“La historia del mundo es el registro del
hombre en busca del pan cotidiano”
H. W. Von Loom.
hombre en busca del pan cotidiano”
H. W. Von Loom.
1-Yoel Pino nació en riberas del Río Caris. En sus años de mozo, vivió con intensidad el momento en que llegaron los musiu con la parafernalia para instalar la cabria que daría inició a explotación petrolera en la Mesa de Guanipa. En el año 1954 contrajo nupcias con la atapirireña Carmen Salazar y fijó residencia en la calle Brisas de Caris, cuando Pueblo Ajuro apenas llegaba a la calle 5 de julio. Fue, sin lugar a dudas, uno de los fundadores del barrio dónde vivió toda su larga y fructífera vida.
El amigo Yoel Pino, era un hombre de baja estatura, delgado, pero de hablar fuerte y firme. Para el que no lo conocía lucía retrechero y odioso. Empero poseía un gran humor, un desarrollado sentido para las ocurrencias y un histrionismo que dejaba boquiabierto al más pintado. Una de las anécdotas más pintorescas era cuando lo visitaba alguien en horas del mediodía y lo encontraba sentado en la mesa del comedor. Entraba en acción.
Buenas tardes señor Yoel. Buenas, contestaba e inmediatamente extendía la invitación. Pase adelante y siéntese para que coma. El visitante todo confundido le replicaba. No señor Yoel, no vine a comer, vine porque quiero hablar un asunto con usted. Yoel, insistía. Pase amigo, para que coma. El hombre contestaba de nuevo. No, señor Yoel, le repito, no vine a comer, vine a conversar con usted. Entonces Yoel se paraba, hacía gala de su histrionismo y con voz firme emplaza al visitante. Mire amigo, pase, siéntese y coma, porque el que visita a esta hora es por que tiene hambre y aquí en esta casa se cocina hasta para los perros. ¡Zape! No lo entendí, and you.
00000 – 00000
2-Gonzalo López, el popular negro dulcero, llega un día a la oficina principal de Movistar, a eso de las 7.30 AM, un mes después de haber adquirido un celular. Abren, le entregan su ticket, la cola es inmensa, espera con calma y pasadas las 11 AM le corresponde el turno. Llega al escritorio de una bella operadora. Buenos días, buenos días le responden. En que podemos servirle. Bueno señorita hace más de un mes compre este teléfono y creo está malo. La joven le pregunta ¿Y por qué? Es que no suena. Déjeme ver. La joven toma el teléfono, le chequea los sonidos, todo perfecto y le dice. Mire, pero el equipo está bien. ¿Tiene saldo? ¡Claro! responde Gonzalo. No he llamado a nadie y mucho menos he recibido llamadas, no le digo que no suena. La chica extrañada le dice. Bien extraño. Una pregunta ¿Usted a quien le ha dado el número de este teléfono? A nadie contesta el Gonzalo con gran candidez. Ah. ok. lo entiendo. Gracias a díos la chica es inteligente y lo entendió. No le entendí, and you.
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3-Don Margarito Ramos, hombre del campo, criado y formado a la vieja usanza, vale decir el típico campesino que ponía el pie en la tierra a las 5AM, hasta que el cuerpo aguantara. En su pequeño fundo en el Caris, no aceptaba nada de cursilerías, mucho menos rochelas. Su tiempo discurría en las labores propias del campo y cuando concluía su faena, montaba su mulo para venirse bien entrada la noche, hasta su residencia en la calle Falcón de Pueblo Ajuro, dónde tenía su residencia familiar al lado de su esposa Graciela Soto. Ambos fundadores de El Tigre.
En una oportunidad, un grupo de la familia que tenían años en Caracas, decidieron venir a pasar unas vacaciones al fundo de don Margarito. ¡Ay, vaina! Eso le creaba un problema. No tenía comodidades que brindar, pero la gente, que lo conocía, venía conciente de la situación y preparados para la eventualidad. Montaron sus tiendas de campaña y guindaron chinchorros y hamacas en las matas de algarrobo que había en el patio. Venían con intenciones de disfrutar unos días diferentes y la verdad que los disfrutaron.
Los visitantes trajeron un perrito pekinés, bien bonito el bichito, observaba don Margarito. Le daban la comida en un platico de metal brillante que parecía plata, pretencioso el perrito, decía para sus adentros, transcurrieron los días, llegó la hora de marcharse, recogieron, se despidieron y arrancaron. ¡Tragedia! Se les olvidó el perrito. Don Margarito lo vio con compasión y le dijo “Bueno chico, aquí lo más fino que yo como son unas sardinitas, no te preocupes que de hambre no te mueres” El otro día en la mañana destapo una de cilindro, le lavo el platico, se la puso y el perrito la metía la nariz, soplaba extrañado y echaba para atrás. ¡Que vaina! Bueno chico, échele ganas es lo que hay y el perrito nada. Pasó el día, el otro día comió y como la troja para la época estaba alta, no había para todos los días tan fina exquisitez, por lo que había que bandearse con lo que hubiese. Bueno a los 3 días ya el perrito quechaba los algarrabos en el aire para alimentarse.
La moraleja es que: Con hambre no hay mal bastimento. El indio Germán Ramos, hijo de don Margarito, nacido y criado en ese fundo, bajo la mano férrea de un riguroso y exigente padre, puede dar fe de la anécdota y contarles muchas más de este portentoso hombre del campo que también fue el último hombre en mulo que transitaba las calle de Pueblo Ajuro y cuidado si en El Tigre.
Don Margarito Ramos, insigne trabajador, honesto a carta cabal, hombre de palabra. Siempre repetía: Mire hijo “Palabra de hombre es palabra de hombre” para reafirmar que cuando un hombre empeña su palabra, está empeñando su honor. Bastante falta en estos aciagos tiempos, donde la palabra y el honor parecieran valen poco para muchos pobres de espíritu. Es cuestión de honestidad.
El amigo Yoel Pino, era un hombre de baja estatura, delgado, pero de hablar fuerte y firme. Para el que no lo conocía lucía retrechero y odioso. Empero poseía un gran humor, un desarrollado sentido para las ocurrencias y un histrionismo que dejaba boquiabierto al más pintado. Una de las anécdotas más pintorescas era cuando lo visitaba alguien en horas del mediodía y lo encontraba sentado en la mesa del comedor. Entraba en acción.
Buenas tardes señor Yoel. Buenas, contestaba e inmediatamente extendía la invitación. Pase adelante y siéntese para que coma. El visitante todo confundido le replicaba. No señor Yoel, no vine a comer, vine porque quiero hablar un asunto con usted. Yoel, insistía. Pase amigo, para que coma. El hombre contestaba de nuevo. No, señor Yoel, le repito, no vine a comer, vine a conversar con usted. Entonces Yoel se paraba, hacía gala de su histrionismo y con voz firme emplaza al visitante. Mire amigo, pase, siéntese y coma, porque el que visita a esta hora es por que tiene hambre y aquí en esta casa se cocina hasta para los perros. ¡Zape! No lo entendí, and you.
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2-Gonzalo López, el popular negro dulcero, llega un día a la oficina principal de Movistar, a eso de las 7.30 AM, un mes después de haber adquirido un celular. Abren, le entregan su ticket, la cola es inmensa, espera con calma y pasadas las 11 AM le corresponde el turno. Llega al escritorio de una bella operadora. Buenos días, buenos días le responden. En que podemos servirle. Bueno señorita hace más de un mes compre este teléfono y creo está malo. La joven le pregunta ¿Y por qué? Es que no suena. Déjeme ver. La joven toma el teléfono, le chequea los sonidos, todo perfecto y le dice. Mire, pero el equipo está bien. ¿Tiene saldo? ¡Claro! responde Gonzalo. No he llamado a nadie y mucho menos he recibido llamadas, no le digo que no suena. La chica extrañada le dice. Bien extraño. Una pregunta ¿Usted a quien le ha dado el número de este teléfono? A nadie contesta el Gonzalo con gran candidez. Ah. ok. lo entiendo. Gracias a díos la chica es inteligente y lo entendió. No le entendí, and you.
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3-Don Margarito Ramos, hombre del campo, criado y formado a la vieja usanza, vale decir el típico campesino que ponía el pie en la tierra a las 5AM, hasta que el cuerpo aguantara. En su pequeño fundo en el Caris, no aceptaba nada de cursilerías, mucho menos rochelas. Su tiempo discurría en las labores propias del campo y cuando concluía su faena, montaba su mulo para venirse bien entrada la noche, hasta su residencia en la calle Falcón de Pueblo Ajuro, dónde tenía su residencia familiar al lado de su esposa Graciela Soto. Ambos fundadores de El Tigre.
En una oportunidad, un grupo de la familia que tenían años en Caracas, decidieron venir a pasar unas vacaciones al fundo de don Margarito. ¡Ay, vaina! Eso le creaba un problema. No tenía comodidades que brindar, pero la gente, que lo conocía, venía conciente de la situación y preparados para la eventualidad. Montaron sus tiendas de campaña y guindaron chinchorros y hamacas en las matas de algarrobo que había en el patio. Venían con intenciones de disfrutar unos días diferentes y la verdad que los disfrutaron.
Los visitantes trajeron un perrito pekinés, bien bonito el bichito, observaba don Margarito. Le daban la comida en un platico de metal brillante que parecía plata, pretencioso el perrito, decía para sus adentros, transcurrieron los días, llegó la hora de marcharse, recogieron, se despidieron y arrancaron. ¡Tragedia! Se les olvidó el perrito. Don Margarito lo vio con compasión y le dijo “Bueno chico, aquí lo más fino que yo como son unas sardinitas, no te preocupes que de hambre no te mueres” El otro día en la mañana destapo una de cilindro, le lavo el platico, se la puso y el perrito la metía la nariz, soplaba extrañado y echaba para atrás. ¡Que vaina! Bueno chico, échele ganas es lo que hay y el perrito nada. Pasó el día, el otro día comió y como la troja para la época estaba alta, no había para todos los días tan fina exquisitez, por lo que había que bandearse con lo que hubiese. Bueno a los 3 días ya el perrito quechaba los algarrabos en el aire para alimentarse.
La moraleja es que: Con hambre no hay mal bastimento. El indio Germán Ramos, hijo de don Margarito, nacido y criado en ese fundo, bajo la mano férrea de un riguroso y exigente padre, puede dar fe de la anécdota y contarles muchas más de este portentoso hombre del campo que también fue el último hombre en mulo que transitaba las calle de Pueblo Ajuro y cuidado si en El Tigre.
Don Margarito Ramos, insigne trabajador, honesto a carta cabal, hombre de palabra. Siempre repetía: Mire hijo “Palabra de hombre es palabra de hombre” para reafirmar que cuando un hombre empeña su palabra, está empeñando su honor. Bastante falta en estos aciagos tiempos, donde la palabra y el honor parecieran valen poco para muchos pobres de espíritu. Es cuestión de honestidad.
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