lunes, octubre 18, 2010

Los primeros bodegueros de la ciudad

Todo comienzo tiene su encanto
Johann Wolfgang Van Goethe (1749-1832)
Poeta, novelista y dramaturgo alemán


La primera expansión urbana del pueblo de El Tigre, desde el Casco Viejo, fue hacía el extremo sur. Ese crecimiento dio nacimiento a la calle Florida, la cual con el tiempo, se convirtió en el límite entre el Casco Viejo con el nuevo y primer sector, conocido en principio como Barrio Ajuro (ahora Pueblo Ajuro). En aquel tiempo, el progresivo aumento del urbanismo, creaba demandas urgentes de productos alimenticios y de bienes para cubrir las necesidades básicas de la población. Es entonces cuando en el incipiente pueblo, que ya contaba en su lugar primigenio con la Casa del Pueblo de don Rafael García y las bodegas, La Chaparreña de don David Barrancas, Sotillo de Ramón Antonio Sotillo – el primer cariseño que cantó millón en El Tigre – La Florida de Ricardo Bermúdez, la de Julio Navarrete y Margarita Salazar, La Aragueña de Salvador La Paz, La Tacita de Plata del Sr. Alberto Rodríguez, la Mano de Oro, La Casa China, La Pastora de los hermanos Hernández Franco, la de Ramón Meza y Petra Meza, el mayor de víveres de Francisco Lira, que funcionó en la calle Ribas, dónde hoy está la bodega Rivas, Independencia de Carmen Santaella, la de Isidro Meza y Natividad Sotillo de Meza, entre otras, vieron nacer la competencia con la apertura de nuevas bodegas en el nuevo sector, que se formó a partir de la Calle Florida y, cuya punta de lanza era la casa Nueva York. El Tigre empezaba su lento crecimiento urbano.

En ese entonces abren sus puertas, para cubrir la demanda de esta nueva comunidad, en la calle Héctor Villegas la bodega de Antonio “Barón” Rodríguez, frente al primer mercado que funcionó en el pueblo. En la calle Nueva Esparta se ubicó Juan Benito Mejías, en la calle Independencia María Soto, en el callejón Heres las de Ramón Figueredo y la de Vinicio Almeida. En la esquina del bar exclusivo de cerveza Zulia “El Tropezón”, el cual al poco tiempo fue convertido en bodega por el señor Pablo Matute, quien antes ejerció la profesión de barbero y, luego dejó a cargo del negocio a su sobrino Cruz Correa el cual llegó de Santa Clara para ayudarlo. En las esquinas de la calle Nueva Esparta con La Florida, las bodegas de Vicente “Vicentico” González y Rigo Corona con “Mi Ranchito”, más adelante en Pueblo Ajuro adentro, se instalaron Pedro “El Indio” Carias, Vidal Matute, Jesús Reyes, Seferino Barreto, Eugenio “Janajana” López, Pablo “El Catire” Freites, Luís Morales con la bodega “El Diamante, Crisanto Tovar y Martina Salazar con la bodega “La Libertad, Germán “El gordo” Gamboa en la bodega “Luchando por la situación”, Miguel Jiménez que instaló su bodega “Dios da para todos” en el cruce de la carretera Negra La Flint con 5 de Julio, Ramona Mota dueña de la bodega La Mucureña, la bodega “El Almendrón” de doña Carmen de Martínez y el compaíto Miguel Tabata – bodega “La Unión – en la esquina de la calle Falcón c/c calle 5 Julio, la cual fue, por muchos años el sitio de encuentro por excelencia de lo fundadores del sector, porque además allí, Miguel tenía su taguarita, con los osos bien fríos, lindas anfitrionas, mesa de pool y billar, además de la sinfonola, que poseía en su discografía, el mejor repertorio de rancheras de la ciudad. La foto que acompaña está crónica es de Miguel Tabata, el cual a pesar de la edad, todavía ejerce la profesión de bodeguero, al lado de su hijo Gudelio. El que ha sido marinero cuando ve el mar suspira.

En la medida que crecía el barrio, fueron instalándose, Jesús Abreu propietario de la bodega La Preferida en la calle Nueva Esparta c/c 5 de Julio, Jesús Piñero fundador de la bodega El Imán en esquina de la calle Venezuela con 5 de Julio. Isabel Matute que regentó por unos años la bodega El Refugio, en la misma calle 5 de julio c/c calle Nueva Esparta. El Kiosco de Héctor Luís “Zampa bollo” Salazar en lo que hoy se conoce como la Gallera Arraíz y, que por muchos años poseyó el popular negro Ramón Arraíz, el cual falleció hace pocos meses en Valencia y la familia decidió vender las instalaciones a una empresa distribuidora de insumos agrícolas, la cual está procediendo a su demolición y construcción de una moderna edificación, con lo cual desaparecerá físicamente, buena parte de la historia de Pueblo Ajuro y el Barrio La Cruz, conocido inicialmente como Barrio Loco”, nombre que le acuño Juan Rafael “El Negro Bolívar” Hernández. Ese nuevo barrio arranca de la parte trasera del kiosco y la casa de familia de Ramón Arraíz y cuyas viviendas fue la de Miguel Antonio “El negro” Salazar y, más adelante la de Rafael “El Chivo” Salazar. La histórica esquina es el límite entre Pueblo Ajuro y el Barrio La Cruz. El que visitó “El Club Mogollón” del amigo Luís Alexis “El negro” Mogollón, conoce la zona.

El inicio del barrio Pueblo Ajuro tuvo su encanto. Era parte de la sabana abierta. Un peladero de chivo, como se dice coloquialmente, pero zona reservada de las petroleras. No había aceras, cloacas, teléfono, ni tendido eléctrico, calles sin asfaltar y la primera toma de agua – ilegal por cierto – provino de una tubería de aguas blancas propiedad de la Mene Grande Oil Company la cual llegaba primero, al sitio dónde la familia Gámez que había emigrado de Atapirire, construyeron sus viviendas, luego la tubería fue ampliada, por iniciativa de José María Lira Reyes, que consiguió los tubos, los conectores y las llaves de paso para, con la mano de obra de los fundadores del sector, acercarla a la parte trasera de la casa de Ramón Arraíz. Esa fue una solución para los primeros habitantes del barrio, hasta que llegó el acueducto. Esas carencias, penurias y necesidades, fueron sobrellevadas con gran dignidad por los primeros pobladores del barrio, que lograron con sus luchas y, eso fue uno de sus grandes encantos, superarlas todas. Hoy carecen de un modulo policial, la falta de drenajes y la reparación de sus calles y campos deportivos. La lucha continúa. Vendrán tiempos mejores y gobiernos que se ocupen. La esperanza nunca se ha perdido, ni se perderá.

El área geográfica de Pueblo Ajuro quedó reducida al cuadrante que forman por el norte la calle La Florida, por el sur la carretera Negra de la Flint, por el este la calle Brisas del Caris y por el oeste, otra vez, la carretera Negra de la Flint. Esta última vía arranca desde la entrada a Pariaguán, pasa por el borde oeste de La Charneca, el caso viejo, Pueblo Ajuro y, cruza a la izquierda, en la esquina dónde funcionó el Bar Mi Balconcito, ubicado en lo que fue, la zona de tolerancia conocida como “El Mosquero” y llega, después de bordear los sectores populares Villa Hermosa, las 4 vías, Oficina 1, Las Vegas y Las Delicias, hasta el cruce de VEA. Ese segmento de área geográfica es Pueblo Ajuro.

En el sitio dónde hoy, está la entrada suroeste del novísimo automercado Unicasa, se exhibía en un pedestal un antiquísimo vehículo, fragmentado por efectos de un pavoroso accidente vial, con una llamativa inscripción que decía: VEA, con lo cual las autoridades de transito, bajo la dictadura del dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez, alertaban a los conductores acerca del peligro de ese cruce, que antes formaba parte de la carretera a Soledad y ahora con el crecimiento de la ciudad, está ubicado en el área urbana. Esa chatarra o pieza de museo, fue la que dio el nombre a ese sector y, el cual fue retirada en el año 1987, por el Presidente Municipal Ing. Mauro Barrios, cumpliendo instrucciones del entonces gobernador del estado Otto Padrón Guevara. Esa masa de hierro retorcida, fue desaparecida. Un error, a mi humilde entender, ya que se perdió una parte de nuestro patrimonio histórico. El que no sabe es como el que no ve.

Las bodegas, también tenían sus encantos. Los chicos de la época, por cada bolívar que gastaban en esos expendio de víveres, los dueños, para atraerlos hasta sus establecimientos y aumentar sus ventas, eran recompensados con un granito, el cual iban depositando en un frasco debidamente identificado con su nombre y cuando completaban 20 granitos, tenían opción a un caramelo, un triquitraque, una galleta o cualquier otro artículo que gustaran, cuyo costo no excediera de medio (0,25 Cms.). Era una competencia leal y, que por supuesto, le hacía más llevadero el mandado a los chicos, que tenía que ir permanentemente, a hacer los mandados. Ahora, en esos negocios, no dan ni las gracias. Lo tomas o lo dejas, así de sencillo.

Estas evocaciones de los inicios de la ciudad, las bodegas, sus propietarios, los sitios aludidos y, las precisiones que hacemos, producto de nuestras rigurosas y muy serias investigaciones, las trasmitimos en estos humildes destellos de la memoria, para dejar testimonio escrito de nuestro bello, maravilloso y rico pasado y que puede ser en el futuro, un material valioso que podría, previa validación de estos hechos, lugares y personajes, por parte de los interesados, ser tomado en cuenta por nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia del pueblo, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933 y, que los puedan incorporar al disco duro de la memoria histórica de la ciudad. ¡Vale la pena!



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