lunes, octubre 10, 2011

Personajes de mi pueblo: Catalino Bellorín

El placer que acompaña al trabajo pone en olvido la fatiga
Quinto Horacio Flaco (65 a.C. – 8 a.C.)
Poeta lírico y satírico romano.


Catalino Bellorín, posee rasgos árabes, pero es más criollo que el chorizo carupanero. Vino al mundo en la comunidad rural de Carúpano, Fuente de Lourdes, el 13 de febrero de 1946, estudio sus primeras letras en medio de ese ambiente campestre, dónde se dedicó desde muy chico, a las labores agrícolas en el pequeño fundo que poseían sus ancestros. En el año 1962, su tío José Bellorín, que había arrendado la histórica barbería Tricolor (a los chicos que se cortaban el pelo en esa barbería, le regalaban un lápiz Mongol, un caramelo y sí era cliente fijo le adicionaban un cuaderno), lo invitó a El Tigre, le dio un rápido curso de barbería y lo incorporó a su staff de barberos. En ese tiempo, aprovechó para concluir su primaria en la escuela estado Trujillo. Estudiar y trabajar. De conuquero a barbero. Buen salto.

En la barbería Tricolor, trabajó por espacio de 3 meses, le salió una oportunidad y compró la barbería Principal, que funcionó por muchos años en el 6ta. calle sur. En esa actividad se mantuvo durante 4 años, cuando decidió vender e irse hasta San Félix, dónde montó una bodega que trabajó 8 años. El espíritu aventurero, se apoderó de su existencia y aún cuando mantenía el negocio, compró una camioneta e incursionó como bonguero. Viajaba desde San Félix para Barrancas, Tucupita y Temblador. Fueron 3 años de constante ir y venir por esos agrestes caminos que le cansaron la existencia y entonces decidió, vender la pick up y comprar un vehículo con placas amarillas para trabajar en la conurbación San Félix-Puerto Ordaz. En ese trajín, también anduvo 3 años y, con los ahorros instaló, un negocio de mercancía seca con preeminencia en las prendas de vestir. Empezó a turquiar.

El hombre, no duró mucho e esa actividad comercial. A los 3 años vendió el negocio para regresar a El Tigre, dónde se asoció con árabe en una tienda que funcionó por muchos años en la calle Miranda, bajo el nombre comercial “Richard”. Una vez que rompió relaciones con el paisano, adquirió una pick up usada y se dedicó al comercio ambulante en los mercados. En la época que José Miguel Arismendi Marín, ejerció la alcaldía del Municipio Simón Rodríguez, se inició la construcción de los pequeños locales comerciales, que están ubicados en la avenida Rotaria, frente a la estación de servicio “La Confianza”. Catalino Bellorín, le puso el ojo al lugar y empezó a solicitarle al alcalde, le asignará uno de los locales. Esos afanes, le consumieron 2 años, nunca abandonó la lucha y con su proverbial parsimonia, le montaba todos los días guardia a Miguel desde la madrugada en su residencia. El que persevera vence.

Un buen día, como de costumbre, estaba estacionado frente a la residencia del alcalde, el chofer no llegaba y Miguel caminaba desesperado. Tenía compromisos y se retardaba. Entonces Catalino, le ofreció la cola en su humilde camioneta, el hombre aceptó. Era la oportunidad que necesitaba para concretar su petición. El burgomaestre, en el camino le dijo que todos lo locales estaban comprometidos, empero, el presupuesto de la alcaldía no alcanzaba para construir todos los kioscos proyectados y había la posibilidad de asignarle un espacio para que construyera uno a mutuo propio. No lo pensó 2 veces, le dijo que no había problemas, lo remitió al ingeniero y, aún cuando el funcionario se puso escamoso, a los 3 días le dio el visto bueno. Construyó con recursos propios e inicio su negocio. Los viajeros que ofertaban la mercancía, los proveedores, le preguntaban al antiguo socio árabe por su existencia y éste les decía que se había marchado de la ciudad. No obstante, los fue contactando poco a poco y, para identificar el punto exacto, dónde tenían que ubicarlo, le colocó como nombre al pequeño local “¡Aquí está Richard!” el original. No había pérdidas.

Este pequeño emprendedor, comerciante informal o bonguero, a pesar de poseer el local comercial, busca la vida y para redondearse la arepa, continúa la actividad informal en la esquina sureste del mercado de Pueblo Nuevo norte, dónde está convertido en un personaje, que ya forma parte de entorno cotidiano de esa popular plaza de distribución de alimentos. A tal efecto, le dio empleo a un joven, el cual una vez llegado de su natal Valle de Guanape, había incursionado en la venta de helados con la heladería EFE, trabajo abandonó porque la delincuencia desatada en las calles, lo desbancaba casi a diario. Este trabajador de nombre Eliécer Rodríguez, atiende el kiosco de la avenida Rotaria, que vende de todo, desde un lápiz para los escolares, pasando para tabaco para mascar, caramelos, chucherías, hasta cestas artesanales y Catalino Bellorín, una vez que abre el negocio en las mañanas, se traslada hasta el mercado en su pick up, para atender su ya cautiva clientela. Pobre, humilde, pero trabajador incansable, que pone olvido a la fatiga y con su esfuerzo, constancia y dedicación, ha logrado levantar con honestidad, 7 hijos. Luís Argenis y Nieves que nacieron en su época de aventurero y Marco José, Yolides, Ricci, Ángel Luís y Anabel Carolina, que son el fruto de su matrimonio, con la señora Ana Rojas, nativa de El Tigre, la cual logró estabilizarlo y anclarlo en la ciudad para toda la vida. El amor lo sembró en El Tigre.

Catalino Bellorín (En la gráfica con Eliecer), es un personaje que hace honor al viejo axioma que dice sabiamente “El trabajo dignifica”. Con su permanente actividad comercial, su prolija familia y constante trajinar por los mercados de la ciudad, ha contribuido y contribuye con su granito de arena al desarrollo, crecimiento y engrandecimiento de El Tigre y lo traemos a estos destellos con la firme aspiración de que, cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores, de nuestro rico pasado y presente, decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta pequeña urbe, que nació al calor del oro negro, el 23 de febrero de 1933, lo incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!


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