sábado, mayo 06, 2006

Personajes de mi pueblo: Samuel y Trino

“Argumentar con una persona que ha renunciado a la
lógica, es como dar medicina a un hombre muerto”
Thomas Paine.

Vecinos de la calle Falcón de Pueblo Ajuro Samuel González de 87 años, conocido popularmente como el viejo “Grillo” y Trino Tiapa de 81, ambos se criaron en las costas de río Caris aunque, Samuel nació en Costa de Pinar en las riveras del río Tigre exactamente en Corralito. Ambos bien lúcidos y llenos de vida. Estos personajes vieron, caminaron, transitaron y disfrutaron de la belleza de la Mesa de Guanipa en todo su esplendor cuando era un banco e’ sabana donde sólo divisaban chaparros, manteco y las matas de mastranto cuando pasaban con sus viejos por la carretera de Buey rumbo a Cantaura cargados a vender casabe, tela de moriche, papelón y chinchorros. Una semana duraba la travesía y recuerdan que cuando el río Guanipa estaba crecido los indígenas pasaban la carga en el hombro y la cabeza, para luego empujar el carro con dos bueyes nada más y recargarlo al otro lado. Eran carros artesanales de dos ruedas que tiraban 3 yuntas de buey y que servían de transporte para la mercancía en la época. Lento pero ecológico los vehículos de ese momento; los de hoy comen petróleo y expulsan veneno.

Un buen día cuando regresaban de uno de esos viajes de trabajo, cuenta Samuel González, observaron que en plena Mesa estaban descargando materiales y había una pequeña carpa. La curiosidad los impulsó a acercarse y allí conocieron a Mister Julio y Mister William quienes les explicaron la razón por la cual estaban pernoctando en el lugar. Estos americanos, asegura Samuel González fueron los primeros pobladores de esta inmensa Mesa de Guanipa. Lo dice con tal convicción y seguridad que no da margen para la duda. Es más dice, “nosotros veníamos a vender guarapo de caña a los primero obreros del Caris que contrataron para la limpieza y desmalezamiento del sitio donde perforaron el pozo y que nosotros le decíamos al taladro que luego se conoció como oficina 1, “El deri” Está tan seguro de lo que vivió Samuel González que “muchacho, recuerda con vivacidad, que se hizo amigo de ambos americanos y un día ellos le preguntaron por señas dónde se podían echar unos traguitos y el diligentemente, los llevó a Loma Bonita antes de llegar a lo que hoy se conoce como el Puente de la Ventazón, dónde Don Augusto Sifontes tenía una bodega bien surtida y vendía ron por palitos” No olvida tampoco que los dos recién llegados para llegar a la bodega se fueron detrás de los burros en su pick up abriendo pica y luego que se hicieron amigos del dueño del negocio, enamoraron las hijas y se casarón, las señoritas Petra y Aída”. Para que veas si conozco, me ratifica, bien serio. Particularmente le creo porque conozco de sus honestidad, seriedad, laboriosidad y origen humilde que vivió junto a su familia en las costas del río Caris.

Samuel recuerda que la primera casa que el vio fue la que construyeron unas muchachas (Genara y Delia) que llegaron de Cantaura en la esquina donde hoy está la Librería Txiki y luego construyó al frente la señora América Álvarez que venía de San Joaquín y tenía dos muchachas muy lindas. Quizá, dice Samuel lo que actualmente es la Calle Bolívar se llamó calle Cantaura porque las primeras que llegaron fueron esas muchachas que eran muy populares, venían de ese pueblo y se instalaron allí donde montaron un ventorrillo de comida y vendían empanadas, almuerzos, jugos y el cafecito mañanero. Era un sitio muy concurrido incluso por los americanos.

Samuel y Trino que venían permanentemente al “Deri” vieron como se fue formando la ciudad y guardan el recuerdo de que el primer soldador que llegó a la zona fue Don Jesús Subero cuando ya la cabria estaba armada, luego el lugar se fue llenando de Margariteños y uno que otro carupanero atraídos por la explotación petrolera que necesitaba de mano de obra y era –y sigue siendo – la mejor remunerada. Ellos dicen que los primeros médicos que llegaron fue el Dr. Keith que se instaló cerca de la calle Rivas en lo fue por mucho tiempo luego la casa de David Barrancas que es la esquina de la calle Héctor Villegas y el Dr. González Orsini que cobraban la consulta a domicilio en dos fuerte y uno en el consultorio. El Dr. González Orisini tenía de enfermero a “Goyo” Gutiérrez que iba en bicicleta a inyectar a los pacientes y cobraba un bolívar. Otro que se dedicó a esa profesión de manera independiente fue Don Julio Rodríguez que inyectaba a domicilio también y era el médico popular de los lugareños. No olvidan al Dr. Rebollo, oriundo de Tucupita, que aún cuando le instaló en lo que hoy es El Tigrito de vez en cuando y de cuando en vez se daba una vueltecita para atender pacientes en El Tigre.

Para Samuel y Trino que pateaban permanentemente la zona, los primeros comerciantes en instalarse fueron Don Alcibíades Cones y Pío Estanga y los que decidieron construir casas fueron Don Ramón Meza, Domingo Piamo, Margarito Ramos, Dimas La Rosa, José María Lira Reyes, Canacho Soto, Ramón Antonio Sotillo, Miguel Rodríguez y Rafael Antonio García, que construyó “La Casa del Pueblo y luego la Casa New York que era el sitio predilecto de los americanos y sus más cercanos colaboradores para montar sus parrandas con fino escoses. En el Hotel Manzanares de Doña Petra, consiguió su primer empleo Samuel como “Toero” porque igual hacia mandados como lavar platos y hasta arreglar habitaciones. En esa pasantía conoció al revolucionario, según sus palabras, Arévalo Cedeño conocido como el “El Rey de los Llanos” que a la caída de Gómez fue nombrado por el general Eleazar López Contreras como Presidente del estado Guárico y en un viaje a Guayana pernoctó en el hotel, acompañado de su séquito que viajaban en 3 autobuses armados con unos “Máuser” más largos que esperanza de pobre. Llegaron a las 5 AM reposaron, descasaron, se hicieron la toilet, comieron y se marcharon en la noche rumbo a Ciudad Bolívar. De Arévalo Cedeño en la época de Gómez se tejieron muchas historias, una dice que luchaba para derrocarlo, otra cuenta que más bien era aliado del Benemérito que lo utilizaba como agitador para crear un estado de guerra cada vez que la sociedad venezolana solicitaba elecciones y no hubiese condiciones para una cita electoral y el pueblo se olvidará de esas cosas, está ultima historia tenía su base de sustentación en el hecho de que nunca lo hicieron preso y llegaba a los hatos del Gómez vendía rebaños para financiar su gesta y mataba muchas reses para alimentar su tropa. Es más dice, Trino, había quien aseguraba que picaba los cables del telégrafo y se comunicaba con el general. Así son las cosas, Chivo Negro dixi.

Con la llegada del petroleo, aseguran Samuel y Trino, consiguieron remedio para la Nigua que tenía azotada a la gente que vivía en las costas del Caris. Había tanta Nigua que nadie se escapaba de tener al menos los pies, los codos y otras partes del cuerpo invadido por esas perversas chinchas. Eran tan numerosas que se pegaban en los chinchorros y cuando la gente se acostaba era presa fácil de ellas. Bueno, el cuento es que la gente para quitárselas metía las partes afectadas en el petróleo que se las mataba en el acto. Esa invasión de insectos era una tragedia hasta que el gobierno de Pérez Jiménez se fumigó por primera vez el país y acabaron con esas chinchas, pulgas, garrapatas etc, etc. Otra cosa que cuentan Samuel y Trino es que para esa época las mujeres no bebían aguardiente, eso era estaba reservado para los hombres, hasta que llegaron unas carupaneras muy alegres que rompieron la norma y se echaban palo parejo en la “Casa del Pueblo” dónde, por supuesto, conquistaban hombres y de esa manera ejercían el oficio más antiguo.
Son vivencias contadas por sus protagonistas, muy buenas para enriquecer el acervo histórico de nuestra ciudad. No son argumentos ilógicos, son producto del conocimiento exacto de lo que sucedió y que ellos, mozalbetes para la época, vivieron en toda su intensidad y ahora como adultos mayores, recuerdan con claridad meridiana y cuentan con mucha fruición, emoción y un dejo de nostalgia. Particularmente, creo que sus relatos tienen mucha lógica y más que rebatirlos hay que seguir hurgando en la fuente y confirmar las cosas para evitar equívocos con la formación y crecimiento aluvional de la ciudad al calor de la industria petrolera. Gracias a Dios todavía hay gente vivita y coleando que pueden dar fe de lo que ellos afirman, uno comparte y, por supuesto, respeta. Es cuestión de lógica.



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