miércoles, mayo 05, 2010

Personajes de mi pueblo: Rigoberto Antonio Medina

La pobreza priva a menudo al hombre de la virtud y del animo
Benjamín Franklin (1706-1790)
Político, filósofo y científico estadounidense.

No todos tienen la fortaleza de espíritu para enfrentar la dura realidad de la vida. Muchos sucumben, pierden la voluntad de lucha y se entregan a la buena de dios. Este es el caso de Rigoberto Antonio Medina, quien por espacio de 3 años, fue agente de la Policía Metropolitana – ahora Policía de Anzoátegui – una vez de baja, trabajo 2 años como ayudante en el taller de latonería y pintura “Omaha” cuyo propietario era Orlando Omaha, el popular Chivatón, una vez cesante, inició un largo peregrinaje en busca de empleo y ante la falta de oportunidades, sucumbió y se entregó. Desde hace 5 años, deambula por el centro de la ciudad con trapos harapientos, sin asearse, con una larga y descuidad barba, pero bien lúcido y consciente de su realidad y el mundo cruel que lo circunda. Es el prototipo del indigente.

Confiesa que se entregó a la indigencia por “falta de empleo” y “cosas de la vida” que tiene 2 hijos, que tiene residencia en la calle Anzoátegui nº 56 del barrio “Simón Bolívar” con su señora madre Leonarda Medina y 7 hermanos más. También revela que es oriundo de Cantaura y que nació el 21 de marzo de 1954, en la calle Anzoátegui. Está claro y en sus cabales a pesar del estado de abandono en que se encuentra. Por ello, debe sorprender a los que por molestarlo, le gritan “Pelo e’ C…anda a bañarte” y él, sin inmutarse les responde. “Manda a bañar a tú madre” no hay que meterse con los locos, los locos no se meten con nadie y Rigoberto, no es loco, es un indigente que está en plenas facultades mentales. El amigo Carlos Barreto que lo conoce desde joven, lo llamaba “El bonchón”. El también merece respeto.

Todo en la vida tiene solución. La pobreza y falta de oportunidades, llevó a Rigoberto a perder el ánimo y por su estado de dejadez, indigencia y uno no descarta algún vicio, de los cuales abundan en la calle, pareciera estar privado también de la virtud. No olvidemos que nuestro Libertador dijo acertadamente que “El ocio es la madre de todos los vicios” y todos los que entran a formar parte de la legión de indigentes, que pululan es ente país rico y pareciera pobre en sensibilidad, inexorablemente caen en los vicios. El etílico es uno de los más usuales por la abundancia y facilidad para obtenerlo. Los que conocen a Rigoberto, aseguran que no pasa de ser un “kurdo” más. Es la palabra del lenguaje coloquial que utilizan en la calle para identificar a los dipsómanos. La sabiduría popular, no da margen para los equívocos.

El eminente técnico electricista José García, quien es primo de Rigoberto, cuenta que en una oportunidad el tío de ambos, el señor José Itriago (+) contrató a nuestro personaje para que le pintara la casa. El hombre inició el trabajo un lunes tempranito y cuando movió un mueble consiguió un tremendo anillo y se lo embolsilló. Al poco tiempo, no aguantó y pidió permiso para retirarse porque tenía una diligencia urgente, mañana regreso. El tío José Itriago que lo llamaba “Busca la vida”, le dijo no hay problema y cuando este se marchó, comentó: “Mordió el anzuelo” El otro día llegó Rigoberto a continuar su trabajo de pintura y cuando lo vio le dijo: “caramba tío, usted usa anillos de fantasía y este le respondió “Mire llave, siga trabajando, si el anillo hubiese sido de oro no me dices nada, delincuente el carajo” Rigoberto, según su primo José García, se llevó el chasco de su vida en la joyería cuando lo llevó a pesar e intentar venderlo. Cazador cazado. Más sabe el diablo por viejo que por diablo y al mejor cazador se la va la liebre.

Estos personajes forman parte del panorama visual de la ciudad. Prácticamente pasan desapercibidos, pero no pueden ser ignorados, sobre todo por las autoridades competentes, ya que con la tragedia que sufren, ponen en evidencia, una de las grandes fallas del estado para atender a los compatriotas en desgracia. No ha existido, no existe y por los vientos que soplan, no habrá por mucho tiempo una verdadera y autentica política social dirigida a atender este drama que descorre el velo de la insensibilidad de nuestra sociedad en su conjunto y los gobiernos en general. Todos somos culpables.

No podemos escurrir el bulto y mucho menos esperar que llegue de nuevo al poder un desquiciado mental, que para solucionar el problema, se le ocurra la criminal idea de ir a botarlos en zonas lejanas o sencillamente desaparecerlos físicamente. Los enfermos mentales, los indigentes, los alcohólicos o dipsómanos que pululan en nuestras calles, son nuestros y estamos obligados a prestarles la debida atención y buscar colocar sobre el tapete de la opinión pública este drama para que los gobiernos se sensibilicen y tomen cartas en el asunto. Es tarea de todos.

Nosotros desde estos humildes destellos, buscamos dignificar estos personajes, reseñar esta tragedia social y dejar para los eximios cronistas e historiadores estas historias urbanas que incrementan nuestras vivencias citadinas y son el insumo necesario para escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad. Ellos, con su tragedia a cuestas, también existen. Hay que anotarlos en el disco duro de nuestra memoria histórica.






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