sábado, febrero 11, 2012

Personajes de mi pueblo: Jesús Ramón Soto

Ni siquiera Dios puede cambiar el pasado
Agathón (450 a.C. – 400 a.C.)
Autor trágico griego.

A pocos días de la fecha, que referencial y acertadamente, se escogió para celebrar el nacimiento de El Tigre, es interesante traer a estos destellos, personajes protagonistas de esos hechos históricos, los cuales fueron fundamentales en la siembra de las semillas, que germinaron y  dieron vida a esta  pequeña, abandonada – por ahora – y bella urbe, la cual crece anárquicamente, se despliega, progresa y avanza, a pesar de que sucesivos gobiernos, no han sido muy generosos en contribuir con su impulso, desarrollo y consolidación. Es el caso de don Jesús Ramón Soto, el cual vino al mundo, en las cabeceras del Caris, sector San Juan, el 4 de mayo de 1927, como fruto del matrimonio entre el cariseño, Teodomiro Soto y la chamariapera, Clara Luisa González y, el cual está, entre los primeros habitantes, de esta generosa tierra de Dios, que posee una bella historia. Memoria contra el olvido.

Ese matrimonio prolijo, además procreo otros 7 hijos: Manuel Victoriano, Pablo María, José María, José, Yamila, María y Pedro; que completaron la prole. Todos ellos, junto a los viejos y muchos vecinos de las costas del río Caris, fueron testigos de excepción de la llegada de los gringos a la sabana abierta de la inmensa Mesa de Guanipa, para iniciar las labores de la perforación del pozo petrolero Oficina Número 1, alrededor del cual, los primeros cariseños, que vinieron a vender conservas, pan de horno, casabe, naiboas, cambures maduros y comidas criollas en todas sus variedades, construyeron sus bahareques. Iban y venían en burro. El viaje de 3 horas, era largo y agotador, por lo que algunos de ellos, decidieron traer suficientes provisiones y quedarse. Estaban, sin saberlo, sembrando la semilla, que germinó y dio origen al pequeño poblado, que derivó en esta ciudad. Involuntariamente se convirtieron en los fundadores de El Tigre. Una cualidad irrebatible. 

En el año 1935, don Teodomiro, abandonó sus labores del campo, llegó a la locación, para trabajar en la compañía petrolera, le tocó como tarea, armar la cabria y las calderas, ya que para esa época, los pozos petroleros eran perforados con vapor. El bahareque, lo construyó en lo que hoy es la calle Independencia, y desde ese lugar, dónde llegó el niño de 8 años, Jesús Ramón Soto, llegaba hasta el sitio de trabajo para vender pan de horno y cambur maduro y también divisaba el Campo de Lona, que ubicaron los americanos para pernoctar en la Mesa de Guanipa y, el cual estaba ubicado, exactamente, dónde por muchos años funcionó el Club de Leones, en la primera calle norte. 3 sitios históricos. El pozo petrolero, el campo de lona y los bahareques. Apuntes para la historia.

Jesús Ramón Soto, aprendió sus primeras lecciones, bajo la orientación del maestro Luís Beltrán Guevara, que era oriundo de Cantaura y daba clases, en ese extenso territorio del Caris. Una vez en el incipiente poblado de El Tigre, su padre, lo inscribió en la escuela de la compañía petrolera, la cual estaba situada, en dónde hoy funciona la sede de La Cruz Roja. En tercer grado abandonó, porque su ahora compadre José Narváez, le dijo, que le tenía miedo a un compañero de estudios, que llamaban “Viejita”. Lo enfrentó y con una especie de honda, le pegó una pedrada, que le partió el coco. La maestra María Antonieta de Padilla, despachó a todos los alumnos y lo dejó en el salón, se imaginaba para reprenderlo en privado. Sin embargo, él no espero, escapó por la ventana y más nunca volvió a la escuela. Ni el látigo del padre lo convenció. El que no estudia, trabaja. Hay que ganarse la arepa.

El padre de Jesús Ramón Soto, para ese momento, se había retirado de la compañía petrolera. Con sus ahorros y prestaciones sociales, adquirió una pick up y se dedicó a “bonguear” en toda la costa del Orinoco y pueblos aledaños. Esa situación la aprovecho el todavía niño Jesús, para incorporarse a la actividad como su ayudante y meterse en el negocio. Cada vez que viajaban, solicitaba dinero prestado, compraba pollos y gallinas, las vendía en el pequeño poblado, cancelaba sus deudas y la ganancia que obtenía, la repartía fifty fifty con su señora madre. Un buen hijo, que con el tiempo, como es previsible, resultó muy buen padre. En el año 1956 se casó con la joven proveniente de Aragua de Barcelona, Lisbie Cabeza. Tienen 3 hijos. Saúl, que es médico, Samuel, profesor del IUTJAA y Sandra, publicista, los cuales les han dado la felicidad de contar, por ahora, con 7 nietos y 1 bisnieto. En sus 56 años de casado ha vivido en el callejón Antorcha – Casco Viejo –  4ta. carrera sur – Frente el INCE – y en su actual residencia, en la 8va. calle sur, frente al Colegio Nacional de Periodista, donde construyó su vivienda propia en un terreno que le compró, en el año 1969, al señor Franco Lander. Una larga trayectoria familiar bien consolidada y mejor conservada. Vio al Tigre nacer, crecer y consolidarse. Nadie le cuenta historias al que conoce la historia.

Volviendo a sus inicios en el entonces pequeño poblado de El Tigre, Jesús Ramón Soto, cuando cumplió 16 años, trampeó, en el buen sentido de la palabra, para lograr la Libreta Militar, se sumó 2 años y se la entregaron. Era requisito indispensable para trabajar en la petrolera. Logró empleo en La Mene Grande Oil Company, pasó a la Atlántica y luego laboró en la Soconi, donde escaló a la segunda posición, después del gringo Mister Moles, quien era el jefe de Calderas. La compañía para la época contaba con 45 Calderas y para perforar un pozo, siempre utilizaban 5 calderas. En el año 1958, a la caída de la dictadura del Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, pusieron fin a la perforación a vapor, eliminaron las calderas, lo quisieron bajar de categoría asignándolo como mecánico de balancín, no aceptó y se retiro. Empezó la perforación de los pozos petroleros con motores diesel, no había calderas y él buscó otros rumbos. El progreso no se detiene y el hombre de trabajo no se rinde. El llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta.

Un hombre de trabajo, responsable y buen padre de familia, inmediatamente logra un empleo. En esta oportunidad, con Transporte Morales y compañía. A los 9 años esa empresa cerró operaciones, lo liquidaron y rápidamente se enganchó en La Flint Construction, dónde permaneció por espacio de 16 años, cuando colgó los guantes, después de 42 años al servicio de la industria petrolera. Injusticias hay en el mundo laboral y como no había – todavía es inexistente – Ley de Seguridad Social, don Jesús, no goza de una jubilación de una empresa petrolera y sólo cuenta con el exiguo ingreso de la pensión de vejez. La gente de La Flint, le arregló los papeles requeridos por el Seguro Social Obligatorio, se los entregaron, los consignó y, al poco tiempo, se la aprobaron. No había objeción. Más merecida y mejor ganada imposible.

Don Jesús Ramón Soto, conserva buena memoria. Recuerda que los primeros cariseños, que llegaron a la Mesa fueron: Perucho Ramos, Margarito Ramos, Ramón Meza, Aquilino Meza, su padre Teodomiro Soto, Pedro Celestino Soto Fariñas, el padre del Coronel Pedro Vicente Soto Fuentes, Eleuterio Rondón, Dimas Soto, Hildebrando Soto, José Soto, Dimas La Rosa, José María Lira, Margarita Rondón, Anastelia Salazar, Blacina Salazar, Pedro Sotillo, entre otros. Las primeras pensiones en instalarse fueron, la de Pancha Ramos, en la calle Ricaurte, Manzanares de doña Petra Manzanares, que llegó de Atapirire, otra de una señora conocida como “La Tucusa”, oriunda  de Aragua de Barcelona y la de La Negra Nasaria. La primera venta de bicicleta la instaló el soledadense Otilio Sifontes. Uno de los primeros bares, llamado El Trocadero, lo instaló en la calle Aragua, Rafael Bogarín, luego abrió sus puertas El Miramar del maracucho Rafael Dreguer, ubicado frente la bodega “La Chaparreña” de don David Barrancas y la Chicha Pinoni y en el cual trabajaba una hermosa mujer llamada La Chicha Morillo, que los citadinos apodaron la María Félix del pueblo. Luego instalaron el bar Mi Balconcito de Ana Veroes y el Bar 73 de María Quintana. El primer cine fue Cinelandia, que funcionó, en el salón dónde hoy existe una iglesia evangélica y cuyo dueño, que conoció como don Diego, poseía además varios negocios con el nombre de  “Luz y Sombra”, todos frente al edificación que se construyó durante la gestión del gobernador Dennis Balza Ron para la prefectura. Más apuntes para la historia.  Recuerdos de El Tigre viejo.

Muchos recuerdos, de esa pequeña aldea, en la que vivió y que dio pie al nacimiento del pueblo de El Tigre, posee don Jesús Ramón Soto. Por ejemplo,  el sismógrafo que dio con el punto para perforar el Pozo Oficina 1, fue el número 6, propiedad de Mene Grande Oil Company. En esa época, la compañía encargada de la perforación, le suministraba una comida diaria a los trabajadores y, para tal fin, sacrificaban una res diaria, la cual sancochaban en una gran olla, a las 12 en punto, llegaba todo el personal, incluyendo los vendedores y mirones, los cuales pasaban con su plato, que los encargados del reparto, les llenaba hasta la coronilla y había derecho a repetir. Una gran comilona, pues. En ese sitio, conoció a Mister Julio y luego con el tiempo cuando llegaron Ruperto Marcano, Jesús Subero y Cleto Quijada, que trabajo como encuellador, tuvo el honor de conocerlos. En lo que aparecieron los sindicatos, compartió con el Negro Souquet, quien era el jefe de reclamos. Un Hombre honesto y tan fregado que los jefes de la compañías petroleros, le temían. Lo llamaban el hombre de la “Mascá de tabaco”. En su tiempo como trabajador de la Flint, el delegado del sindicato fue “Tacito” Rojas. Tampoco olvida que la compañía petrolera les daba facilidades a los trabajadores para adquirir vehículos usados en muy buen estado. En el año 1948 compró a la Mene Grande Oil Company,  por Bs. 800 un Ford Coupé amarillito que fue su primer vehículo. Un varón del campo, siempre necesita una escopeta y don Jesús en la primera oportunidad, adquirió una calibre 16 (morocha) por la astronómica suma, para ese momento de Bs. 100, en la tienda de Alcibíades Cones. Eran los tiempos de calles polvorientas y muy pocas opciones en el pueblo, sin embargo los alrededores eran muy buenos para la cacería. Era el inicio de esta linda y admirable realidad llamada El Tigre, nombre adoptado para el pueblo, por efectos de una leyenda, que contaban nuestros ancestros de que, una vez al año, pasaba un feroz tigre por esta parte de la Mesa de Guanipa. Es lo que cuentan los protagonistas de ese tiempo y ni siquiera Dios puede cambiar ese pasado. Muchos protagonistas. Una sola historia.

Un hombre, un fundador, una mente lúcida, que todos los que aspiran escribir la verdadera historia de la ciudad, deberían consultar. Don Jesús Ramón Soto, con su vida consagrada al trabajo y su familia, que con su esfuerzo, dedicación, vida familiar y su prolija descendencia, ha contribuido, contribuye y continúa contribuyendo con el engrandecimiento, desarrollo y progreso, de esta pequeña urbe, que tal como queda demostrado, por enésima vez, nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933 y los cuales, junto a los sitios, negocios y demás personajes que mencionamos, merecen que cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores de nuestro bello y egregio pasado, decidan escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica. Nuestras raíces son cariseñas. No os dudéis. ¡Vale la pena!


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