jueves, julio 05, 2007

Personajes de mi pueblo: Vilda Ramos

¡Venciste mujer! Con no dejarte vencer
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
Dramaturgo y poeta español.
No hay dudas que los primeros pobladores de El Tigre, ciudad que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1.933, fueron los oriundos del Caris. Vilda Ramos que nació el 14 de octubre de 1937, en el sector San Juan, exactamente en el sitio conocido como el Guayabo del Caris, es hija de María Susana Ramos y Carlos Leopoldo Rondón quienes junto a don Margarito Ramos, Aquilino Meza y otros cariseños fueron fundadores del pequeño caserío que se fue formando alrededor del pozo petrolero que perforó la compañía estadounidense Gulf, en pleno corazón de la Mesa de Guanipa en el paraje conocido como el paso de El Tigre, de allí el nombre de nuestra pequeña urbe.

Vilda Ramos llegó a El Tigre en 1.940, a la calle Independencia dónde ya su papá Margarito, como le decía al primito hermano de su mamá, poseía una parcela grande y por supuesto su casa de bahareque, la cual les sirvió de residencia. Su niñez transcurrió en un ir y venir del campo al caserío, hasta que, cuando promediaba los 13 años, la inscribieron para cursar la primaria en la recién fundada escuela “Simón Rodríguez” que funcionaba en la avenida España, por los alrededores de donde luego instalaron el bar restaurant Capri. Sólo curso hasta el 3er grado ya que cuando cumplió los 17 años se enamoró y se “salió” con el joven Jesús Guzmán Lárez, hermano del popular y siempre bien recordado profesional del periodismo Alberto Guzmán Lárez.

Una vez que se “salieron” fijaron residencia en la calle Sucre en una vivienda que le alquilaron a don Cervito Medina, muy cerca de la calle ayacucho donde tenía su taller dentista Luís Ramos, que para ese momento, era quién le hacia los trabajos de odontología a la gente de todo el pueblo y le venían clientes del Caris, Atapirire, el Pao y todos los sectores circunvecinos. A la caída de Pérez Jiménez, entregaron la casa a Cervito y se mudaron a la residencia de un hermano de Vilda en la Carretera Negra “La Flint” desde dónde al poco tiempo, emigraron para fijar residencia definitiva en la calle Falcón de Pueblo Ajuro en una media agua que le compraron por 400 bolívares al señor Mariano Flores oriundo de Aragua de Barcelona y la cual vendió para regresar a su patria chica.

En esa época la calle Falcón llegaba hasta el cruce con la avenida 8 dónde todavía funciona la bodega del popular Pablo “Catire” Freites bajo la égida de su viuda María e hijos y la única vivienda que había en el proyecto de calle hacía la Carretera Negra La Flint donde ahora concluye la calle Falcón en todo el frente del Bar “La Calandria” de la famosa “Mochita” Lelis Jerez, hija de don José Ignacio y doña Bautista, era de la señora Juana Canelón que estaba ubicada donde finalmente cruzó la calle Bellavista y quedó haciendo esquina con la calle Falcón. Esa señora, recuerda Vilda murió en circunstancias extrañas y hasta el sol de hoy nadie ha dado una explicación razonable de su deceso.

En plena década del 60 cuando la gran depresión petrolera, el pueblo sufrió los efectos de la severa crisis económica, mucha gente emigró y los más arraigados y uno que otro audaz, se quedaron y buscaron sobrevivirle a la amarga realidad. Vilda Ramos, mujer humilde, de origen campesino, pero decidida a buscar la arepa para la familia, no titubeó en ganarse la vida vendiendo la cervecita fría. Instaló su taguarita en una parte de la casa, enfriaba las espumosas con hielo en una cavita de Coca Cola y a medida que iba aumentando la clientela y con los ahorros de la ganancia dio la inicial y adquirió a crédito un frezeer a un árabe y en Caracas una rockola marca Wultzer en 15.990 bolívares los cuales canceló en cuotas de 300 bolívares mensuales la cual, después que pagó los reales, vendió por 400 bolívares e instaló una propiedad del padre de “Lalo” Rodríguez y del ingreso le quedaba el 10% que no era mucho, pero algo es algo, peor es nada y como la situación era color de hormiga, había que salir adelante con muchos sacrificios y no dejarse vencer por la adversidad.

Para esa época, la empresa Polar, colocaba avisos identificando con un nombre a todos los negocios de ese tipo que existían en el pueblo y Vilda Ramos, decidió bautizar el suyo con el nombre de “El Macey” nombre que perduró en el tiempo hasta que en el año 2000, como consecuencia de la inseguridad y la competencia desleal de las licorerías, que aún cuando sólo tienen permiso para vender al mayor, se dedican mayormente a detallar los licores y las cervezas con la ventaja que colocan música gratis con potentes equipos de sonido. Otro estilo, otra época y como todo en la vida se acaba y pasa de moda, las famosas y populares taguaritas perdieron el atractivo y pasaron a la historia. “Ay, hijo quedaron como la alpargata blanca” diría Juan Ruperto.

Vilda Ramos, contaba con clientes que nunca la desampararon, Germán Ramos, amante de la música criolla y margariteña que interpreta Gualberto Ibarreto “Mamá Pancha en especial. Jimmy Guillen, apasionado por la romántica y con predilección por los boleros de los Panchos “Magia Blanca” lo embelesaba, Carlos Martínez que lo apodaron “Clen” por su parecido a uno de los gringos que llegaron al pueblo para trabajar en la industria petrolera. Peruchito Acosta, gran jugador de truco, dominó y entusiasta partidario de las rancheras y no perdía oportunidad para marcar en la rockola la versión de “Bala perdida” que interpretaba, el hace poco desaparecido físicamente, Antonio “Tony” Aguilar. Un bolívar y la rockola, les tocaba 5 melodías. Una ganga, pues.

La modesta taguarita de Vilda Ramos contaba apenas con 4 mesas cada una con igual número de sillas y siempre estaba bien concurrido. ¿Clientes fijos? Los antes mencionados y Ramón León, Dámaso Malave, Carmelo Yánez, Jesús Viamonte, Adán Laya, Urbano Rodríguez, Jesús Rafael Sonsonetti, Pedro Emilio Rojas “Pejas” José Rodríguez, José Caraballo, Hernán Zavala, Ángel Rafael Zavala el popular y ambulante barbero del barrio José “Cheo” Bolívar, que cortaba pelo a domicilio y por la módica suma de Bs. 0,50. Recorría el barrio en una bicicleta y nunca abandonaba el maletín son sus útiles de trabajo.

Vilda Ramos tiene 4 hijos, José Miguel, Milagros, Ingrid y su eterna compañera Melba que le han dado la alegría de tener por ahora 18 nietos y aún cuando los años la atropellan, se niega a pasar al retiro definitivo, vendió empanadas por espacio de 5 años y ahora se dedica a elaborar ricas hallacas que vende por encargo. Gente humilde, pobre, pero honrada y trabajadora, que a pesar de las duras circunstancias en que se desenvolvieron, hoy tiene la satisfacción de decir como el poeta: Confieso que he vivido” y nosotros adicionaríamos, feliz de no haberse dejado vencer por la adversidad.

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