sábado, septiembre 15, 2007

La evolución histórica de la gallera Arraiz

“No perdamos nada del pasado.
Sólo con el pasado se forma el porvenir”
Anatole France (1844-1924)
Novelista y premio Nobel francés.

En la década del 50, el pueblo de El Tigre, que había nacido al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, inició una firme y decidida expansión hacia el sur-oeste. Las calles Falcón y Brisas del Caris, empezaron a poblarse a partir de la Casa Nueva York. El sector dónde hoy están ubicadas la iglesia, la escuela de especialidades femeninas y la Florida y La Gallera Arraiz, en Pueblo Ajuro, era monte y culebra. El primero en construir un kiosco de bahareque, sin servicios públicos de ningún tipo, fue Héctor Luís Salazar, el popular “Zampa” de lo que podemos inferir sin temor a equívocos, fue el fundador de la franja este de la calle Brisas del Caris que llega hasta las 4 vías. Actualmente, vive en Maracaibo y posee un puesto de venta de víveres en el mercado de Las Pulgas en el estado Zulia. Pa´que vos veáis Alirio Gutiérrez.
La esquina del kiosco de “Zampa”, quedó paralelo a la prolongación de la calle 5 de julio de Pueblo Ajuro y marca la frontera que divide a este populoso barrio del hoy, conocido como barrio La Cruz, pero que en sus inicios se conoció por las ocurrencias del popular “Negro Bolívar” que a todo y a todos les colocaba un mote, como “Barrio Loco” Muchos años, trabajó “Zampa” su kiosco que se convirtió en el sitio de encuentro de los vecinos del naciente sector. Ramón “Payara” Arraiz, Manuel “Partida” Salazar, hermano de Zampa y ambos oriundos de Santa Ana, Yoel “El conejo” Pino, Luís Manuel González, Eliseo Evans, Fabián Salazar, Modesto González, que luego instaló una bodega muy cerca, Bartolo Cubero, Félix “El bachiller” Mejías, José González, José María Lira Reyes, Benigno Piñero, Roso “El hombre dinámico” González, Tino Meza, Benito “Guinda Zorro” Velásquez, Rafael Gutiérrez, Franco Vielma que desde que llegó de Santa Rosa a El Tigre, era una fija en esa esquina, Rafael “El Chivo” Salazar, Francisco “Pancho” Hernández, Ramón León, Juan Villasana, Anselmo “El Viejo” Abreu, Samuel González “El archiconocido viejo “Grillo”, el ciego Domingo Perales, Rafael Celestino “El musiu” Abreu y otros tantos que todas las noche montaban su partiditas de truco y dominó jugando hasta altas horas de la noche. En ese tiempo existía una seguridad extrema y las personas y sus bienes no corrían peligro, aún durmiendo con las puertas de las casas sin seguro y hasta abiertas. Como cambian las cosas ¡Que envidia!
En cierta ocasión el kiosco, en horas de la madrugada fue víctima de un pavoroso incendio, no había luz eléctrica y como todo lo alumbraban con lámpara de kerosén y velas, presumen que fue una chispa que incendió el local. “Zampa” no se amilanó ante la tragedia, con el apoyo, la solidaridad, la ayuda de sus amigos y clientes, reconstruyó su bahareque – Fue enlatado con caña brava que abundaba en el patio de mi casa y que mi viejo se las regalo – Una vez rehecho el modesto local, continúo sus actividades hasta que a mediados de la década del 60, se lo vendió al portugués Juan Núñez, quien era compañero sentimental de Josefina Salazar y cuñada de Ramón Arraiz, que a la sazón, les había alquilado una vivienda al lado de su residencia, que precisamente queda haciendo esquina con el kiosco. Era el vecino más cercano. Hubo separación, el portugués, le regaló el local a Fina que ya tenía una niña de esa relación, que para variar y como para no dejar margen a equívocos, lleva el nombre de Fátima y una pinta de portuguesa impecable. De tal palo tal astilla.
Josefina Salazar, ama de casa, dedicada a la formación de sus hijos, desconocía la actividad comercial y llegó a un arreglo con su cuñado, Ramón Arraiz. Le cambió el kiosco por la casa que le había alquilado y todo quedó en familia. El portugués Juan Núñez, se mudó a la ciudad de Anaco donde abrió operaciones comerciales y hoy es propietario de dos ventas de pollo asado. Don Juan, en la avenida 5 de Julio y Don Pollo, en la avenida Mérida. En el kiosco de Pueblo Ajuro, Ramón Arraiz, reabrió con las mismas actividades que realizaba “Zampa” y a medida que fueron llegando los servicios públicos, la calle comenzó a ser transitada con mayor frecuencia, crecía la clientela y hubo que mejorar las instalaciones e incluso el patio fue cercado con bloques. Conservaba una clientela fija y entusiasta, todos los días, en especial los fines de semana, Ramón, que siempre fue aficionado a las riñas de gallos, construyó una gallera e incursionó en la cría de gallos y le colocó a la bodega el nombre de “Gallera Arraiz”. Aunque era un modesto negocio, poseía una moderna rockola y expendía toda clase de bebidas, víveres y los fines de semana cuando había actividad gallística, también se conseguía el criollísimo sancocho y las suculentas parrillas. Era el sitio de moda y había para todos los gustos.
Ramón Arraiz, Atapirireño de pura cepa, aún cuando no sabía leer, ni escribir y apenas firmaba con sus iniciales, siempre tuvo buen olfato para los negocios y fue un insigne trabajador junto a su compañera de vida Irma Salazar, a la cual le sobrevivió y aún solo, supo conservar su negocio en la primera línea de la competitividad y lo convirtió en referencia obligada para todos los citadinos. La “Gallera Arraiz” ubicada en la calle Brisas del Caris, también, era parada obligatoria, para todos aquellos transeúntes que se dirigían a la zona rural del sector sur de El Tigre. Los años no perdonan y este viejo roble, que los vivió intensamente, hasta hace poco, estuvo al frente de su negocio, pero la edad y la memoria, empezaron a fallarle, la delincuencia comenzó a hacer estragos en sus bienes, la ventas del día, los ahorros y la familia optó por llevárselo a vivir sus últimos años dignamente a la ciudad de Valencia, le arrendaron el local, con opción a compra a Oscar “Grillito” González, quien poco a poco lo ha ido levantando y ya vuelve, por su ubicación estratégica y el carisma que adorna al nuevo inquilino, a convertirlo de nuevo, en el sitio de encuentro de toda la vida.
Es la evolución histórica del kiosco de “Zampa” que fue transformado con el tiempo por el “Negro” Ramón, en la “Gallera Arraiz” y cuyo local, luego fue dividido y en uno de sus ambientes, también funcionó la farmacia “Maria Luisa” en honor a la abuela de la propietaria la farmacéutica Leydis Salazar. No hay un ápice de dudas, es un lugar emblemático en el barrio Pueblo Ajuro y un sitio de referencia obligado para mucha gente en la ciudad. No olvidemos que esta situado estratégicamente en la calle Brisas del Caris, la misma que empalma con la carretera que nos lleva a las comunidades campesinas, la zona rural, los balnearios ubicados al sur de la ciudad y para lo que pasan a mejor vida, es la calle sin retorno. Obvio, los de menos recursos, porque ahora hay otra opción, aunque el resultado, pareciera el mismo. Es cuestión de óptica y también de gustos. ¡Ave María purísima!
Hacemos esta breve reseña de la evolución histórica de la gallera Arraiz, para dejar testimonio escrito de un lugar que hizo y forma parte de la historia del barrio Pueblo Ajuro y del pueblo que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933 y de esa manera la élite ilustrada y oficialmente encargada de preservar nuestra memoria histórica, obtenga fuentes fidedignas de nuestro acontecer pasado y puedan escribir la verdadera historia de la ciudad de El Tigre. Todos, los aquí mencionados, son fundadores del barrio Pueblo Ajuro.

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