“No les puedo asegurar la verdad, pero
como me lo contaron se los cuento”
Scott.
como me lo contaron se los cuento”
Scott.
En el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez Rodríguez, dictaron un decreto que sancionaba con 48 horas de arresto aquellos conductores que desarrollasen velocidades mayores de 80 Km/ph en las áreas extraurbanas. En una oportunidad Emersón Camero se dirigía a El Tigrito a una reunión urgente, cuando pasaba cerca de los silos de AGUANCA una patrulla de la Inspectoría de Transito Terrestre lo emparejó y le solicitó que se estacionará a la derecha. “Ciudadano, acaba de violar el decreto número XX ¿Porqué? pregunta Camero y el fiscal le dice que se desplazaba a una velocidad mayor de 80 Km. y lo conmina a que lo acompañe a su comando. Camero con su proverbial humildad, trata de persuadir al fiscal y este no entiende de razones. Entonces le dice en tono enérgico: “Amigo, acompáñeme que está detenido y punto. ¡Ay vaina! Le dice Camero, entonces mejor vamos a la Prefectura que es la facultada para aplicar la sanción y obligada a que se le dé estricto cumplimiento al decreto que usted alude.
Llegan a la Prefectura, Camero saca la llave del despacho, pasa, ocupa su asiento de Prefecto, invita al fiscal a sentarse y le dice. Bueno, amigo en que quedamos. El fiscal todo confundido reconoce el tremendo error. El fiscal se había estrellado contra el mismísimo Prefecto. Una disculpa y bueno…Uds. conocieron a Emersón Camero en el gobierno. Todo un caballerazo y las cosas no pasaron de allí. Amigos y más nada. Me lo contó Chungo Abreu.
***** - *****
Cuentan los adultos contemporáneos que el primer servicio de Aseo Urbano Domiciliario de El Tigre, lo presto don Manuel Salvador Márquez, el popular “Pipe sucio” Este pintoresco personaje, que se decía descendiente de los indios apaches norteamericanos, hablaba ingles perfectamente, cuestión que aprovechaba para reafirmar su origen gringo. Durante su larga existencia, se dedicó a botar la basura de los vecinos en su vertedero particular detrás de La Flint, hasta que las fuerzas físicas lo acompañaron. Para esa dura y desagradable tarea que le proporcionaba los recursos para sobrevivir, utilizaba un rústico carretón que empujaba con sus propias manos. Por ese servicio cobraba la módica suma de Bs. 0,50. A medida que la ciudad fue creciendo y tenía que ir más lejos el popular “Pipe sucio” exclamaba: “El Tigre se me está haciendo muy pequeño” ¡Claro! lo que se le reducía era el espacio para depositar los desechos sólidos, como se conoce hoy la basura, ya que la ciudad se expandía hasta los sitios que utilizaba como vertedero y tenía que ir más lejos.
La basura es nauseabunda, asquerosa, fétida, repugnante, pero hoy, es tremendo negocio. Observen el entorno. Hasta el alcalde pretende competir con la empresa concesionaria del servicio.
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Cuando se inició la fundación de Barrio Ajuro, en la zona noroeste, el que prendió la mecha construyendo el primer rancho en el “Hueco e’ la cuchara” oficialmente hoy, el callejón Urdaneta, fue el pequeño Florencio Maurera, conocido popularmente como “Mata e’ coco”. Todo el mundo sabe que los esbirros de la Seguridad Nacional no tenían miramientos con nadie y como la zona estaba reservada para la Industria Petrolera era terminantemente prohibido levantar viviendas en el área. “Mata é coco” construía de noche y en el día llegaba la temible SN y le derrumbaba el rancho. Fue tanta su tenacidad que los esbirros, molestos de la misma rutina, preguntaron quien era el “arrecho” que no respetaba la orden de no construir y la gente les contestaba, entre ellos Florencio: “Bueno, ese rancho es de Mata e’ coco” salían a buscarlo para detenerlo, castigarlo y escarmentarlo. Nunca lo encontraban, mucho menos lo detuvieron. ¡Claro! buscaban un hombre alto, acorde con el apodo. Lo que desconocían los oficiales de la SN, era que al “Mata e’ coco” le habían colocado el motete para burlarse de su pequeña estatura. Dios sabe lo que hace.
¡Albricias! Para los amigos y vecinos de Florencio Maurera. Esa ocurrencia del apodo evitó que fuese identificado, detenido, torturado y hasta desaparecido, como era la práctica del régimen Pérezjimenista. En síntesis, “Mata e’ coco” Fue el fundador del célebre callejón Urdaneta, conocido popularmente como el “Hueco de la cuchara”. Pregúntenle al quebraito Arturo que bastante pulió hebilla al son de la cumbia en la taguarita de Ismael, donde perdió más de una bicicleta. La paganini: La bodeguita de Ramón Array. Era pa’ coge palco.
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José Troncoso, de familia dominicana que nació en el Puerto de Veracruz el 20 de septiembre de 1932, hoy vive en Ciudad Bolívar me llama para decirme: Amigo Cheo, leo sus columnas acerca de los personajes de El Tigre en el diario el Progreso y me encantan. Llegue a El Tigre a la edad de 9 años. Nací en Veracruz, a los 5 años mi familia volvió a Santo Domingo y luego cuando tenía 9 años llegamos como polizontes en un barco al puerto de Guanta, que para ese tiempo era el menos resguardado y era el predilecto de los contrabandistas. No conozco Veracruz, pero si conocí a El Tigre porque llegue a esa pequeña población en el año en el año 1941, viví 14 años, fui chofer de los primeros autobuses que prestaron servicio hasta San Tome, me familiarice con muchas cosas, entre otras, recuerdo el hotel Polo Norte de don, Franco Lander, el cine Mundial en la punta de la calle Orinoco, dónde luego funcionó la escuela “Cova Maza” y una vez que la concentraron en la Escuela “Simón Rodríguez”, derrumbaron la vieja edificación y construyeron la sede de la Comandancia de Policía y en la parte trasera instalaron la Inspectoría de Transito Terrestre, bueno, imagínate. Mire, le cuento que era muy aficionado al cine, la película de Simón Bolívar fue larguisima. Entramos a las 7 PM y salimos a las 12.30 AM. La gente que asistía a los espectáculos cinematográficos era muy violenta, destruía los asientos, las luminarias y cuanta cosa encontraba por el medio cuando se disgustaba por un corte (Robaban, decía uno) o la película no le gustaba.
En una oportunidad, en medio de una gran publicidad, estrenaron en el cine Principal, la cinta cinematográfica “Arriba las mujeres” la sala se lleno, a la gente no le gusto, era malísima, la protesta fue tan violenta que el vehículo de don Roberto Bonaguro, un lujoso Ford Blanco convertible, que estaba estacionado frente al cine, lo secuestró una turba, lo llevaron empujado hasta la punta este de la calle Bolívar, más o menos dónde está el CC Díaz y le prendieron fuego. Pérdida total
Don Roberto Bonaguro no formó mayor escándalo, las cosas no pasaron a mayores y la vida siguió igual.
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Creo que estás cosas son verdad. No les puedo asegurar que lo sean. Las cuento como me las contaron. Lo importante es que los personajes que aquí mencionamos existieron algunos, otros existen, formaron y forman parte de la historia menuda de la ciudad. Mi intención es que, sin pertenecer a la elite ilustrada, esta pueda tomar debida nota de ellos e incorporarlos al riquísimo acervo histórico de nuestra metrópoli y podamos todos juntos conservar la memoria histórica del pueblo que nos vio nacer. Creo que vale la pena. ¿O no?
Llegan a la Prefectura, Camero saca la llave del despacho, pasa, ocupa su asiento de Prefecto, invita al fiscal a sentarse y le dice. Bueno, amigo en que quedamos. El fiscal todo confundido reconoce el tremendo error. El fiscal se había estrellado contra el mismísimo Prefecto. Una disculpa y bueno…Uds. conocieron a Emersón Camero en el gobierno. Todo un caballerazo y las cosas no pasaron de allí. Amigos y más nada. Me lo contó Chungo Abreu.
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Cuentan los adultos contemporáneos que el primer servicio de Aseo Urbano Domiciliario de El Tigre, lo presto don Manuel Salvador Márquez, el popular “Pipe sucio” Este pintoresco personaje, que se decía descendiente de los indios apaches norteamericanos, hablaba ingles perfectamente, cuestión que aprovechaba para reafirmar su origen gringo. Durante su larga existencia, se dedicó a botar la basura de los vecinos en su vertedero particular detrás de La Flint, hasta que las fuerzas físicas lo acompañaron. Para esa dura y desagradable tarea que le proporcionaba los recursos para sobrevivir, utilizaba un rústico carretón que empujaba con sus propias manos. Por ese servicio cobraba la módica suma de Bs. 0,50. A medida que la ciudad fue creciendo y tenía que ir más lejos el popular “Pipe sucio” exclamaba: “El Tigre se me está haciendo muy pequeño” ¡Claro! lo que se le reducía era el espacio para depositar los desechos sólidos, como se conoce hoy la basura, ya que la ciudad se expandía hasta los sitios que utilizaba como vertedero y tenía que ir más lejos.
La basura es nauseabunda, asquerosa, fétida, repugnante, pero hoy, es tremendo negocio. Observen el entorno. Hasta el alcalde pretende competir con la empresa concesionaria del servicio.
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Cuando se inició la fundación de Barrio Ajuro, en la zona noroeste, el que prendió la mecha construyendo el primer rancho en el “Hueco e’ la cuchara” oficialmente hoy, el callejón Urdaneta, fue el pequeño Florencio Maurera, conocido popularmente como “Mata e’ coco”. Todo el mundo sabe que los esbirros de la Seguridad Nacional no tenían miramientos con nadie y como la zona estaba reservada para la Industria Petrolera era terminantemente prohibido levantar viviendas en el área. “Mata é coco” construía de noche y en el día llegaba la temible SN y le derrumbaba el rancho. Fue tanta su tenacidad que los esbirros, molestos de la misma rutina, preguntaron quien era el “arrecho” que no respetaba la orden de no construir y la gente les contestaba, entre ellos Florencio: “Bueno, ese rancho es de Mata e’ coco” salían a buscarlo para detenerlo, castigarlo y escarmentarlo. Nunca lo encontraban, mucho menos lo detuvieron. ¡Claro! buscaban un hombre alto, acorde con el apodo. Lo que desconocían los oficiales de la SN, era que al “Mata e’ coco” le habían colocado el motete para burlarse de su pequeña estatura. Dios sabe lo que hace.
¡Albricias! Para los amigos y vecinos de Florencio Maurera. Esa ocurrencia del apodo evitó que fuese identificado, detenido, torturado y hasta desaparecido, como era la práctica del régimen Pérezjimenista. En síntesis, “Mata e’ coco” Fue el fundador del célebre callejón Urdaneta, conocido popularmente como el “Hueco de la cuchara”. Pregúntenle al quebraito Arturo que bastante pulió hebilla al son de la cumbia en la taguarita de Ismael, donde perdió más de una bicicleta. La paganini: La bodeguita de Ramón Array. Era pa’ coge palco.
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José Troncoso, de familia dominicana que nació en el Puerto de Veracruz el 20 de septiembre de 1932, hoy vive en Ciudad Bolívar me llama para decirme: Amigo Cheo, leo sus columnas acerca de los personajes de El Tigre en el diario el Progreso y me encantan. Llegue a El Tigre a la edad de 9 años. Nací en Veracruz, a los 5 años mi familia volvió a Santo Domingo y luego cuando tenía 9 años llegamos como polizontes en un barco al puerto de Guanta, que para ese tiempo era el menos resguardado y era el predilecto de los contrabandistas. No conozco Veracruz, pero si conocí a El Tigre porque llegue a esa pequeña población en el año en el año 1941, viví 14 años, fui chofer de los primeros autobuses que prestaron servicio hasta San Tome, me familiarice con muchas cosas, entre otras, recuerdo el hotel Polo Norte de don, Franco Lander, el cine Mundial en la punta de la calle Orinoco, dónde luego funcionó la escuela “Cova Maza” y una vez que la concentraron en la Escuela “Simón Rodríguez”, derrumbaron la vieja edificación y construyeron la sede de la Comandancia de Policía y en la parte trasera instalaron la Inspectoría de Transito Terrestre, bueno, imagínate. Mire, le cuento que era muy aficionado al cine, la película de Simón Bolívar fue larguisima. Entramos a las 7 PM y salimos a las 12.30 AM. La gente que asistía a los espectáculos cinematográficos era muy violenta, destruía los asientos, las luminarias y cuanta cosa encontraba por el medio cuando se disgustaba por un corte (Robaban, decía uno) o la película no le gustaba.
En una oportunidad, en medio de una gran publicidad, estrenaron en el cine Principal, la cinta cinematográfica “Arriba las mujeres” la sala se lleno, a la gente no le gusto, era malísima, la protesta fue tan violenta que el vehículo de don Roberto Bonaguro, un lujoso Ford Blanco convertible, que estaba estacionado frente al cine, lo secuestró una turba, lo llevaron empujado hasta la punta este de la calle Bolívar, más o menos dónde está el CC Díaz y le prendieron fuego. Pérdida total
Don Roberto Bonaguro no formó mayor escándalo, las cosas no pasaron a mayores y la vida siguió igual.
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Creo que estás cosas son verdad. No les puedo asegurar que lo sean. Las cuento como me las contaron. Lo importante es que los personajes que aquí mencionamos existieron algunos, otros existen, formaron y forman parte de la historia menuda de la ciudad. Mi intención es que, sin pertenecer a la elite ilustrada, esta pueda tomar debida nota de ellos e incorporarlos al riquísimo acervo histórico de nuestra metrópoli y podamos todos juntos conservar la memoria histórica del pueblo que nos vio nacer. Creo que vale la pena. ¿O no?
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