viernes, noviembre 20, 2009

Personajes de mi pueblo: Otilio Heredia


Cualquier ayuda que podamos prestar a otro
en este mundo, es una deuda contraída con él
John Ruskin (1819-1900)
Escritor británico.

No todo lo que brilla es oro. Hay gente que tiene percepciones equivocadas. No aprecian el dolor, no tienen sensibilidad y no les toca el corazón las vicisitudes que diariamente tiene que sortear otro ser humano para sobrevivir invocando la solidaridad de sus semejantes. Otilio Heredia que vino al mundo el 24 de noviembre de 1948, en un hogar humilde de la ciudad, conformado por la pareja de agricultores, hoy fallecidos, Dionisio Carvajal y María Heredia, oriundos de Boca de Uracoa, estado Monagas los cuales llegaron a El Tigre a los inicios de la década del 1940, atraídos por la pujante actividad petrolera que se desplegaba en la Mesa de Guanipa, es uno de esos hombres que solicita esa ayuda y apoyo de la gente para “medio vivir mejor” y adquirir sus medicinas. Hay que mirar a nuestro alrededor.

Don Dionisio logró empleo en la contratista petrolera “La Nona”, lo que le permitió quedarse y fijar residencia en la calle Brisas del Mar. En el largo, añejo y feliz matrimonio procrearon 9 hijos. Elio, Ramona, Marcelo, Víctor, Juan, Del Valle, María, Carmen y Otilio. Cada uno de ellos se independizó, hicieron y hacen sus vidas en familia. Nuestro personaje, que ya tiene 9 años compartiendo las labores de vigilancia en el estacionamiento del Banco Venezuela – antes Caracas – con Francisco Rojas, en una oportunidad fue retenido por la Policía Metropolitana porque, según ellos, no podía permanecer como vigilante en el sitio. El gerente de la entidad bancaria se movilizó, obtuvo su libertad y logró que le permitieran continuar medio ganándose la vida en el lugar. A nadie le falta Dios.

Otilio Heredia, que es diabético y ya le han amputado 3 dedos, antes de llegar al estacionamiento del Banco Venezuela, trabajó como chancero en varias contratistas petroleras, fue mensajero, controlador en el terminal de pasajeros de Puerto La Cruz, cobrador del Aseo Urbano Domiciliario en el Concejo Municipal de El Tigre y una vez que la devastadora enfermedad que padece fue mermándole sus facultades físicas, buscó ganarse la vida honradamente cómo vendedor informal ofreciendo CD de música y películas y lápices a los usuarios del cajero externo (autobanco), actividad que abandonó por la crisis económica y se dedicó a compartir la vigilancia del estacionamiento con su amigo Francisco Rojas y sobrevivir con las propinas que generosamente les proveen los agradecidos conductores por cuidarles sus vehículos. El que busca encuentra.

Amante del cine y la música mexicana, Otilio Heredia estudió hasta tercer grado en la escuela José Silverio González cuando funcionaba en la tercera carrera norte – detrás del mercado de Pueblo Nuevo – ahora tiene su residencia junto a su esposa Josefa García y sus hijos en la calle Aragua # 93 y con esa penosa y criminal enfermedad que lo aqueja espera, aspira y tiene la firme esperanza que los nuevos gerentes revolucionarios del Banco de Venezuela, hagan buena las palabras del Presidente Chávez en el sentido que ahora esa entidad bancaria es socialista y por ende de producción social que debe orientar sus ganancias solidariamente con el soberano y especialmente con quienes cómo él y Francisco, se han comido las verdes durante tanto tiempo sin percibir ningún salario, emolumento o dádivas que no sean las provenientes de la mano generosa de los clientes del Banco que utilizan el estacionamiento. Llegó el momento de hacer justicia.

En esos 9 años que Otilio Heredia, lleva vigilando en el estacionamiento del Banco de Venezuela, nunca han robado u abierto un vehículo, pero cómo no todo es perfecto en la vida. Atento y concentrado en el cuido de los automóviles para que los clientes puedan hacer sus transacciones sin ningún sobresalto o preocupación, le han robado 6 bicicletas. No hay dudas que existen granujas inescrupulosos e insensibles que no miden a la hora de causar daños a una persona – que tal como muestra la gráfica – no sólo padece la diabetes sino que tiene que guarecerse debajo de unos cartones para cubrirse del sol inclemente y las sorpresivas lluvias para, repito, medio ganarse la vida “Que triste se oye la lluvia en los techos de cartón” recuerda es sus canciones el cantante ícono de la revolución. Una verdad del tamaño de un templo y que tiene muchos ejemplos a la vista. Una gráfica dice más que mil palabras.

Estos personajes, que forman parte de la cotidianidad de la ciudad y que a veces pasan desapercibidos, realizan un trabajo de seguridad sin ser oficiales, portar armas o uniformes, casi imperceptible, pero de una gran importancia para salvaguardar los bienes materiales de los clientes del banco. Bien merecen que la gente actúe con generosidad ante ellos, entiendan su situación y ayuden con sus aportes voluntarios – a nadie exigen – pero es obvio que nobleza obliga. Unos bolívares más, unos bolívares menos ni enriquecen ni empobrecen a nadie. Cualquier ayuda que podamos prestar es una deuda que cancelamos con los más necesitados. Con respeto, cariño y mucho amor, deja tú propinita que Dios proveerá y …te lo pagará.


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