lunes, octubre 11, 2010

Personajes de mi pueblo: Florencio Antonio “Chencho” Bolívar Bolívar


El hombre no es el creador de las circunstancias,
más bien las circunstancias crean al hombre
Benjamín Disraeli (1804-1881)
Escritor británico.


Paisano del ex premier Octavio Lepage Barreto e hijo del matrimonio que formaron en Santa Rosa, Florencio Bolívar y Rosa Leticia Bolívar Maita, los cuales tuvieron 3 hijos más. Ramón, Teresa y María Auxiliadora. Florencio “Chencho” Bolívar, llegó El Tigre a los 14 años, cuando había concluido su primaria en la escuela Santa Teresa de la Parra de su pueblo natal. En esta ciudad, lo acogió una comadre de su progenitora, se inscribió en el Instituto de Comercio Alberto Carnevali, cursó hasta tercer año y se vio obligado a abandonar los estudios para incursionar en el mercado del trabajo, porque la cosa se puso dura y tenía que salir a ganarse la arepa. Eran los tiempos de la troja alta.

Ese largo periplo laboral, iniciado en la bomba de gasolina Unión de San José de Guanipa, la cual funcionó cerca de dónde está el Club Ritz, que para ese entonces pertenecía a la señora Mercedes Vda. de García y, a los 2 años pasó a la Estación de Servicio GAR, muy cerca del Duomo y frente del Transporte Águila del empresario Pablo Sánchez, de los hermanos Antonio y Eugenio García, dónde permaneció un año más. 3 años de operador de máquinas de gasolina – no le gusta la calificación de bombero – en esa actividad, en una feliz coincidencia de la vida, conoció al Dr. Antonio Caraballo, a la sazón dueño de la Farmacia Virgen de Valle en El Tigre el cual lo contrató como aprendiz y después de 11 años de actividad con él, egresó como auxiliar de farmacia y pasó a prestar servicios en la Farmacia Bolívar del Dr. Manuel Hernández García por espacio de 21 años y culminó su carrera con 10 años en el área farmacéutica de la empresa petrolera SPA. Esa circunstancia creó al hombre dedicado al área farmacéutica.

En ese tiempo, las cremas, pomadas, jarabes y muchas formulas médicas, había que prepararlas en el laboratorio de estos establecimientos dedicados a la comercialización de medicinas. En ese sentido, Florencio con la enseñanza, ilustración, guía y supervisión de los Dres. Antonio Caraballo y Manuel Hernández, se especializó en la materia, al extremo de que, aún cuando todas esos medicamentos vienen ya preparados, hay vecinos, relacionados y amigos que le solicitan la preparación de alguna de esas pócimas (sobre todo una que evita la despigmentación del cabello y la cual le encarga y paga en efectivo su vecino Miguel Galantón la cual usa para evitar se le vean las canas) porque las consideran más efectivas que las que provienen de los laboratorios especializados. El hombre continúa cómo aprendiz de brujo.

Florencio “Chencho” Bolívar, está felizmente casado con la señora Antonia Fajardo y todos sus 6 hijos son del matrimonio (Él jura y perjura que nunca tuvo segundos frentes) Eglys, Wilfredo, José Gregorio, Florencio, Sandra y Carlos quien lamentablemente falleció muy joven forman la descendencia directa y además posee 5 nietos, que le alegran la vida ahora que está casero, haciendo continúas y permanentes terapias, para superar un ACV que le inmovilizó algunas funciones motoras, pero que, gracias a Dios, le dejó su afilada lengua en condiciones óptimas, lo que le permite cortarle el traje a propios y extraños, así como también contar las anécdotas dónde destaca aquella cuando el Dr. Caraballo, lo llevó al bar “La Cabaña” que funcionó en la avenida Peñalver y se lo presentó al dueño que era Juan Ruperto. Mira, Juan te presento a mi asistente, éste con la amabilidad que lo caracterizaba, le dio la mano, escuchó su nombre y lo miró de arriba – abajo, lo detalló y se volteó hacía el doctor y le dijo Caraballo, “de dónde sacaste este sapo espaturrao”. Eran las salidas ingeniosas de Juan Ruperto que retrataba a la gente y lo comparaba con algún objeto parecido. Ellos, por mucho tiempo, luego de ese encontronazo y, aún cuando “Chencho” manifiesta que no el gusta carne e’ gallo, lograron mucha empatía, se entendieron muy bien y fueron grandes amigos. Algún secreto quedó de esa íntima amistad y como diría don Pedro Marrero Hernández. “De no ser así ¡Que vaina!”.

En sus tiempos de bohemio, Florencio “Chencho” Bolívar, fue asiduo visitante de de los expendios de licores que funcionaron en los locales de Armenia Hércules, Ana Veroes, Luisa May, Betty Morillo, María Quintana, Kristin Club de don Cristino Reyes, Vilda Ramos, Ramón Array, Domingo Centeno, Juan Benito Mejías, “El Tuerto” Esteban, María Guarito, el Bodegón de Luís Hernández y, en muchas ocasiones formaba parte de grupos, dónde destacaban los grandes lanzadores de la época, como fueron y son los que todavía viven, Luís Fernández, Alfredo Gamboa, Arturo Tineo, Henry “Nenerina” Hernández, Horacio Guzmán Requena, Alex Dorlemón, Jesús “Chuito” Almeida, Román José Lunar, Atillio Mazarri, Graciliano Cazorla, Agustín Blanco, Mauro Barrios, Luciano “Chano” Carreño, Alberto Barrios, José Antonio Arias Reyes, Rubén Medina, Ramón Barroso, Pablo Rodríguez, Aquiles Lugo, Cipriano Barroso, Dorsey Valentín “Chichi Boada, entre otros, con los cuales vivió grandes veladas. ¡Una pelusa!, diría don Gustavo Perdomo, cronista oficial de la ciudad.

En el tiempo en el cual Florencio “Chencho” Bolívar se desempeño como auxiliar de las Farmacias Virgen del Valle y Bolívar, también funcionaban en la ciudad, La San José del Dr. Placido Fermín, Del Pueblo del Dr. Oswaldo González y cuyos asistentes eran Hernán Zabala y el “Indio” Raúl, la San Miguel que funcionó frente al Edif. Arauca, La Margarita, Botica Nueva, La Central, Boconó, Plaza del Dr. Julio Marcano Berti, El Tigre de la Dra. Anabelys Barrios, Luz, Peñalver de la Dra. Yajaira Díaz, Santa Marta, Cadiz, Nueva, entre otras. La competencia, no era tan salvaje como ahora con las grandes franquicias y todas sobrevivían, con la clientela que provenía de los vecinos que tenían residencia en los sectores aledaños. Era la época bucólica del pueblo.

Este personaje, su distinguida familia, las farmacias, sus propietarios y otras figuras del pueblo que mencionamos en estos humildes destellos, fueron cada quien desde sus espacios de trabajo, forjadores del pueblo y forman parte de las más bellas páginas de nuestro maravilloso, abundante, copioso y exuberante pasado, el cual debe ser conocido, estudiado, investigado y profundizado por las presentes y futuras generaciones, para que tengan una idea exacta, de dónde venimos, dónde estamos y hacía dónde vamos y además, es nuestra aspiración, que los eximios historiadores, investigadores, escritores y cronistas cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!





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