viernes, febrero 05, 2010

Personajes de mi pueblo: José Ramón Ramírez

La verdadera humildad consiste en estar satisfecho
Henri Frédéric Amiel (1821-1881)
Crítico suizo.

Levantarse de la cama a las 3.30 AM, hacer café, avena, toddy, café con leche, manzanilla, disponerlos cuidadosamente en 8 termos, colocar los recipientes en la cesta de una bicicleta de repartos y salir a las 5.30 AM de un humilde hogar a ofrecerlo a los transeúntes y trabajadores madrugadores, no parece una tarea fácil para ganarse la vida. Sin embargo, en esta pobre Venezuela, cuyo gobierno alardea de sus riquezas materiales, hay compatriotas que la necesidad, falta de puestos de trabajo, oportunidades y por dignidad, están obligados a esa extenuante tarea diaria. Este es el caso de José Ramón Ramírez, que en la búsqueda de mejores oportunidades, lo impulso a venir a esta ciudad, desde su tierra natal Zaraza, estado Guarico, hace 18 años y los vaivenes económicos lo han ubicado en esas labores informales. El hombre y sus circunstancias. El trabajo dignifica, ayer, ahora y siempre.

En la zona rural de su tierra natal dónde nació un 15 de agosto de 1961, aprendió las labores del campo, en su incesante búsqueda de mejorar su calidad de vida, se enrolo en el ejército y cumplió su servicio militar obligatorio en las ardientes tierras del Zulia. En su paso por la milicia, aprendió a leer, escribir y egresó con el grado de cabo segundo. Con la satisfacción del deber cumplido, retornó a su patria chica y conoció al señor Ángelo Sano que siempre viajaba hasta esas tierras guariqueñas. Era el propietario del supermercado Sol de Oriente quien, además poseía una finquita entre El Tigre y El Tigrito, en el área dónde hoy se levantan los modernos desarrollos habitacionales que unen a ambas ciudades, este próspero comerciante, lo contrató para trabajar en esa pequeña huerta. Allí cumplió tareas del campo 1 año y luego pasó a formar parte del personal del supermercado por espacio de 3 años y, después, con sus ahorros y prestaciones sociales, creó un capital de trabajo para dedicarse a la buhonería en la concurrida zona que va desde El Luchador, plaza Generalísimo y mercado municipal. La Sabana Grande de El Tigre, pues.

Este humilde, pero honesto trabajador, está casado con su paisana Justa Reyes y le ha tocado mantener, orientar y educar 6 descendientes: Ligia, Francisco Javier, Vilma, Zulma, Liliana y Dennis que le han dado, por los momentos, 7 nietos y todo con los modestos ingresos que le provee su actividad de trabajador informal. En las calles como buhonero tuvo 12 años, hasta que hastiado del acoso de las autoridades que cambiaban la reglas de juego permanentemente y para evitar romper su limpia trayectoria de hombre honrado, decente y trabajador que nunca ha tenido problema con los cuerpos policiales y la justicia, se retiro para dedicarse a la actividad, en que se mantiene vendiendo el cafecito mañanero y en cuyo trabajo no tiene sobresaltos de ningún tipo y la cual desarrolla en el sector de la estación de servicio “La confianza”, el Súper Mercal de Campo Oficina y el mercado municipal. Es un proveedor seguro y confiable para su gran cantidad de clientes que ha logrado captar, lo que le permite cumplir su labor a primeras horas de la mañana y dedicar las horas del día para comprar los insumos los cuales están escasos, costosos y difícil de conseguir y, luego regalarse algunas horas diurnas, para el merecido descanso. Se dice fácil, pero es bien difícil. El que quiere, puede a pesar de todas las vicisitudes.

José Ramón Ramírez, que vive en la calle Cantaura de Oficina 1, es uno de esos tantos venezolanos madrugadores que todos los santos días, está en la calle antes que el astro rey, empiece a iluminar nuestras mañanas. Los demás compatriotas que comparten esa actividad tempranera, lo hace unos a pie, otros en motos y algunos colocándose en esquinas estratégicas. Todos estos insignes trabajadores lo hacen con el mayor cariño, diligencia y buen humor. Este hombre humilde, bondadoso, decente y laborioso, que con su proverbial timidez, dice sentirse a gusto con su rutina diaria, tiene la esperanza de que si la situación laboral mejora pueda incorporarse a otra actividad, lo cual haría encantado de la vida para garantizarse alguna seguridad social, pero por ahora, gustosamente se gana la vida llevando en su bicicleta de reparto el cafecito caliente a todos los, también trabajadores, que madrugan para redondearse la arepa. El que madruga Dios lo ayuda.

Estos trabajadores informales, que exhiben una disciplina marcial, forman parte de nuestro permanente paisaje mañanero y los cuales rescatamos como excelente personajes populares para escribir un pequeño bosquejo de sus historias, esperando sean incorporadas por nuestros eximios cronistas y escritores cuando escriban las historias urbanas de la ciudad, a nuestro acervo histórico y dignificarlos ante el colectivo para que sean respetados, reconocidos y considerados a la hora de hacer reconocimientos a los verdaderos y auténticos emprendedores de nuestra querida comunidad. Es un humilde obrero solvente, decente, honesto y satisfecho. Honor a quien honor merece.




No hay comentarios.: