domingo, noviembre 28, 2010

Personajes de mi pueblo: Horacio Ramón Quijada Rodríguez

No hay espejo que mejor refleje la
imagen del hombre que sus palabras
Juan Luís Vives (1492-1540)
Humanista y filósofo español.


Margariteño de pura cepa. Horacio Quijada vino al mundo el 15 de julio de 1945 en el Valle Pedro González de la isla de Margarita. Hijo de Juan Quijada Rojas y Gregoria Rodríguez de Quijada. Nombres y apellidos que no dejan lugar a dudas. Es de la Isla. En el año 1946, el maestro Juan decidió probar suerte en el incipiente pueblo de El Tigre y, llegó con su prole que conformaban Erasmo, Jesús, Esther, Noris, José el popular “Burrito”, Gregorio y Horacio. Logró empleo en Mene Grande Oil Company y, cuando todo parecía agarrar rumbo positivo, la adversidad tocó su puerta: falleció la señora Gregoria y el hombre ante la tragedia y solo, tuvo que volver a la isla con los muchachos más pequeños, los mayores se quedaron en la casa, que ya poseían en la calle Nueva. Una vez en la Isla quedaron bajo la égida los abuelos maternos.

Pasados 5 años, el padre regresó a El Tigre, consiguió trabajo con la empresa petrolera Soconi Mobil, volvió a contraer nupcias, esta vez con la señora María Bauza y se estabilizó. Los niños que estaban en Margarita regresaron, entre ellos Horacio, quien convivió fraternalmente con su nuevos hermanos Juan de Dios, Arelis, Gloria, Jonás, Edgar y Marisol que fueron procreados en el segundo matrimonio del maestro Juan – era considerado un maestro por su experticia como perforador en la industria petrolera – un hombre humilde, de trabajo, apegado al hogar y que contribuyó con el engrandecimiento y desarrollo del naciente pueblo. 15 hijos y la gran cantidad de nietos y bisnietos que le sobreviven y que están residenciados en la ciudad, lo confirman. Multiplicaos.

Horacio Quijada, siendo niño, asistió como oyente al curso de primer grado en la escuela estado Trujillo y luego fue aceptado en segundo grado en la escuela privada “San José” de la maestra Blacina de Planchart, la cual funcionó en la esquina de la calle Brasil c/c Miranda, frente al hoy mercado municipal. Concluido ese año regresó al Trujillo, culminó la primaria y cuando tenía 16 años, se alistó en la Escuela de Tropas Técnicas en Maracay, a los 2 años cuando ostentaba el rango de cabo primero, se retiró, retornó a El Tigre y se inscribió en la Academia Pitman de la profesora Armenia Hércules y en un año aprobó el curso de Tenedor de Libros, con ese aprendizaje, viajó a Margarita y se matriculó en el Instituto de Comercio Juan Bautista Arismendi y a los 3 años egresó como Técnico Mercantil. En ese ínterin tuvo un amor fugaz en el cual procreo su primera hija la cual es profesional del derecho y ya le dio la primera nieta Mariangel Ortega que le siguió los pasos a la madre y también es abogada. En el año 1966, invitado por su prima Carmen Quijada viajó a Caracas y se residenció en Lídice, parroquia La Pastora y obtuvo su primer empleo en una quincallería china en el rol de vendedor de mostrador. Un año, se retiró y logró empleo en la Fábrica de Cierres Vista, C.A como jefe de facturación y un sueldo de Bs. 300 mensual. Empezaba a cantar otro gallo.

En ese tiempo aprovechó para sacar la secundaria por libre escolaridad, en los Instituto AVANCE y ATENAS, los deseos de superación y realización, eran permanentes. Hasta allí, no había descubierto su verdadera vocación, la cual descubrió por un hecho fortuito. En la oficina dónde trabajaba, había instalado un equipo de sonido que tenía sus cornetas en el galpón industrial de la empresa con la finalidad de llamar a algún trabajador cuando tenía que atender llamadas telefónicas o era requerido para algún detalle o instrucción. El micrófono lo manejaba diestramente una secretaria y un día falló por razones de salud. He aquí la anécdota.

Estaba Horacio Quijada en sus labores cotidianas. Repicó el teléfono, lo atendió y preguntaron por la señora Ruth de Giraldo quien se desempeñaba como jefe de personal. Tomó el micrófono y la llamó. Vino, atendió y cuando se retiraba le dijo: usted tiene una voz agradable. Más tarde volvió a repicar el teléfono y solicitaban hablar con el gerente de la empresa, el gringo Stanley Staller y Horacio volvió a tomar el micrófono e hizo el llamado respectivo. El hombre vino, atendió y cuando concluyó, se dirigió a Horacio al cual llamaba HO. Gracias mister HO, “usted tener bonita voz, tener voz de locutor”. Eso lo puso a pensar y lo motivó a buscar dónde y como aprender locución. Un buen día, pasó frente al Teatro Municipal y observó que en la segunda planta funcionaba “El Centro de Profesional Académico” dónde, entre otras especialidades dictaban los cursos de locución, pero como tenía una oferta de trabajo en El Tigre, se retiró y aceptó venir de nuevo al pueblo como cajero de la Singer. El gusanillo de la locución lo atormentaba. Se tomó su tiempo y a los 2 años, se retiró y regresó a Caracas, se inscribió y al año, tenía el diploma. Había descubierto su verdadera vocación.

Locutor graduado, pero para ejercer estaba obligado a solicitar el permiso del Ministerio de Comunicaciones. Culminando el primer trimestre del año 1973, introdujo la solicitud, le nombraron el jurado, presentó y le dijeron. “Puede irse, deje la dirección y le avisamos” Al mes y medio, un viernes en la tarde, estaba, echándose la cervecitas en La Manito de Oro de la popular Negra Dámaso, acompañado de su hermano José “Burrito” Quijada y el amigo Néstor “Pata e’ Perro” Gil; llegó una sobrina con la buena nueva. Había llegado una comunicación del Ministerio, dónde le notificaban que había aprobado el examen y, lo invitaban a enviar una serie de recaudos para poder obtener el certificado. Estaba notificado, más no autorizado. Con esa noticia, la celebración fue de tronío. El lunes empezó a recoger la documentación respectiva, los envió y en julio de ese año, le llegó el título con el número 6.135. En ese momento se convirtió en locutor oficial. Empieza otra historia.

Luego de tantas peripecias, había logrado el título que anhelaba y estaba en el camino correcto para desarrollar su verdadera vocación. Empezó a buscar una oportunidad y los cupos eran escasos. Tuvo su estreno frente a un micrófono en La Voz de El Tigre, en un programa de AD que moderó al lado del Prof. Ramón carrasco Mata y en el cual participaron como invitados, la líder del Comité Político Local “Raúl Leoni” su coterránea Ubaldina Quijada y el dirigente sindical Luís Vielma. En la salida, se encontró y conoció al laureado locutor Pedro Lugo Vílchez con quien entabló una gran amistad y en uno de sus tantos encuentros, un día le preguntó ¿Leíste Antorcha de hoy”, respondió que no y este le dijo “búscala hay un aviso de Radio Guanipa dónde solicitan un locutor” la buscó, leyó el aviso y para llegar a la emisora, la cual estaba ubicada en la entrada de El Tigrito, le pidió la cola a Héctor Vásquez, para entonces trabajador petrolero, quien lo llevó y le presentó al director-fundador don José Luís Tineo López. En julio de 1973 se inició y en el año 1984, Don Bombillo asumió la dirección y con su proverbial conducta autocrática, lo despidió sin causa justificada e irrespetando el fuero sindical que lo protegía y hasta el día de hoy, no le ha querido cancelar las prestaciones sociales que le corresponden de acuerdo a la ley y 4 sentencias favorables a su caso dictadas por el Tribunal Supremo de Justicia. El tipejo se burla de la justicia.

Horacio Ramón Quijada Rodríguez, que a la vez es cultor, ejecutor y cantor de la música Margariteña y director-fundador del programa “Yo soy margariteño”, nunca pensó que la malignidad de Don Bombillo llegara a extremos tan viles. Cuando aspiró la dirección de la emisora, lo ayudó y acompañó para llevarle un documento al dueño para que lo nombraran. En esa oportunidad viajaron Pedro Marrero Hernández, Germán Dona Rodríguez, Enrique Urbina Ávila y el sujeto de marras. Una vez que volvieron, lo nombraron y se encumbró, los despidió a todos sin causa justificada, los arregló como peón de fábrica – Dona murió en Anaco esperando el pago – Horacio, por dignidad acudió a la justicia para reclamar el pago justo de sus prestaciones sociales, la cual le dio la razón en el máximo tribunal. Van 4 sentencias del TSJ que lo obligan a cancelar las prestaciones sociales a Horacio. El tipejo, no da la cara y manda a decir que se declarará insolvente burlándose de la justicia. Ese es el ejemplar padre de familia, empresario próspero, honesto y ejemplo a emular que nos vendía sabañón en sus puntos de vista. Dime con quien andas y te diré quien eres.

La vida de Horacio Ramón Quijada Rodríguez no ha sido fácil, pero con constancia, dedicación y empeño ha logrado superar muchos obstáculos y tener grandes satisfacciones. Como poeta, cultor, intérprete y promotor del folclor margariteño el Instituto de Patrimonio Cultura de Venezuela lo declaró Patrimonio Cultural Viviente de Venezuela. Un reconocimiento que ostenta con orgullo. En su primer matrimonio tuvo 2 hijos: Mariana y Horacio Jr. En la época que este último cursó estudios en la U E Simón Bolívar y estando soltero, en una de esas tantas veces que religiosamente iba en busca de él, conoció a la maestra del hijo, Esmirna Solórzano. ¡Zas! Amor a primera vista, un corto periodo de amores y formalizaron matrimonio. En esa feliz unión, han logrado 3 hijos, ¡por ahora! Greiza del Valle y Greisse Cristina ambas bioanalistas y José Horacio que está en el periodo de pasantías para obtener el título de Ingeniero geólogo. Indicativo, de ser un buen padre de familia, disciplinado en el trabajo, con un gran concepto de familia y alta preocupación por la formación académica de sus descendientes. Don Bombillo nunca podrá decir lo mismo.

No hay un ápice de dudas, Horacio Ramón Quijada Rodríguez, es uno de los personajes que ha contribuido y contribuye a la difusión, promoción, fomento desarrollo del folclor margariteño y uno de los pioneros de la radiodifusión en la zona sur del estado Anzoátegui y aún cuando es víctima de una patraña inmoral por parte de Don Bombillo, que no sólo elude cancelarle sus prestaciones sociales, sino que se burla de la justicia e intenta cuando se pone en órbita todas las mañanas dictar cátedra de moralidad y decencia, es un profesional feliz y realizado. La imagen que proyecta Horacio son el reflejo de sus palabras, ojala la piltrafa de Don Bombillo pudiese decir lo mismo. Aquí nos conocemos todos. En estos humildes destellos reivindicamos su larga, limpia y dilatada trayectoria, con la firmes esperanza de que, cuando los eximios cronistas, historiadores e investigadores de nuestro profuso, interesante y exuberante pasado, decidan escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad, que nació al calor de la industria petrolera, un 23 de febrero de 1933, lo puedan incluir en el disco duro de nuestra memoria histórica. Al pícaro de Don Bombillo también, pero en las páginas negras. ¡Vale la pena!



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