sábado, septiembre 29, 2007

La Heladería Bolívar

Poder disfrutar de los recuerdos
de la vida es vivir dos veces

Marco Valerio Marcial (40-104)
Poeta latino.

Los sitios de encuentro en El Tigre viejo eran: El mercado en la mañana, la plazoleta de la Iglesia Virgen del Valle en la tarde, los cines en la noche y la sede de la línea de autobús RC y luego, cuando los hermanos Caputo instalaron la Heladería Bolívar, también formó parte del espacio preferido por los citadinos. Situada en la esquina de la calle Bolívar con calle Ayacucho frente a la iglesia y en el sector donde funcionaban los cines Ayacucho, Principal, Bolívar y los sindicatos petroleros Fedepetrol y Fetrahidrocarburos le daban una ubicación estratégica y le garantizaba una clientela cautiva. Todos los sitios de concentración de personas les quedaban relativamente cerca.

Los hermanos Caputo, Antonio y Gerardo, mantuvieron el negocio de los helados por muchos años, luego en la década del 60 Antonio regresó a Italia y a mediados de la década del 70, Gerardo decidió también regresar y le vendieron la emblemática heladería a una sociedad de portugueses compuesta por Miguel Freitas, Juan y José Manuel Fernández que poseían otros negocios en la ciudad. Miguel, junto a su esposa Clara, se encargaron de la heladería y fijaron residencia en la parte de arriba del edificio. Transcurrido un tiempo Miguel Freitas que incorporo a la venta de helados y friítas, un expendio de pollo asado, compró las acciones a los socios y durante 25 años estuvo regentándola, hasta que en el 2002, abrió operaciones en el ramo de la panadería y la construcción civil y la cerró.

La Heladería Bolívar, era el sitio de encuentro de todos los concurrentes a los cines adyacentes. Los vecinos que se daban cita a la plazoleta de la Iglesia Virgen del Valle, los trabajadores petroleros, los niños, adolescentes jóvenes y adultos del sector. Era una clientela, como dijimos antes, cautiva que aumentaba considerablemente con las fiestas de la Virgen del Valle, fundamentalmente con las procesiones. Cuando la gente veía la gran cantidad de asistentes a la procesión exclamaban ¡Se llenó el dueño de la Heladería Bolívar! Abundino González que es de las nuevas generaciones y solo conoció a Miguel al frente de la heladería, le decía “Portugués te salvó la Virgen del Valle” y no hay dudas estaba en lo cierto. Las colas eran inmensas.

En el año 2002 el portugués Miguel Freitas, desocupó el local, su propietario el árabe Salim Mansur, lo arrendó a su paisano Rafael Saab que instaló la Ferretería El Cacique y una vez que éste construyó sus propios locales y se mudó, se lo alquiló a otro paisano, Jouhay Al Yasin, que continúo en el ramo ferretero e instaló una sucursal de su negocio Ferreganga, C.A el cual funciona exitosamente en la actualidad.

La Heladería Bolívar, fue la primera venta de helados formal que funcionó en El Tigre. Era un sitio de encuentro de chicos y grandes. El portugués Miguel Freitas que la regentó por espacio de 25 años, nunca fue víctima del hampa. En ese sitio se reunían hasta altas horas de la noche trabajadores petroleros y él hasta se sentaba en la acera a “agarrar fresco” mientras los clientes disfrutaban de sus friítas y el pollito asado y la seguridad era absoluta, ahora en la calle 24 sur donde fundó y atiende la Panadería, pastelería y charcutería YESSY los delincuentes le han hecho algunas visitas que le han dejado muy malos recuerdos y añora aquellos tiempos de la Heladería Bolívar donde reinaba la seguridad.

El padre Bruno Vístoli, era un amante de los helados y casi todas las tardes daba su vueltecita por la heladería e invitaba a Miguel a que lo acompañara a ver una mata de pera que sembró en el patio y que según sus palabras estaba en plena producción. Él nunca la vio, pero le creía. También muchos dirigentes políticos y sindicales, pasaron por la Heladería Bolívar. Carlos Ortega y Raúl Henríquez Estrella cuando visitaban el sindicato, antes de la reunión pasaba a degustar un helado, el actual gobernador del estado Dr. Tarek William Saab, cuando estaba chamito, era asiduo visitante con sus amiguitos a comprar la tradicional barquilla y de los dirigentes locales Augusto Enrique Tenorio Meza, Oscar Urrieta Salazar, Jorge Balza, Ubaldo Quijada Ríos, Juan Natera, Eduardo William, Valetín Mújica, Douglas Ávila, Hernán Moya, Agustín “Pin Pín” Brito, Luís “Culí” Martínez, Cesar Rada y los fallecidos Luís Carrasco Mata, Francisco Latán, Diego Suárez y Luís Noriega, entre otros que siempre echaban su “macolladita” en la heladería antes de entrar a las reuniones de la directiva.

Hoy desaparecida y sin boleto de retorno, La Heladería Bolívar fue un lugar emblemático del pueblo bucólico que antecedió a esta agitada y peligrosa ciudad. Fue lugar de encuentro y testigo mudo de muchos acontecimientos que se sucedieron en sus alrededores. Hacemos esta pequeña remembranza para dejar testimonio escrito de que alguna vez existió la famosa heladería, un recuerdo digno de disfrutar y como una humilde contribución a la preservación y conservación de la memoria histórica de la ciudad.

domingo, septiembre 23, 2007

Personajes de mi pueblo: Genesio Mario Orsini Barbetta

El hombre se supera a sí mismo infinitamente
porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita

Blaise Pascal (1623-1662)
Matemático, físico, y teólogo francés.
Veterano de la segunda mundial, don Mario Orsini, nació en Italia, en San Giovanni Teatino provincia de Quieti, ubicada a unos 200 Kms. al sur de Roma, el 25 de agosto de 1920. Estudio primaria hasta 5to grado, se dedicó al comercio con sus padres y en sus ratos libres a cultivarse como músico. En ese tiempo y cuando apenas alcanzaba los 20 años, estalló la segunda guerra mundial, fue reclutado sin aviso y sin protesto, enviado al frente que su país defendía en Albania y luego a Grecia. 5 años y medio que duró el conflicto, estuvo sirviendo a su patria.

En 1938, participó en su condición de músico en un concierto que Benito Mussolini ofreció a Adolfo Hitler en la oportunidad que este visitó a Roma. El grupo musical que lideró el maestro Coccini, formado por 32 y en cual él tocaba el acordeón, ganó la medalla de oro por la magistral presentación que hicieron para tan magna ocasión. En la velada participaron 1.900 acordeonistas, por lo que el premio no era fácil obtenerlo. Una vez concluida la segunda guerra mundial, regresó al hogar, continúo en su labores habituales, hasta que tomó la decisión aventurarse por estás tierras de Dios buscando nuevos horizontes, mejores posibilidades de realización y de vida.

En septiembre de 1950 desembarcó en La Guaira con un grupo de inmigrantes, se instalaron en Caracas y al mes y medio, recibió la invitación de su paisano Dionisio Crolli – a quién había conocido en su tierra cuando era novio de una hermana de su esposa – para venir a El Tigre. Los primeros tiempos fueron duros, pero no se amilanó, fue conociendo gente, se integró a la incipiente sociedad y empezó a participar como acordeonista en los programas en vivo que hacían en La Voz de El Tigre, luego fundó una escuela de música, con el patrocinio del Ministerio del Trabajo, en la calle Bolívar, junto al pianista José Medina y su esposa, que era maestra de danzas y entre los 3 conformaron varios grupos de corales que eran la sensación de la época.

En el año 1958, cuando cayó el dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, el Ministerio del Trabajo, suspendió el subsidio. Don Mario Orsini, buscó una nueva actividad para subsistir, le arrendó al señor Aquiles La Roche, el “Bar Primavera” que funcionó por muchos años en un ambiente anexo a la histórica “Bomba Primavera” que en acto primitivo y criminal de las actuales autoridades locales, fue demolida destruyendo parte de nuestro patrimonio histórico. 3 años estuvo al frente de ese negocio y luego buscó probar suerte en Puerto La Cruz. Arrendó el Bar CEZPIER al final de la avenida Bolívar, adyacente al bar Casa Blanca que eran los negocio preferidos de los marinos que conformaban la tripulación de los barcos petroleros. Fueron 4 años lidiando con los amigos del rey Baco o Dionisos, que le produjeron algunos ahorros para regresar a El Tigre en condiciones favorables para iniciar otra actividad productiva.

En sus primeros años en El Tigre, había adquirido del Concejo Municipal, una parcela de 1.800 mts2, en la esquina sureste donde posteriormente se construyó la Plaza Bolívar y que para ese tiempo, en ese espacio funcionaba una parquecito infantil y lo demás era monte, culebra y el ganado que pastaba libremente. Nadie se aventuraba a adquirir ese terreno porque había un hueco gigantesco. Don Mario se arriesgó, fue rellenando poco a poco y construyó primero su casa de familia en la parte posterior y cuando regresó de Puerto La Cruz, fabricó el actual edificio y montó su fábrica de hacer llaves – en el único sitio que fabrican llaves perfectas – según sus palabras, incursionó en el ramo de la quincallería en un huequito que alquiló en la primera carrera al lado del local donde funcionó la farmacia “Virgen del valle” y fundo una empresa constructora para la trabajarle a la empresa pública, la privada y por cuenta propia. Un hombre emprendedor a toda prueba.

Cuenta don Mario que en la época que construyó su vivienda en la parte posterior de la esquina, las viviendas que existían en la zona era la casa de la señora Blanca Méndez, la madre del excelente profesional del derecho, mejor amigo y desaparecido prematuramente el Dr. Freddy Rangel, que posteriormente fue adquirida por Acción Democrática y la de los esposos Pedro y Amelia Salas que estaba al lado donde hoy está el supermercado chino. Obviamente, una vez que construyeron la nueva Plaza Bolívar – antes la Plaza Bolívar era la que hoy lleva el nombre del maestro de Bolívar y epónimo del municipio que está en el Casco Viejo de la ciudad – la zona adquirió atractivo y se pobló rápidamente.

Don Genesio Mario Orsini Barbetta, contrajo nupcias con la señora Josefa Antonia Salcedo Díaz, oriunda de Santa Ana – Margarita e hija del amigazo don Joaquín Salcedo Rojas que había llegado a El Tigre en el año 1947, primero a la pensión Victoria que funcionaba en la calle Guayana y cuando fijó residencia en la calle Nueva nº 3, trajo a su hija Josefa de 14 años, que a la edad de 3 años había perdido a su progenitora. Don Joaquín se desempeñaba como oficinista en la Mene Grande oil Company. De esa feliz unión conyugal vinieron al mundo Mario que es un próspero empresario en el ramo de la construcción, Vilma profesora de idiomas y Oswaldo que se especializó en la cerrajería y hoy está la frente del negocio que funciona desde su fundación en la esquina de la Plaza Bolívar, edificio Orisini.

Con la proverbial cordialidad que lo caracteriza, don Mario confiesa que ya le entro un virus al disco duro de su computadora y su caminar lento, sin poder alzar mucho los pies, le alisaron los cauchos, empero, con todo y sus 87 años, los duros avatares de la vida que le tocó vivir, una vez que se adentra en la conversación saca a relucir una memoria prodigiosa, luce rozagante, bien de salud e incluso está muy molesto, porque tiene previsto un viaje para Italia, donde tiene buena parte de sus familiares y tiene problemas para obtener el nuevo pasaporte ya que sus huellas digitales no conservan la nitidez requerida y por eso le obstáculos que lo privan de su ansiado viaje.
Indiscutiblemente que la vida de don Mario Orisini, un hombre que siempre buscó la superación y la cual logró a plenitud, está íntimamente ligada a la historia de El Tigre desde el año 1950, cuando llegó desde Italia a contribuir con el progreso y el desarrolló cultural, económico y social de nuestra ciudad. Comerciante, empresario progresista, instructor de música, excelente padre de familia, amigo y hoy, cuando está viviendo el reposo del guerrero al lado de su distinguida esposa, hijos y nietos conserva el espíritu emprendedor, su buen humor y la cordialidad que le ha caracterizado toda la vida y…si le entregan el pasaporte se va de vacaciones a Italia. Na’ guará. Dios y la virgen Del Valle le iluminen el camino.

domingo, septiembre 16, 2007

Personajes de mi pueblo: Dr. José Ramón Urbáez Guzmán

Donde quiera que se ama el arte de la
medicina se ama también a la humanidad
Platón (428-347 a.C.)
Filósofo griego.

Chamaríapero de pura cepa. Nació en Cantaura un 30 de septiembre de 1932, su niñez la vivió en la finca “Campo Bonito” de sus padres – Jesús Ramón Urbáez Silva y Josefa Antonia Guzmán Hernández – Cuando cumplió la edad escolar, lo inscribieron en la escuela Pedro María Freites donde cursó su primaria exitosamente, como en esa localidad, no había liceo para la época, lo instalaron en Barcelona para cursar la secundaria en el liceo Juan Manuel Cajigal donde alcanzó el 2do año y luego en Caracas, en el liceo Andrés Bello, donde alcanzó el grado de bachiller. No había tiempo que perder y como los estudios universitarios en Venezuela, se dificultaban por las convulsiones permanentes contra la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, lo enviaron a estudiar medicina – como era su deseo – a la Universidad Autónoma de Guadalajara, ubicada en la capital del estado de Jalisco, en el occidente de México.

El 5 de septiembre de 1955, aprovechó un vuelo de Aeropostal, que trasladaba el equipo de béisbol Almendares, el cual había obtenido el campeonato en la Serie del Caribe, pernoctó en la Habana, el 6 abordó un vuelo de Mexicana de Aviación, hasta Ciudad de México, que hizo escala en la ciudad de Mérida, capital del estado de Yucatán. Aterrizó en el aeropuerto de DF el día 7 a la 1 AM, tomó un taxi y ubicó la dirección de su amigo de infancia Edgar Rojas, el cual estudiaba medicina en la Universidad Nacional de México de la capital, durmió unas 2 horas y las 8 AM estaba abordando el vuelo que lo llevaría a su destino: Guadalajara. Las clases se habían iniciado el 7, de tal manera que llegó el 8 directo a las aulas, donde le dieron la bienvenida con la popular “Grajeada” o sea, le pelaron el coco, como a todos los “Lanúos” que se inician en los estudios universitarios en Venezuela. En la tarde formalizó su residencia en una casa de asistencia – Pensión – en la calle San Felipe nº 765, a unas 14 cuadras de su centro de estudios y desde donde le echaba pierna todos los días para no pagar pasajes y los 925,28 pesos le rindieran. El cambio estaba a 12.40 el peso por cada dólar y la familia le giraba $ 74,62 que multiplicados por bolívares 3.35 eran para la época 250 bolívares. Un realero.

Durante 5 años, cursó la carrera de medicina en el país Azteca, en el año 1960, ya estabilizada la situación política, regresó a Venezuela y al año, culminó su carrera en la Universidad de Los Andes dónde obtuvo el título de “Médico Cirujano”. En diciembre de ese mismo año, se incorporó al Centro de Salud Luís Felipe Guevara Rojas en El Tigre, al equipo de médicos residentes que conformaban Atahualpa Cabrera, Oswaldo de Armas, Agustín Crespo, Luís Macías y Efraín Añón, todos bajo la dirección del médico paraguayo, Juan Ramón Casal. Los 6, cada uno en su guardia, se encargan de atender todo tipo de pacientes. Eran “Toeros” aunque en materia de cirugías el más destacado era el Dr. Oswaldo de Armas, pero siempre con la ayuda atenta de cualquiera de ellos porque cuando había emergencias y no contaban con su valiosa presencia, el que estaba de guardia tenía que echar para adelante. ¿El salario? 2.087 bolívares que en ese tiempo era una compensación aceptable.

En el ejercicio privado, se mantuvo por espacio de 37 años. En el año 1962 alquiló un consultorio en la clínica “Santa Rosa” cuyos dueños eran los excelentes médicos y mejores amigos Napoleón y Rosita Ledezma, de allí en el año 1963 instaló su consultorio en la clínica “Vichonachi” en un ambiente que compartió por espacio de 5 años con sus colegas Héctor Farias y Agustín Crespo. Esa clínica funcionó por muchos años muy cerca de donde hoy está ubicada la Cruz Roja y que antes fue el Puesto de Socorro, anteriormente el primer centro dispensador de salud del pueblo de El Tigre que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933. Luego en el año 1968, instaló, junto a sus colegas Héctor Farias que se especializó en rayos X y Rubén Quijada, que luego fue nombrado director del hospital de San Tome, en un consultorio que funcionó en la segunda carrera norte, al frente de la escuela “Simón Rodríguez, para luego pasar en el año 1969, al Centro Médico San José, instalado en el edificio “Ingrid” del señor Luigi Simonetto, frente a la plaza Bolívar haciendo equipo con los médicos Jesús Nessi Velásquez, Héctor Farias, y el dermatólogo Amilcar Rojas.

El Dr. Urbáez, como es ampliamente conocido en la ciudad, concluyó su actividad privada en un consultorio que compartió con el Dr. Héctor Farias en el Centro Médico Pimentel. Una vez que el Dr. Farias falleció a mediados de los 90, solo atendió sus responsabilidades en el Hospital General de El Tigre, Dr. Luís Felipe Guevara Rojas, hasta que en el año 2000 fue jubilado y hoy, en el descanso del guerrero, atiende su finca “Morichito” al lado de su prolija familia que lo asiste en las labores del campo. Inquieto, vivaz, trabajador insigne y con su proverbial buen humor que nunca lo abandona, el Dr. Urbáez, cuenta que en diciembre del año 1955, hizo una travesía desde Guadalajara, hasta Ciudad de México para ver una tarde de toros en cuya fiesta brava la figura principal era Cesar Girón.

En ese tiempo estaba todavía afectado por la Lechina, pero con fiebre y todo, se aventuró con otros tres venezolanos en el vehículo de un cubano y el 24, después de 8 horas de viaje pernoctaron en Morelia, estado de Michoacán en la pequeña habitación del estudiante de medicina Cantaurense, Luís Napoleón Gómez, dónde celebraron la noche buena, disfrutando los rones Castillo y Barcardí. Durmieron apiñados y el día 25 continuaron viaje, en la tarde ya estaban disfrutando de la corrida de toros. Era una tarde muy fría y a pesar del fuerte viento que soplaba en la plaza de toros, Cesar Girón cumplió una excelente faena que compensó el esfuerzo de los jóvenes estudiantes venezolanos por asistir a ver a su paisano a la capital azteca. Una aventura inolvidable que el Dr. Urbáez narra emocionado.

La vida profesional del Dr. José Ramón Urbáez Guzmán está íntimamente ligada a la historia de El Tigre desde el mes de diciembre del año1960, cuando inició su carrera como médico y en especial en la atención a los niños hacía donde volcó toda su vocación, sensibilidad y pasión. ¿Quién de la ciudad no acudió a una consulta con el Dr. Urbáez durante sus 40 años de ejercicio profesional? Atendía a precios solidarios a adultos, niños y ancianos. ¿Quién no ha disfrutado de las salidas ingeniosas del Dr. Urbáez que posee un buen humor innato y un carisma envidiable? No hay un ápice de dudas. Desde niño amo el arte de la medicina y volcó su amor hacia la humanidad. Honor a quien honor merece.

sábado, septiembre 15, 2007

La evolución histórica de la gallera Arraiz

“No perdamos nada del pasado.
Sólo con el pasado se forma el porvenir”
Anatole France (1844-1924)
Novelista y premio Nobel francés.

En la década del 50, el pueblo de El Tigre, que había nacido al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, inició una firme y decidida expansión hacia el sur-oeste. Las calles Falcón y Brisas del Caris, empezaron a poblarse a partir de la Casa Nueva York. El sector dónde hoy están ubicadas la iglesia, la escuela de especialidades femeninas y la Florida y La Gallera Arraiz, en Pueblo Ajuro, era monte y culebra. El primero en construir un kiosco de bahareque, sin servicios públicos de ningún tipo, fue Héctor Luís Salazar, el popular “Zampa” de lo que podemos inferir sin temor a equívocos, fue el fundador de la franja este de la calle Brisas del Caris que llega hasta las 4 vías. Actualmente, vive en Maracaibo y posee un puesto de venta de víveres en el mercado de Las Pulgas en el estado Zulia. Pa´que vos veáis Alirio Gutiérrez.
La esquina del kiosco de “Zampa”, quedó paralelo a la prolongación de la calle 5 de julio de Pueblo Ajuro y marca la frontera que divide a este populoso barrio del hoy, conocido como barrio La Cruz, pero que en sus inicios se conoció por las ocurrencias del popular “Negro Bolívar” que a todo y a todos les colocaba un mote, como “Barrio Loco” Muchos años, trabajó “Zampa” su kiosco que se convirtió en el sitio de encuentro de los vecinos del naciente sector. Ramón “Payara” Arraiz, Manuel “Partida” Salazar, hermano de Zampa y ambos oriundos de Santa Ana, Yoel “El conejo” Pino, Luís Manuel González, Eliseo Evans, Fabián Salazar, Modesto González, que luego instaló una bodega muy cerca, Bartolo Cubero, Félix “El bachiller” Mejías, José González, José María Lira Reyes, Benigno Piñero, Roso “El hombre dinámico” González, Tino Meza, Benito “Guinda Zorro” Velásquez, Rafael Gutiérrez, Franco Vielma que desde que llegó de Santa Rosa a El Tigre, era una fija en esa esquina, Rafael “El Chivo” Salazar, Francisco “Pancho” Hernández, Ramón León, Juan Villasana, Anselmo “El Viejo” Abreu, Samuel González “El archiconocido viejo “Grillo”, el ciego Domingo Perales, Rafael Celestino “El musiu” Abreu y otros tantos que todas las noche montaban su partiditas de truco y dominó jugando hasta altas horas de la noche. En ese tiempo existía una seguridad extrema y las personas y sus bienes no corrían peligro, aún durmiendo con las puertas de las casas sin seguro y hasta abiertas. Como cambian las cosas ¡Que envidia!
En cierta ocasión el kiosco, en horas de la madrugada fue víctima de un pavoroso incendio, no había luz eléctrica y como todo lo alumbraban con lámpara de kerosén y velas, presumen que fue una chispa que incendió el local. “Zampa” no se amilanó ante la tragedia, con el apoyo, la solidaridad, la ayuda de sus amigos y clientes, reconstruyó su bahareque – Fue enlatado con caña brava que abundaba en el patio de mi casa y que mi viejo se las regalo – Una vez rehecho el modesto local, continúo sus actividades hasta que a mediados de la década del 60, se lo vendió al portugués Juan Núñez, quien era compañero sentimental de Josefina Salazar y cuñada de Ramón Arraiz, que a la sazón, les había alquilado una vivienda al lado de su residencia, que precisamente queda haciendo esquina con el kiosco. Era el vecino más cercano. Hubo separación, el portugués, le regaló el local a Fina que ya tenía una niña de esa relación, que para variar y como para no dejar margen a equívocos, lleva el nombre de Fátima y una pinta de portuguesa impecable. De tal palo tal astilla.
Josefina Salazar, ama de casa, dedicada a la formación de sus hijos, desconocía la actividad comercial y llegó a un arreglo con su cuñado, Ramón Arraiz. Le cambió el kiosco por la casa que le había alquilado y todo quedó en familia. El portugués Juan Núñez, se mudó a la ciudad de Anaco donde abrió operaciones comerciales y hoy es propietario de dos ventas de pollo asado. Don Juan, en la avenida 5 de Julio y Don Pollo, en la avenida Mérida. En el kiosco de Pueblo Ajuro, Ramón Arraiz, reabrió con las mismas actividades que realizaba “Zampa” y a medida que fueron llegando los servicios públicos, la calle comenzó a ser transitada con mayor frecuencia, crecía la clientela y hubo que mejorar las instalaciones e incluso el patio fue cercado con bloques. Conservaba una clientela fija y entusiasta, todos los días, en especial los fines de semana, Ramón, que siempre fue aficionado a las riñas de gallos, construyó una gallera e incursionó en la cría de gallos y le colocó a la bodega el nombre de “Gallera Arraiz”. Aunque era un modesto negocio, poseía una moderna rockola y expendía toda clase de bebidas, víveres y los fines de semana cuando había actividad gallística, también se conseguía el criollísimo sancocho y las suculentas parrillas. Era el sitio de moda y había para todos los gustos.
Ramón Arraiz, Atapirireño de pura cepa, aún cuando no sabía leer, ni escribir y apenas firmaba con sus iniciales, siempre tuvo buen olfato para los negocios y fue un insigne trabajador junto a su compañera de vida Irma Salazar, a la cual le sobrevivió y aún solo, supo conservar su negocio en la primera línea de la competitividad y lo convirtió en referencia obligada para todos los citadinos. La “Gallera Arraiz” ubicada en la calle Brisas del Caris, también, era parada obligatoria, para todos aquellos transeúntes que se dirigían a la zona rural del sector sur de El Tigre. Los años no perdonan y este viejo roble, que los vivió intensamente, hasta hace poco, estuvo al frente de su negocio, pero la edad y la memoria, empezaron a fallarle, la delincuencia comenzó a hacer estragos en sus bienes, la ventas del día, los ahorros y la familia optó por llevárselo a vivir sus últimos años dignamente a la ciudad de Valencia, le arrendaron el local, con opción a compra a Oscar “Grillito” González, quien poco a poco lo ha ido levantando y ya vuelve, por su ubicación estratégica y el carisma que adorna al nuevo inquilino, a convertirlo de nuevo, en el sitio de encuentro de toda la vida.
Es la evolución histórica del kiosco de “Zampa” que fue transformado con el tiempo por el “Negro” Ramón, en la “Gallera Arraiz” y cuyo local, luego fue dividido y en uno de sus ambientes, también funcionó la farmacia “Maria Luisa” en honor a la abuela de la propietaria la farmacéutica Leydis Salazar. No hay un ápice de dudas, es un lugar emblemático en el barrio Pueblo Ajuro y un sitio de referencia obligado para mucha gente en la ciudad. No olvidemos que esta situado estratégicamente en la calle Brisas del Caris, la misma que empalma con la carretera que nos lleva a las comunidades campesinas, la zona rural, los balnearios ubicados al sur de la ciudad y para lo que pasan a mejor vida, es la calle sin retorno. Obvio, los de menos recursos, porque ahora hay otra opción, aunque el resultado, pareciera el mismo. Es cuestión de óptica y también de gustos. ¡Ave María purísima!
Hacemos esta breve reseña de la evolución histórica de la gallera Arraiz, para dejar testimonio escrito de un lugar que hizo y forma parte de la historia del barrio Pueblo Ajuro y del pueblo que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933 y de esa manera la élite ilustrada y oficialmente encargada de preservar nuestra memoria histórica, obtenga fuentes fidedignas de nuestro acontecer pasado y puedan escribir la verdadera historia de la ciudad de El Tigre. Todos, los aquí mencionados, son fundadores del barrio Pueblo Ajuro.

domingo, septiembre 02, 2007

Personajes de mi pueblo: Victoria del Valle Manrique (Vda.) de Córcega (Totoya)

Los hijos son las anclas que
atan a la vida a las madres

Sófocles (496-406 a.C.)
Dramaturgo ateniense.
El 23 de diciembre de 1922, vino al mundo Victoria del Valle Manrique. En la pequeña población de Yoko, municipio Valdez, cuya capital es Guiria, donde tenía su residencia el matrimonio conformado por el señor Cresencio Hermogenes Manrique y Olegaria Rosario. Él agricultor y ella costurera del pueblo para el momento. La niña Victoria vivió su niñez al calor del hogar y luego curso estudios hasta 3er grado en la escuelita rural que funcionaba en el lugar. En ese tiempo la situación económica era muy difícil y obligaba a que los niños y niñas se incorporaran desde muy temprana edad al mercado de trabajo. Sucre, a pesar de ser la cuna del Gran Mariscal de Ayacucho y el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco, es un de los estado más pobres del país y en ese tiempo era peor.

Dolores, una tía de la niña Victoria que vivía en Guiria y que la adoraba, se la llevó a vivir con ella por un tiempo, lapso que aprovechó para aprender el oficio de panadería y repostería, actividad que ejercían de manera artesanal. Era la fuente de ingreso en ese hogar para el sustento diario y los gastos mínimos de la morada. Al año regresó a Yoko y en la misma casa de la familia, construyeron un horno de barro, enseño a los padres el oficio y empezaron la elaboración de pan, ricas tortas, besitos con coco y papelón. Una vez que la producción fue creciendo, Victoria y una amiga de color blanco, se dedicaban a la venta ambulante en los pocos centros de trabajo del pueblo. El que quiere puede y el trabajo honesto dignifica.

En esos avatares transcurrió la primera parte de su juventud, hasta que a los 18 años, se acercó con la amiga a ofrecer sus productos a la fábrica de ron del señor Antonio “Toño” Pomente y entre los trabajadores surgieron los galanteadores y en medio de las chanzas y risas, uno de ellos, le insinuó a Germán Córcega “A ti como que te gusta la blanca” a lo que respondió rápida y con gran convicción. “No, hermano se equivoca, a mi me gusta la negra”. Quedaron prendados, comenzó a visitarla, formalizaron el noviazgo y cuando iba a cumplir 19 años en el año 1941, contrajeron nupcias y fijaron residencia en una parte de la casa que les cedió la abuela materna de Victoria. Amor a primera vista y matrimonio para toda la vida.

Durante 5 años vivieron en Yoko. Él laborando en la destilería y ella alternando entre los oficios del hogar y la venta de sus productos de panadería y repostería. En esos primeros años procrearon 3 hijos. Doris, Esover y Edgar. En la medida que la familia fue creciendo las necesidades se fueron acrecentando, lo que obligó al señor Germán Córcega a buscar nuevos horizontes que lo llevaron hasta Tucupita dónde empezó a trabajar en la empresa petrolera Texas. En esa población vivieron por espacio de unos 7 años y la familia siguió creciendo. Dos hijos más. Gimelsón y Yovana. En ese tiempo conocieron a un excelente amigo que hicieron compadre, el señor Luís Luna, quien una vez que concluyó sus labores en Tucupita se marchó hasta Roblecito, estado Guarico. Al poco tiempo, Germán quedó desempleado, hizo contactó con él y le consiguió empleo en esa población, una vez allí, se residenciaron en el campo petrolero que poseía la Texas para sus trabajadores. En ese pequeño poblado vivieron 5 años y allí continúo el crecimiento de la familia. 3 hijos más. Néstor, Flerida y Argimiro. Al final de la década del 50 ya tenían 8 hijos y el hombre, una vez que quedó desempleado en Guarico, se aventuró hasta El Tigre atraído por el febril movimiento de la actividad petrolera.

A la caída del dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, llegaron a El Tigre y una tía materna de Victoria, le prestó una vivienda en la 5ta carrera norte que poseía en todo el frente de la casa de don Ángel Matute – el mismo distinguido amigo que vende queso en el mercado municipal – y le dijo “No pague alquiler” Germán logró empleo en la Mene Grande Oil Company y a los pocos meses compraron por 3 mil bolívares un rancho en la 5ta calle norte nº 119, poco a poco fueron mejorando la vivienda y hasta el sol de hoy es la residencia oficial de la familia Córcega Manrique, que creció de nuevo una vez en El Tigre. 5 hijos más, para completar la docena de Gómez. Cesar, Margloris, Frank, Douglas y Javier. Había que moverse como pluma para mantener ese ejercito de hijos, que según, los que los conocieron niños y adolescentes, eran capaces de devorar un búfalo en una sentada.

En el tiempo que Victoria del Valle Manrique de Córcega, la popular “Totoya” llegó a Pueblo Nuevo Norte, las calles de ese sector llegaban por el este hasta la actual Plaza Miranda y por el norte hasta la 7ma carrera. El sector norte era muy pequeño, todos se conocían e interactuaban y los vecinos más cercanos eran como familias. “Totoya” recuerda con mucho cariño a sus vecinas María Brito, María Ulpicio, Mercedes Hernández, Susana Soto, Fania de Quijada y la consultora de la suerte, Dominga Manrique con las cuales compartía los fines de semana saraos aderezados con la cervecita y el infaltable sancocho.

En los tiempos que el esposo se desempeño como trabajador petrolero, “Totoya” dedicaba su tiempo a la atención de los oficios del hogar, la educación, formación y lo más difícil, la alimentación de sus 13 hijos, por eso, también trabajaba duro para buscar la arepa. Vendió kerosén, pan, dulces, limpiaba mondongo, elaboraba morcilla, vendía comidas por encargo, escocés pata quebrá y hasta prestamista fue. El Dr. David Carbonell fue un asiduo cliente en estás dos últimas actividades que desarrollo “Totoya”. David, junto a Miguel Galantón y el Dr. Carlos Ramírez, no veían hora, fecha, mes, ni día para solicitar los productos etílicos y la facilidad de dinero en efectivo. Tenían una mantequilla con “Totoya”

Hoy, con 12 hijos vivos, 33 nietos y 17 bisnietos, Victoria del Valle Manrique de Córcega que en el año 1974 perdió a su esposo, continúa atada a la vida porque goza de su mejor herencia: Sus hijos. Ellos que la adoran, desde hace bastante tiempo, le evitan cualquier tipo de actividad, la mantienen y le cumplen todos sus caprichos. Pronto, en medio del calor, el cariño y el amor de su honorable familia, celebrará sus primeros 85 años y como decía mi abuelita “No para la pata” su vida transcurre entre El Tigre y Caracas hasta donde se ha extendido su prolija familia. ¿Dónde será la fiesta? Eso, tengo entendido, todavía está en discusión. Veremos quienes se imponen o los de la capital o los de El Tigre.

No hay dudas de ningún tipo, la popular “Totoya” que gracias a Dios, la Virgen y su alimentación a base de bola de plátano, lapa guisada, pescado salado, domplinas con mantequillita y queso rayado, goza de excelente salud y mejor memoria, es una de esas heroínas anónimas, que ha contribuido decididamente con el crecimiento, desarrollo y fortalecimiento de la ciudad que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933. Honor a quien honor merece.
El popular seudónimo de “Totoya” Viene dado en dos vertientes. El primero es que los orientales lo usan como diminutivo de Victoria y el segundo, quizá, por su gran capacidad de trabajo, rendimiento, fortaleza, vitalidad y durabilidad que la asemeja a un vehículo marca Toyota, pero ojo, a la burbuja, que además es majestuosa, elegante, bella, vistosa y buenísima. Es la opinión de su hija Margloris.