martes, noviembre 03, 2009

Los primeros pobladores de El Tigre

Incluso el pasado puede modificarse;
los historiadores no paran de demostrarlo

Jean-Paul Sartre (1905-1980)
Filósofo, dramaturgo, novelista y periodista político francés.

Cuando los americanos llegaron a la Mesa de Guanipa, para proceder a perforar el pozo petrolero OG-1, fueron avistados por los lugareños que vivían en las riberas del Caris, los cuales regularmente pasaban por la Mesa que eran grandes pajonales y chaparrales, en travesía por un camino real – ubicado más o menos entre lo que hoy se conoce como la carretera Negra de la Flint y la Chicagua – que los llevaba hasta Cantaura dónde hacían todas sus diligencias comerciales y civiles. Ese ancestral pueblo era la capital del extenso Distrito Freites que incluía este territorio que ahora asienta los municipios Simón Rodríguez y Guanipa. Entre el pajonal y los chaparrales, se observaba la locación que a la postre resultó el pozo OG-1, también se levantaba un campamento cuya ubicación estaba en lo que hoy se conoce como Pueblo Nuevo Norte, exactamente dónde eran las instalaciones del Club de Leones y hoy funciona el Centro Hípico “La Alcaparra”. Las grandes carpas, decían los campesinos parecían unos hongos gigantes que crecían en la Mesa, luego ese acantonamiento se conoció como “Campo e’ lona” Es así como nació El Tigre, en año 1933, al calor de la industria petrolera.

Los campesinos del Caris, los lugareños de las riberas del río, llegaron primero a ofrecer su rústica mano de obra – Aquilino Meza entre ellos – que fueron contratados para los trabajos de desmalezamiento y acondicionamiento de la locación porque obviamente no tenían experticia en labores petroleras, luego vinieron a ofrecer jugos, conservas, productos del campo, comidas. Eran viajes diarios en burro y caballos desde sus casas cerca del río hasta la Mesa, fue entonces cuando decidieron construir sus bahareques alrededor del pozo OG-1, que ellos llamaban “El Deri”. Era la forma de evitarse los constantes, largos y agotadores viajes en bestias. Traían suficientes provisiones y pasaban hasta una semana en sus frágiles y endebles construcciones. Don Jesús Celestino Rattis Rojas, contaba que en esa época, le correspondió ser mayordomo de una finca en Mería, más allá de Caico Seco, abajo en la planicie del farallón y algunas veces subían a sabanear el ganado hasta la Mesa llegando hasta el “Deri” o sea hasta el sitio dónde perforaban el pozo OG-1. Los campesinos tenían su lenguaje bucólico para identificar las cosas que le resultaban extrañas y colocaron ese nombre al taladro petrolero.

El 23 de febrero de 1933, cuando iniciaron la perforación del pozo OG-1, ya los cariseños tenían rodeada la locación con sus bahareques. Es entonces, cuando la compañía petrolera, solicita al ejecutivo crear una zona de protección, que alejara a los primeros habitantes del pueblo de El Tigre, de los peligros que encerraba estar tan cerca de un pozo petrolero en perforación. El Gobierno Nacional, que era quien otorgaba las concesiones petroleras, accedió a la petición, reubicó a los vecinos, les canceló un justiprecio por los bahareques, la empresa petrolera reservó una buena zona de protección, luego la cercó y con el tiempo se convirtió en lo que hoy, se conoce como Campo Oficina. Los habitantes originarios que provenían del Caris, en su mayoría, reconstruyeron sus bahareques hacía lo que hoy se conoce como la calle Ribas. La calle Cantaura, ahora Bolívar, fue fundada posteriormente por unas hermanas oriundas de la capital del municipio Freites que tenían un ventorrillo de comida en la esquina dónde hoy funciona la librería Tixki y colocaron ese nombre a la calle en honor al pueblo de dónde provenían.

Mucha gente no tiene registrado en su memoria histórica, a los primeros pobladores de la ciudad. Las familias cuyos apellidos, sólo mencionare para contribuir a restituir o refrescar la presencia de ellos en esa época y no queden en el olvido cuando se escriba la verdadera y autentica historia de nuestra pequeña y querida urbe tígrense. Los Meza, los Sotillo, los La Rosa, los Piñero, los Lira, los Rodríguez, los García, los Barranca, los Pinoni, los Rondón, los González, los Morales, los Abreu, los Mogollón, los Prado, los Ramos, los Guarapano, los Torres, los Evans, los Guatache, los Salazar, los García, los Alcalá, los Gamboa, los Millán, los Barreto, los Henríquez, entre otros y el primer chino, que llegó con los americanos en rol de cocinero de nombre Ham Lee, que introdujo el exquisito pan chino en nuestra cultura culinaria y luego se convirtió en el jefe de cocina de todos los comedores de la incipiente industria petrolera en el estado Anzoátegui. Los nombres de los pater family, desde luego, jóvenes para el momento, es fácil ubicar y los cuales no nombro individualmente para darle el crédito a los grupos familiares que llegaron en primera instancia a esta estancia y dieron los pasos primigenios para la evolución de nuestra ciudad.

Instalado lo que fue la génesis del pueblo en el año 1935, se produce un hecho histórico que muy poca gente relaciona con la posterior inmigración margariteña a nuestro incipiente pueblo. En ese entonces, la actividad petrolera estaba en pleno desarrollo en el estado Zulia, los habitantes de la Isla se habían conectado a través del mar con esa rica, próspera y atractiva zona petrolera. El espíritu aventurero, la búsqueda de mejores condiciones de vida los llevó hasta allá y en la medida que fueron adaptándose a su nuevo habitat, algunos fueron dejando abandonada su patria chica e incluso a sus mujeres y familias. Es entonces cuando el Gral. José Garbi, Presidente del estado Nueva Esparta, preocupado por la situación, le envía una comunicación a su compadre el Gral. Juan Vicente Gómez, dónde le exhorta que le envíe de regreso a la isla ese gran contingente de hombres, argumentando que la economía del estado estaba muy deprimida, había familias abandonadas y la cosa se agravaba con la falta de mano de obra que se ocupara de las labores del campo. El Gral. Gómez, inmediatamente despacho un telegrama a su compadre Vicenzo Pérez Soto, a la sazón, Presidente del estado Zulia ordenándole que devolviera a todos los margariteños de regreso a su tierra. En esa época, como ahora, las órdenes no se discutían, se cumplían y esa orden impartida por el benemérito, fue cumplida al pie de la letra.

Una vez en su patria chica, los deportados del Zulia se enteraron del movimiento petrolero en la Mesa de Guanipa en el sitio que empezó a conocerse como El Tigre, nombre que surgió en esa época para bautizar el pequeño poblado, porque según cuentan los primeros pobladores, por esta región pasaba un tigre anualmente que atravesaba el río de la Mesa de Guanipa, siempre por el mismo lugar, zona que quedó bautizado también, hasta el día de hoy, como el Paso de El Tigre. Es entonces, cuando se animan y llega la segunda oleada de pobladores al pequeño poblado conformada por inmigrantes margariteños, que ya tenían experticia petrolera, lo que les facilita su incorporación inmediata a las labores en la industria petrolera y actividades conexas.

En la medida que los margariteños llegaban al embrionario poblado, estaba languideciendo la férrea dictadura del Gral. Juan Vicente Gómez, llegaban las “dictablandas” de los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita y la revolución de octubre que lideró desde la presidencia el padre de la democracia venezolana don Rómulo Betancourt, ya no pendía sobre sus espaldas la espada de Damocles sobre otra posible deportación, la distancia era relativamente más cercana, cuestión que aprovecharon para mudar a sus familias hasta aquí, lo cual creo una demanda de viviendas y servicios públicos, que fueron atendidos por particulares a un ritmo más lento con el cual crecía el poblado. Esa inmensa cantidad de margariteños, con su trabajo, esfuerzo, dedicación empeño contribuyeron decididamente a darle forma al pueblo y la transculturización, no se hizo esperar. Tenemos y poseemos costumbres margariteñas, eso es innegable. Un corocoro frito, limón, arepa y ensalada verde ¿Quién no lo degustado? Un sancocho de pescado dominguero ¿En cual familia no lo han disfrutado? ¿Quién no es devoto de la Virgen del Valle? y ¿Quién niega que seamos una parte de la isla de Margarita en tierra firme? ¿Y quién no ha visitado La Casa Nueva Esparta “Una columna del hogar venezolano”? ¿Y un wiskisito rayao? Mí Mai por dios
No es nuestra intención modificar el pasado tal como lo han relatado nuestros eximios historiadores y cronistas, nos anima el desea de dejar constancia de que cuando llegaron los perforadores del pozo OG-1, hubo unos primeros pobladores, los cuales no pueden pasar desapercibidos, sobre todo cuando reseñan la historia desde fechas posteriores a su arribo, que sirvió de punto de partida para el nacimiento de nuestra querida ciudad, la cual no detiene su pujante desarrollo, a pesar de los criminales apagones, la irracional falta de agua, la salvaje inseguridad y la insalubridad en que vivimos por efectos de la invasión de la basura. Hay que reivindicar los nombres de los primeros pobladores de El Tigre para que los registre nuestra memoria histórica, la cual por su fragilidad, pareciera obviarlos. Es justicia.



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