sábado, agosto 06, 2011

Personajes de mi pueblo: Paúl Celestino Valera Valera

“La manera de dar vale más que lo que se da”
Pierre Corneille (1606 – 1684)
Dramaturgo francés.


Vivir de la caridad, no es fácil. Mucho menos cuando las condiciones físicas, para salir a solicitar la indulgencia de los transeúntes, son precarias. Paúl Celestino Valera Valera, que nació el 07 de octubre de 1953, en Cachipo – municipio Aragua, del estado Anzoátegui, producto de la unión de Otilio Valera y Ana Valera. A los 6 meses de vida, sufrió la terrible enfermedad conocida como poliomielitis y quedó paralítico. Era un hogar muy humilde. En la década de los años 1950, era bien difícil, que hubiese campaña de vacunación. Máxime en esas zonas rurales y todos los niños estaban expuestos a todo tipo de enfermedades. El es un caso patético, de esa realidad, que vivió Venezuela a mediados del siglo XX. Situaciones ya superadas y que no deben regresar.

Paúl Valera, es un hijo adoptivo de El Tigre. Una hermana, después que fallecieron sus padres, lo trajo a esta ciudad y se residenciaron en la avenida San Celestino Nº 2. No tiene ayuda oficial. Vive del martillo, como dice en tono jocoso. Solicita, quiere, aspira, anhela y ruega, que alguna autoridad o empresa privada, con sensibilidad social y humana, le regale un carrito en mejores condiciones, que le permita desplazarse, por las infernales calles de la ciudad, con mayor facilidad y también disfrutar de alguna comodidad, sobre todo, porque su “trabajo” tiene que realizarlo a la intemperie. Hasta vivir de la limosna comporta un esfuerzo. Hay que volver la mirada hacia los indigentes.

Todos los indigentes, y este con más razón, hacen su punto. Paúl había hecho uno, en la avenida Francisco de Miranda, exactamente en la puerta de salida de la histórica “Panificadora El Tigre”. En ese sitio pasó muchos años, sin que nadie lo molestara. La nutrida clientela de esa prestigiosa panadería-café, ya le lo conocían, le profesaban cariño y lo ayudaban. Agua potable, refrescos, leche, malticas, mortadela, jamón, pan, caramelos, dulces, chocolate y el respectivo diezmo en efectivo, le proveían. Cubría parte de sus necesidades alimentarias y le llevaba a su hermana. En ese lugar, hacía más llevadera su desgracia y, nunca pensó abandonarlo, pero, uno nunca sabe, de dónde surge una autoridad insensible e inhumana. Los dueños del patio. Los que sufren de vértigo de altura.

Hace unos 4 años, un gobierno local, que pretendía limpiar la ciudad de indigentes. Los recogió, montó en un autobús, los botó en la vía a Aguasay. La mayoría regresó y unos pocos todavía están desaparecidos. Paúl, no fue la excepción. La Policía municipal, le conminó de forma violenta a que abandonara el lugar, opuso cierta resistencia, le destrozaron el destartalado carrito, lo amenazaron de muerte si lo veían de nuevo por las calles y, tuvo que ser rescatado y asistido, por vecinos caritativos de buen corazón que lo llevaron a su humilde hogar en La Charneca. Del susto y la amenaza, estuvo reducido a su hogar, hasta el 23N-2008, cuando el pueblo mediante el voto popular, rescató la tolerancia y Paúl vio la calle de nuevo y se ubicó en la calle Bolívar, frente al Bar-Arepera El Tyno, C.A e hizo un nuevo punto. Tiene terror de volver al anterior punto. El hombre tiene temor de chocar con la misma piedra.

Paúl Valera, ha sido víctima de almas desalmadas y sin corazón. En una oportunidad, se dedicó a la economía informal – vendía kerosén, martillos, aceite para vehículos, seguetas, baldes, pocillos, etc, etc, cayó en una de las tantas troneras, que tienen las calles de la ciudad, volcó el carrito y unos crueles y sanguinarios sujetos, le robaron el dinero de las ventas del día, la mercancía y los cauchos del carrito. A nadie la falta Dios. Vecinos que lo vieron en esa situación comprometida, después del atraco, lo ayudaron llegar a su vivienda con vida. Es las sinrazones de las sinrazones. Lo descapitalizaron, quebró y volvió a la calle a pedir limosna. Los rateros que hicieron semejante barbaridad, están condenados de por vida. No merecen el cielo.

En su nuevo punto, al frente del Bar-Arepera El Tyno, C.A, no le va mal. Allí goza del aprecio, el cariño y la solidaridad de los dueños, trabajadores y clientes del negocio. José Abreu, Miguel Dos Rey, Manuel Maican, David Díaz, Yaritza Abreu, un equipo superpotente, bien intencionado y sensible, que lo trata bien. La numerosa clientela dónde destaca, José Oito Lira Rondón, Dr. Rubén Vicent, Félix Golindano, Alejandro Juvenal Meza, que se dan cita a ese popular y prestigioso negocio, le arriman su buena arepa rellena, juguito, refrescos, agua, le cambian el sencillo y le brindan cierta protección. No cuesta nada brindar buena disposición con el necesitado y ayudar al prójimo en situación de minusvalía. En la nave que es la tierra todos somos pasajeros circunstanciales. Hay que ser solidario. Los que ayudan a Paúl, con esa acción humanitaria, merecen el cielo. Ellos lo que dan, lo dan con cariño y, lo dan de buenas maneras. Ese gesto vale más que lo que dan.

Los indigentes, pordioseros, minusválidos, tocados mentalmente y hasta los huelepega, que no son agresivos, peligrosos y ofensivos, son nuestros. Hay que tolerarlos, cuidarlos, ayudarlos y suplicar, a que el gobierno que maneja montañas de dinero, los socorra y puedan salir de esa situación comprometida que le hace bien difícil en vivir viviendo. Hay que tener sensibilidad, buen corazón, piedad, compasión y vocación social para entender esta calamitosa situación. Más que atropellarlos, liquidarlos o intentar desaparecerlos, hay que solicitar y dirigir políticas públicas, dirigidas a atender ese sector tan débil, endeble y frágil de la sociedad. A buenos entendedores pocas palabras.

Paúl Valera, con su viejo, desvencijado y destartalado carrito, es un personaje en la ciudad y merece que, junto a las demás personas que mencionamos en este humilde destello, cuando nuestros eximios cronistas, investigadores e historiadores, decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor del oro negro, el 23 de febrero de 1933, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!



No hay comentarios.: