domingo, noviembre 18, 2007

La bodega La Chaparreña

Lo que ocurre en el pasado vuelve
a ser vivido en la memoria

John Dewey (1859-1952)
Filósofo y educador estadounidense.

Transcurridos apenas 5 años de la fundación del El Tigre, exactamente en 1938, David Rafael Pinoni Barrancas y su distinguida esposa Dulia Asunción Báez fundaron, en la esquina de la calle Colombia c/c Héctor Villegas del Casco histórico, la bodega La Chaparreña. Don David, que nació en Aragua de Barcelona y se había formado en la pintoresca población de El Chaparro, llegó unos años atrás por estos lares atraído por la expectante actividad petrolera, conoció y contrajo matrimonio con Dulia – la popular Chicha – que provenía de Soledad y cuya familia se había establecido en el callejón Colón también en la búsqueda de las mejores oportunidades que brindaba la explotación del oro negro. Ambos indiscutiblemente son fundadores de El Tigre.

Un pueblo que todavía estaba en su etapa embrionaria, permitía que todos se conocieran, convivieran y compartieran. Don David, trabajo por un tiempo en un sismógrafo y con el dinero que le reportaron sus prestaciones sociales decidió con su esposa, dedicarse a la actividad comercial e instalaron su bodega. En esa época los vendedores y proveedores de mercancía llegaban esporádicamente, de tal suerte que el negocio no se limitó a las ventas al detal, sino que con el tiempo y a medida que iban creciendo y la clientela aumentaba, la convirtieron también en mayorista. La bodega de David barrancas y la Chicha se convirtió en sitio de encuentro de los citadinos y hasta el sol de hoy que es administrada por Ingrid, una de sus hijas, su clientela se mantiene. Bodega La Chaparreña, tiene inscrita en una de sus paredes de bahareque, fundada en 1938. Conste todavía la construcción es la autóctona

Mucha gente piensa, que el nombre de la bodega viene dado por el hecho de que El Tigre fue creciendo en medio de grandes chaparrales y lo cierto del caso, nos indican los hijos, es que el lema comercial surgió del amor que profesaba Don David Pinoni por el pueblo de “El Chaparro” donde creció y vivió hasta la adolescencia. El entorno de la bodega “La Chaparreña” era muy familiar. En él convivían personas de diferentes procedencias y todos, una vez instalados, formaban parte de una comunidad unida y solidaria en un ambiente de amistad, compañerismo y compadrazgo. Imagínense nada más cuántos compadres tenían Don David y la Chicha con 9 hijos. Mayra, David, Letzaida, Pedro, Petra, Stalyn, Rosmer, Ingrid, Richard y una canita al aire del viejo, Carmen Elías. Un familión que ha contribuido decididamente con el desarrollo de la ciudad.

En ese tiempo y por ese lugar habían llegado y fijado residencia antes de la fundación y luego de la fundación varios fundadores de El Tigre. Vicente Campos, el padre de Vicente y Chuchú, Dima La Rosa, José María Lira Reyes, José Pino, Julia Bolívar, Damaso Cabrera, Alí Laureen, el popular “Chivo” Ernesto Rodríguez que poseía una bodega con un pool incorporado, María Marín, la suegra de Pio Quijada que vivió muchos años allí con su esposa Gisela Marín de Quijada y era la que tenía el molino donde todos asistían a comprar la masa para las arepas, Miguel “Cocoliso” Arismendi, Julio Rondón, Carlos “Cayú” Matos, Gerardo Lara, Ramón Sotillo, Andrés Hernández, Tina Pinto, Antonio López, Choncho Quijada, Leonidas Pinoni, Rafaela Robinsón, la familia Coraspe, la familia Sifontes y la popular Aurora Amelia Salazar que fabricaba las alpargatas y que era conocida popular y familiarmente como la “Alpargatera o cholera” por sus vecinos que a la sazón eran sus clientes. Era el calzado de moda en esa época. Desde 0,25 hasta un bolívar las más finas y acabadas.

La bodega la Chaparreña que hacia esquina con el bar Miramar que estaba ubicado al final de la calle Páez con Colombia, pasó momentos críticos y estuvo a punto de cerrar. Hace 39 años, cuando don David dejó de existir, la Chicha tuvo que ingeniárselas para sacar adelante la familia. El negocio no andaba bien y entonces apeló a la venta de empanadas en las tardes y noches, la elaboración de manjarete, dulces, turrones y poco a poco con la ayuda de sus hijos fue levantando de nuevo la bodeguita y hace 7 años cuando falleció, le dejó a la familia el negocito en pleno apogeo.

Una vez que murió Rosmer que junto a Ingrid se habían encargado del la bodega, hubo otra crisis, empero, Ingrid con la ayuda de sus hijos hace esfuerzos sobrehumanos por mantener con vida la actividad comercial y no cerrar definitivamente esa bodega que mantiene viva la memoria histórica de la ciudad. Las autoridades competentes deberían declararla patrimonio histórico, ayudar a restaurarla y mediante una donación o un crédito blando colaborar a esa prolija familia para preservar activa esa popular esquina, que repito, continúa siendo un sitio de encuentro de las viejas y nuevas generaciones.
El año entrante cuando El Tigre celebrará sus tres cuartos de siglo, es ocasión propicia para iniciar un trabajo de investigación riguroso, científico y profesional de todos los sitios históricos de la ciudad para resguardarlos, restaurarlos, declararlos patrimonio histórico y podamos preservar la memoria histórica de la ciudad, para dar la oportunidad a las nuevas generaciones vivir ese pasado al menos en las reminiscencias que puedan evocar. Es mi humilde opinión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos. Mi eterno agradecimiento por esta hermosa reseña donde mi siempre y recordada madre Carmen Adelia Barranca, sobrina de Don David a quién siempre llamé "tio david", no solo atendió el viejo mostrador de la Chapareña sino que fue allí donde conoció a mi querido viejo quién para ese entonces trabajaba en la empresa petrolera Mene Grande. Soy testigo que todo lo escrito en esta reseña es cierto y confieso que son muchos los recuerdos que afloran a mi mente cuando de niño visitaba la bodega. Por ejemplo, cuando gente de una etnia que vivía por el caserío de Limo hacia cola con sus faldas frente a la Chaparreña para conseguir un carro que losllevara. Siempre adoré a la Chicha que fué mi madrina y su amor por mí persona fue recíproco. Por supúesto, que comí sus saborosas empanadas y que muchas veces le exigía que me cobrara. Igual con todos sus hijos a quienes considero mis primos. Cuando voy al Tigre y puedo los visito. Ojalá sea escuchado el llamado a proteger esta edificación. Sugiero que impulsemos esta idea con una fundación que se debe llamar "La Chaparreña". Me anoto con ganas y mucho sentimiento. Nuevamente gracias.
Prof. David Rafael Malavé Barranca