hacía el doctor y le dijo Caraballo, “de dónde sacaste este sapo espaturrao”. Eran las salidas ingeniosas de Juan Ruperto que retrataba a la gente y lo comparaba con algún objeto parecido. Ellos, por mucho tiempo, luego de ese encontronazo y, aún cuando “Chencho” manifiesta que no el gusta carne e’ gallo, lograron mucha empatía, se entendieron muy bien y fueron grandes amigos. Algún secreto quedó de esa íntima amistad y como diría don Pedro Marrero Hernández. “De no ser así ¡Que vaina!”.

En sus tiempos de bohemio, Florencio “Chencho” Bolívar, fue asiduo visitante de de los expendios de licores que funcionaron en los locales de Armenia Hércules, Ana Veroes, Luisa May, Betty Morillo, María Quintana, Kristin Club de don Cristino Reyes, Vilda Ramos, Ramón Array, Domingo Centeno, Juan Benito Mejías, “El Tuerto” Esteban, María Guarito, el Bodegón de Luís Hernández y, en muchas ocasiones formaba parte de grupos, dónde destacaban los grandes lanzadores de la época, como fueron y son los que todavía viven, Luís Fernández, Alfredo Gamboa, Arturo Tineo, Henry “Nenerina” Hernández, Horacio Guzmán Requena, Alex Dorlemón, Jesús “Chuito” Almeida, Román José Lunar, Atillio Mazarri, Graciliano Cazorla, Agustín Blanco, Mauro Barrios, Luciano “Chano” Carreño, Alberto Barrios, José Antonio Arias Reyes, Rubén Medina, Ramón Barroso, Pablo Rodríguez, Aquiles Lugo, Cipriano Barroso, Dorsey Valentín “Chichi Boada, entre otros, con los cuales vivió grandes veladas. ¡Una pelusa!, diría don Gustavo Perdomo, cronista oficial de la ciudad.

En el tiempo en el cual Florencio “Chencho” Bolívar se desempeño como auxiliar de las Farmacias Virgen del Valle y Bolívar, también funcionaban en la ciudad, La San José del Dr. Placido Fermín, Del Pueblo del Dr. Oswaldo González y cuyos asistentes eran Hernán Zabala y el “Indio” Raúl, la San Miguel que funcionó frente al Edif. Arauca, La Margarita, Botica Nueva, La Central, Boconó, Plaza del Dr. Julio Marcano Berti, El Tigre de la Dra. Anabelys Barrios, Luz, Peñalver de la Dra. Yajaira Díaz, Santa Marta, Cadiz, Nueva, entre otras. La competencia, no era tan salvaje como ahora con las grandes franquicias y todas sobrevivían, con la clientela que provenía de los vecinos que tenían residencia en los sectores aledaños. Era la época bucólica del pueblo.

Este personaje, su distinguida familia, las farmacias, sus propietarios y otras figuras del pueblo que mencionamos en estos humildes destellos, fueron cada quien desde sus espacios de trabajo, forjadores del pueblo y forman parte de las más bellas páginas de nuestro maravilloso, abundante, copioso y exuberante pasado, el cual debe ser conocido, estudiado, investigado y profundizado por las presentes y futuras generaciones, para que tengan una idea exacta, de dónde venimos, dónde estamos y hacía dónde vamos y además, es nuestra aspiración, que los eximios historiadores, investigadores, escritores y cronistas cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!





lunes, octubre 04, 2010

Personajes de mi pueblo: Luís Antonio Morales

Soy como aquel hombre que llevaba consigo un ladrillo, para decirle al mundo como era su casa
Bertolt Brecht (1898-1956)
Poeta y dramaturgo alemán.

Uno de los bodegueros más antiguos de Barrio Ajuro es Luís Antonio Morales, el cual vino al mundo en la comunidad indígena de Tabaro – municipio Independencia del estado Anzoátegui, el 25 de agosto de 1938. Llegó a El Tigre en el año 1956, de la mano de sus progenitores Francisco Antonio Silvera y María Adelina Morales, quienes inmigraron hasta el incipiente pueblo de El Tigre, atraídos por la explotación petrolera buscando mejorar la calidad de vida y la de sus hijos Ramón, Andrés (+), Francisco (+), Pedro, el mismo Luís y María Morales (La de las ricas empanadas) la viuda de don Pablo “Catire” Freites (+), otro de los primigenios bodegueros del primer sector del naciente pueblo. Después del deceso de “Catire”, María e hijos continúan al frente del negocio. Un legado que no se perdió y permanece incólume en la calle Falcón c/c con avenida 8. Una bodega histórica.

Es bueno destacar que el primer nombre de Pueblo Ajuro fue Barrio Ajuro. María Ramírez, Anastelia Salazar, Samuel González, Rafael Salazar y Tino Meza, por mencionar algunos de los fundadores, que gracias a Dios gozan de buena salud, pueden dar fe de esa verdad. Esa es otra historia. Volvamos a nuestro personaje. Luís Antonio Morales, el cual había adquirido las primeras nociones educacionales en su comunidad, dice que venía “machucado” con apenas 2do. Grado aprobado y, como ya era prácticamente adulto, cuando llegó a El Tigre, se inscribió de noche en el colegio privado “San José” que funcionaba en la calle Brasil para sacar la primaria, ya que durante el día, trabajaba ebanistería y carpintería en el taller “La Primavera” que estaba instalada en la tercera carrera norte y cuyo dueño era un italiano de nombre Giuseppe. En primer año abandonó los estudios de secundaria que había iniciado en Instituto de Comercio “Alberto Carnevalí”, se retiró del trabajo e instaló su propio negocio. La bodega “El Diamante” en la calle Venezuela c/c Primero de Mayo de Barrio Ajuro. A vender pote, dice Luís carcajeándose.

Parejo a sus años de intenso trabajo al frente de su bodega, don Luís Antonio Morales, logró conformar dos prolijas familias. Posee 12 hijos, 25 nietos y 10 bisnietos. En el matrimonio con la señora Nellys Josefina Ávila, procrearon 4. Luís Antonio (+), Yanneli de Los Ángeles, Carmen Alejandra y Angelis Josefina. Con Luisa Resplandor, el segundo frente, trajo al mundo a Gladys, William, Olga, Reinaldo, Lourdes, Rosa Amelia, Luís Benjamín y Alexander, lo que indica, que a la par de su contribución con el desarrollo económico de la ciudad, ha impulsado su crecimiento poblacional, al igual que sus hermanos. En Pueblo Ajuro, esta familia Morales es toda una institución, como lo es también la que proviene del árbol genealógico de doña Elina Morales, la esposa de don José Roldán. Esta última familia Morales son cariseños de pura cepa. Dos familias, el mismo apellido y un mismo destino: El Tigre.

La época de crecimiento de Pueblo Ajuro, contó con una refresquería muy popular que fundó en la calle Falcón don Eduardo Castillo. Éste polifacético personaje, en una oportunidad, convocó a los vecinos a una asamblea y les propuso cambiar el nombre de Barrio Ajuro, por Urbanización Guaicaipuro, a la gente no le gustó la idea y, ante su persistencia, se enardecieron, hubo un brote de violencia y, por poco lo linchan y le queman el negocio. Más nunca se habló del asunto. Había sentido de pertenencia por el nombre originario, el cual surgió de la intensa batalla que dieron los fundadores, contra la represión de la dictadura perejimenista, cuyos esbirros destruían los bahareques durante el día y, en la noche, a pesar del terrorismo de estado, las privaciones de libertad y atropellos, los volvían a levantar – protagonista y testigo de excepción es doña María Ramírez – el barrio nació ajuro, adoptó legítimamente ese nombre y, sólo a variado en el tiempo, cuando pasó de Barrio Ajuro a ser llamado, como hasta hoy, Pueblo Ajuro. La cuestión era ajuro, fue ajuro y ajuro se quedó. Hay la convicción de que se quedará por muchas lunas más con ese épico nombre. ¡Viva Pueblo Ajuro!

Luís Antonio Morales, con su proverbial humildad, honestidad y excelente don de gente, logró convertir la esquina de su bodega “El Diamante” en un sitio de encuentro para muchos vecinos, los cuales montaban hasta bien entrada la noche, unas memorables partidas de dominó. Esas partidas se mantuvieron por muchos años y hasta que la inseguridad lo permitió, Rigo Meza, Venancio Evans, Rafael “Fucho” Suárez, Pablo “Catire” Freites, Pedro Morales, Beda Cairo, David Sulbarán, Aquiles Cairo y Domingo “El ciego” Perales (El que vendía cuadros sellados del 5 y 6), el cual a pesar de ser invidente, con la yema de los dedos reconocía las piedras y, cuando estaba en acción, sólo exigía fuesen cantando las pintas de la piedra que jugaban cada uno de los otros tres jugadores. Era todo un espectáculo verlo jugar y bien difícil ganarle una partida. El poder de concentración y el fino sentido para armar cada jugada lo convertían en un jugador de primera línea. Los que tenemos ojos, lo vimos.

Otras bodegas diseminadas en el barrio, en esa época fueron las de Jesús Piñero (El Imán), Jesús Abreu (La Preferida), Isabel Matute (El Refugio), Miguel Tabata (Unión), Ramona Mota (La Mucureña) Germán Gamboa (Luchando por la situación), Rafael García (New York), Carmen de Martínez (El Almendrón) y las conocidas sencillamente por el nombre de sus propietarios Ramón Array, Modesto González, Jesús Reyes, Pedro “El Indio” Carias, Pablo “Catire” Freites, Vidal Matute. En la calle Negro Primero, ya en el Casco Viejo, c/c Ribas, funcionó también por muchos años la molienda y envasadora de café “Pureza” de señor Rafael Celis, cuyas papeletas expendía a locha (0,12 ½ Cms.) y a medio (0,25 Cms.) y, la clientela del pueblo, que era para ese entonces los que habitaban en el Casco Viejo y buena parte de lo que hoy es Pueblo Ajuro, era cautiva. Café de primera calidad y como de todo hay en viña del señor, para endulzarle la vida a los vecinos doña Mercedes Ortiz, la esposa de Martín Campos que fue agente de la policía por espacio de 30 años y posee el record Guiness de no haber llevado a nadie detenido, elaboraba unos ricos y exquisitos turrones de coco que eran la delicia de grandes y chicos. Eran emprendedores particulares que involucraban a la familia para darles impulso, permanencia y productividad. Mini empresas endógenas, por iniciativa propia, que todos recuerdan con cariño.

Don Luís Antonio Morales, su distinguida familia, los personajes, negocios y sitios que citamos en estos humildes destellos, forman parte de las más bellas páginas de nuestra historia local, la cual recreamos, refrescamos, recordamos y escribimos, con la firme esperanza de que, cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores, decidan escribir la verdadera y autentica versión del rico y bello pasado de esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, sean considerados para incluirlos en el disco duro de la memoria histórica de ciudad. Las nuevas generaciones deben saber como era esta bella ciudad, antes de bahareque y ahora de ladrillos y cemento, que sirve de casa grande a todos los que la habitamos. ¡Vale la pena!