domingo, octubre 28, 2007

El hotel Oriente

Si uno no sabe historia, no saber nada; es como
ser una hoja y no saber que forma parte del árbol

Michael Crichton
Escritor, director, actor, y productor estadounidense
Uno de los primeros hoteles que se instaló en la ciudad, que nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, fue el Hotel Oriente. En la década del 40, don Franco Lander y su distinguida esposa la señora Lastenia que provenían de Aragua de Barcelona, probaron suerte en la naciente ciudad de El Tigre y construyeron un rústico inmueble de bahareque, con cómodas habitaciones para la época e iniciaron una actividad, en la cual la señora Petra Manzanares, oriunda de la bella, pintoresca y apreciada población de Atapirire, era la pionera con el Hotel Manzanares, en el corazón del Casco Viejo de la ciudad.

Los esposos Lander, mantuvieron su actividad hasta finales de la década del 50, cuando decidieron regresar a su patria chica y arrendar el hotel a un italiano que duro poco tiempo. Luego arrendaron al señor Julio Sifontes, quién en el año 1962, le vendió la existencia de mercancía a Pablo Fajardo, que desde muy joven se había dedicado al comercio como dependiente en la famosa bodega “La Tacita de Plata” de don Alberto Rodríguez, nativo de Upata. Eran tiempos difíciles, Pablo había llegado a los 4 años desde El Chaparro. Nació en un hato el año 1933, coincidencialmente el mismo año de la fundación de El Tigre. Muy chico empezó a trabajar para ganarse la vida y buena parte de su vida la dedicó a esa bodega, donde incluso alquilaban bicicletas a 2 bolívares la hora. Eran una novedad y aunque costoso el alquiler, tenían una clientela aceptable.

En el año 1962 Pablo Fajardo, que vivía exactamente detrás del Hotel Oriente, al lado de don Ramón Barreto frente a la plaza Luisa Cáceres de Arismendi y conocía a fondo todos los movimientos que se suscitaban en el hotel desde el retiro de los esposos Lander, a mediados de la década del 50, una vez que se retiro de “La Tacita de Plata” había probado suerte en la industria petrolera con la empresa Hallibourton y en los 7 años de relación laboral ininterrumpido, le reportaron 15.200 bolívares – 200 se los bonchó – guardó 15.000 mil para ver en que negocio incursionaba por cuenta propia. Surgió la oportunidad de arrendar el Hotel Oriente, no lo pensó 2 veces y perfeccionó el contrato, con un canon de arrendamiento de 333,33 bolívares mensuales, previo pago del inventario (Bs.2.000,oo) a Julio Sifontes, que había suplantado a un italiano quien había sido el primer inquilino una vez que los esposos Lander pasaron a sus cuarteles de invierno.

Con la autorización de los esposos Lander y los conocimientos prácticos de construcción que poseía Pablo Fajardo, inició la adecuación y remodelación de las habitaciones del hotel. Cancelaba 200 y con los 133,33 costeaba los trabajos. En el año 65 y por un año, mientras se dedicó a las labores de albañilería y el alquiler de las habitaciones, arrendó a Zuleima y Cruz del Valle Golindano – Las populares “Pepiadas” que estaban de moda – la cantina que tenía venta de cervezas y licores, la infaltable rockola, mesas de pool, billar, más un bowlin aficionado que mantenían una clientela cautiva, la cual se acrecentaba los sábados ya que era la sede del primer y único sellado del 5 y 6 que funcionaba en la ciudad. A mediados de la década del 60 instalaron uno en el local de don Pedro Brito frente a la plaza Miranda, luego otro en la calle Bolívar en el bar Bohemia, del español Eliseo García y después el aún vigente en la calle 14, exactamente en bar Brisas del Sur del señor Esteban Obando. Esa es otra historia.

En el año 1970, la familia Lander decidió vender el Hotel Oriente por 45.000 bolívares, exigían como inicial 25.000 bolívares y el resto a crédito. Pablo Fajardo, que tenía la primera opción, no contaba con el dinero, pero logró asociarse con el señor Evelio Salgado quién aportó 15 y Pablo los 10 restantes. La diferencia de 2.500 a favor de Evelio, Pablo fue cancelándosela en cómodas cuotas y convinieron pagar el resto del dinero a la familia Lander en letras nominales de 2.000 bolívares mensuales. A los 10 meses cancelaron la totalidad del compromiso, el Dr. Maximino Melchor Salgado los asesoró en la redacción del documento y el perfeccionamiento legal de la adquisición y asumieron la propiedad del inmueble.

Un año duró la sociedad, surgieron desavenencias, rompieron la sociedad y dividieron el local. El señor Evelio Salgado tomó la parte norte que colindaba con el edificio de la logia y Pablo la mitad hacia el sur que limitaba con la barbería del italiano Aramburu. En la medición para la división del inmueble y en presencia del Dr. Maximino Melchor Salgado, Evelio Salgado le ofreció a Pablo la parte que le correspondía por 50 mil bolívares, lo cual no pudo adquirir porque para ese momento era mucho dinero y sus ahorros los tenía destinados para continuar remodelando y adecuando la parte del inmueble que le correspondió.

Evelio Salgado, instaló una fábrica de hielo y Pablo continuó con la misma actividad comercial y a la vez le atendía a la fábrica y venta de hielo por encargó de su antiguo socio. Un poco tiempo después fue cerrada, el local convertido en un depósito, hoy es el terreno donde hace poco construyeron el mercado de buhoneros. En marzo de 1980, Pablo y su esposa Aura Narváez, ya como selladores oficiales del 5 y 6, cambiaron la actividad comercial e inauguraron una venta de comida especializada en pastas. La Casa del Espagueti y el Pasticho. En el año 1995, cuando se iniciaba la escalada de la inseguridad, decidieron entregar la máquina del 5 y 6 y se dedicaron a atender la venta de comida popular. Las especialidades que ofrecen desde la fundación hasta el presente son: Pasticho, espagueti Bolognia, macarrón al horno y cualquiera de ellos acompañado con pollo o carne guisada por la módica suma de 10 mil bolívares y un jugo natural por mil bolívares. Por ahora, una ganga.

Es una síntesis de la evolución del Hotel Oriente, que forma parte de la historia menuda de El Tigre, la cual investigada, validada y escrita con apego riguroso a los testimonios de sus protagonistas, los cuales gracias a Dios, todavía viven y la cuentan sin sesgos de ningún tipo, nos permitirán preservar la memoria histórica de nuestro pueblo y contribuirá a escribir la gran historia de nuestra querida ciudad que vive en permanente mutación por efectos del progresivo desarrollo y la inevitable modernidad.
Somos parte de este frondoso árbol de concreto en que se ha ido convirtiendo la ciudad, lo que obliga a conocer algo de su historia, so pena de no saber que somos una de sus hojas y por ellos, formamos parte de esta gran arboleda que nos da cobijo con el nombre de El Tigre.

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