lunes, octubre 25, 2010

Los zapateros remendones de la ciudad

Conseguirás la grandeza, cuando no seas arrogante
con el humilde, un humilde con el arrogante
Anthony de Mello (1931-1987)
Escritor y sacerdote jesuita.


En ciudad de México, los organilleros se acercan a los turistas, les deleitan con las melodías de sus cajas musicales y piden la colaboración expresando “Para que no se pierda la tradición” o lo que es lo mismo. Viven de esa actividad y sí, la gente no colabora, desaparecen. En los pueblos de Venezuela, por muchos años, la actividad de los zapateros remendones fue muy profusa. Los árabes, fueron pioneros en el oficio de la reparación de zapatos a domicilio. Eso dio pie a que los conociéramos o los nombráramos e identificáramos como los “zapateros remendones”. Estos personajes, recorrían las polvorientas calles del naciente pueblo, voceando la cantilena: Zapaterooo, Zapaterooo, Zapaterooo. Los clientes los llamaban, les mostraban los daños del calzado y fijaban el precio de mutuo acuerdo. ¡Zas! En un dos por tres, estaba listo y como nuevos los calzados. Una rutina que se popularizó convirtiéndose en tradición y que poco a poco se fue extinguiendo hasta desaparecer. El crecimiento y la modernidad, los atropelló y liquidó.

El crecimiento acelerado de El Tigre, la apertura de muchos locales dedicados exclusivamente a la actividad, fueron sacando de circulación a los “zapateros remendones” y hoy, los que mantienen el oficio, no se movilizan por las calles. Están ubicados en sitios estratégicos, dónde el paso de los transeúntes, es frecuente y permanente. En la ciudad, al decir de ellos mismos, quedan tres. El guayanés Amilcar Rafael Madrid que tiene 15 años en la esquina del antiguo Bowling frente a la Plaza Bolívar, el Trujillano José Santiago Durán Montilla el cual dice tener 35 años trabajando en el área, que está entre el otrora Cine Plaza y la Inspectoría del Trabajo y en la calle Miranda, pegado a la cerca del Mercado Municipal en un kiosco que él mismo acondicionó para tal fin, tiene 17 años, el árabe nativo de Siria, Samir Habib, el popular “Chino”. Los tres “zapateros remendones” informales, de la ciudad, que mantienen viva una parte de la tradición.

Los “zapateros remendones”, prestan un servicio express. La solución es inmediata. Nada se queda para más tarde o mañana. Todos los trabajos que realizan son de calidad, entregados y deben ser cancelados al instante. Los precios son solidarios. La suela entera oscila entre 100 y 120, media suela la mitad, tapitas 20, costura 40, tacón completo 40 y la pintura de los calzados 30. El material de trabajo lo adquieren de dos proveedores que también prestan el servicio en establecimientos formales. Zapatería y Materiales “Habib” ubicado en la avenida Francisco de Miranda en la esquina contigua a la estación de servicio Texaco y “La Clínica del Calzado” en la calle Girardot, frente a la antigua, popular y muy concurrida esquina, que fue por muchos años fue atendida por la afamada “Negra” Dámaso, dónde las espumosas bien frías se conseguían a tres lochas. Esa tradición, también se perdió, por efectos de la salvaje inflación.

Una silla, un bolso donde cargan la horma de hierro, el martillo, la pintura, las tachuelas, las tapitas, las suelas, el hilo, la pega y una botellita con agua, es el arsenal de trabajo de estos hombres que convierten sus sitios de trabajo en talleres móviles. Cuando llega un alcalde atorrante, atrabiliario, arrogante y despreciativo, que los persigue con la policía, amenaza y los conmina a la brava, para que se retiren de sus sitios de trabajo, se van por unos momentos y luego persisten. En esos momentos difíciles, prestan el servicio de manera clandestina y la tradición se mantiene. La resistencia civil, pacífica y silenciosa, los mantiene en sus puestos de trabajo. Estos “zapateros remendones”, con su humilde, pero digna actividad, le solucionan un grave problema a más de uno. El costo de los calzados anda por la estratósfera y unos usados, con una excelente reparación le alargan la vida útil y nos salvan de caer en las horcas caudinas de las ventas de calzados y, que decir de las damas. El caso de las tapitas es una calamidad. En el momento más inesperado ¡crac! se les cae una y, estos “zapateros remendones”, en plena vía, les solucionan el problema rápidamente y las angustias se minimizan y desaparecen. Gente útil a la mano de la gente.

La tradición de los “zapateros remendones”, aunque ahora no son ambulantes, pareciera no desaparecer porque algunos continúan en la calle, ahora en sitios fijos y accesibles a todos los vecinos, transeúntes y visitantes. Estos humildes trabajadores con su constancia, dedicación, empeño, destreza en la reparación de calzados, la útil y añeja actividad, la cual en principio, era exclusiva de los árabes, forman parte de nuestras historias urbanas y, como tradición ya forman parte de nuestro legajo histórico. Nosotros desde estos humildes destellos los recordamos, dignificamos, enaltecemos, exaltamos y colocamos en la palestra pública, con la sana intención de que, las autoridades puedan brindarle colaboración, apoyo, protección y dotación de créditos para la adquisición de material e insumos de trabajo para, como dicen los mexicanos, con sus organilleros, no se pierda la tradición. Los “zapateros remendones” son útiles y necesarios. Más de un arrogante, sifrino y fantoche ha tenido que morir solicitando los servicios de estos humildes trabajadores. La necesidad los obliga.

Albergamos, también la firme esperanza de que, cuando nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, decidan escribir la verdadera y autentica historia del pueblo de El Tigre, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933, los tomen en cuenta y busquen incluirlos en el disco duro de la memoria histórica de la ciudad, para que la desaparecer, como todo indica, se recuerden que existieron y formaron parte de los bellos pasajes de nuestras historias urbanas. ¡Vale la pena! Zapaterooo, zapaterooo, zapaterooo.



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