domingo, noviembre 14, 2010

Personajes de mi pueblo: Luís Beltrán López

Los hábitos arraigados siguen de pie aun después
de haber desaparecido las necesidades que los formaron
Étienne Bonnot de Condillac (1715 – 1780)
Filósofo francés.


Hay personajes que parecieran pasar desapercibidos. Permanecen toda una vida en un sitio. Expenden delicias. No hacen ruido. Mantienen a lo largo del tiempo un comportamiento intachable. Son amigables, atentos, laboriosos, humildes y gente de paz. Desaparecen y, hay la creencia de que, nadie lo notará y menos extrañara. El caso de señor Luís Beltrán López, es emblemático. Estuvo cerca de 60 años vendiendo guarapo, como dice con su proverbial buen humor, en el concurrido paso peatonal de la esquina de la Librería Txiki y hoy, la gente cree que sigue allí porque continúan degustando sus deliciosas bolas de nieve y no es él, es un hijo que lo relevó. Nació en Santa María, estado Sucre el 30 de abril de 1931, no tuvo estudios formales, cumplió el servicio militar obligatorio en Maturín, tiempo que aprovechó, para aprender a leer y escribir. Una vez que recibió la baja, se vino al incipiente pueblo de El Tigre, dónde llegó en el año 1951, para quedarse. Un tígrense por adopción, que la gente recuerda, en su lugar de trabajo, con cariño y afecto. Es una leyenda viviente.

En al año 1953, al no lograr empleo y como la situación económica le era apremiante, incursionó en la venta de “Bola de Nieve”, para los tígrenses. “Raspao” para los caraqueños y “Cepillao” para los maracuchos. En todo caso la refrescante bebida, siempre tuvo 2 presentaciones. Una locha la dispensada en vaso pequeño y medio en vaso grande, eran los precios originales. Nuestro personaje, inició su actividad en el antiguo mercado de la avenida 5 y pasado unos meses, se ubicó en la esquina del edificio, dónde funciona desde hace unas cuantas lunas también, la Librería Txiki en la calle Bolívar c/c Miranda. En ese largo tiempo, que estuvo en la esquina, sólo fue molestado una vez por un alcalde atorrante, el cual por antojo, lo movió del sitio original un poquito más hacia la calle Miranda. No tenía excusas para retirarlo, atropellarlo o desaparecerlo, pero a fin de que no se fuera liso de sus desmanes, lo quitó de la esquina dónde tenía más de 50 años. Gracias a Dios, la clientela sabía que estaba allí y se mantuvo leal y consecuente. El orden de los factores no alteró el producto.

El señor Luís Beltrán López, desde hace año y medio, sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV), y como está convaleciente, le pasó el testigo a su hijo Pablo, el cual mantiene la actividad en el mismo sitio, con la misma disciplina, eficiencia y diligencia. Una dinastía, pues. En esos casi 60 años que se mantuvo vendiendo guarapo, casó con la señora Ana Ramona Díaz, con la cual procreo 4 hijos, que le han dado la felicidad de disfrutar, por ahora, de 5 nietos. No goza de la pensión de vejez, pasa una situación económica crítica y se mueve, con mucha dificultad, tal como lo muestra la gráfica, con la ayuda de una andadera ortopédica la cual adquirió con sus propios y escasos recursos económicos. El trabajo dignifica, da para la manutención, medio vivir y una vez en el retiró, como en el caso del “bolenievero” de la esquina de la txiki, vegetar en medio de las más exigentes dificultades económicas y limitaciones para acceder a los servicios de salud y comprar los medicamentos. No todo en la vida es color de rosa.

Don Luís Beltrán, inició su actividad artesanal con un carrito de madera, que el mismo adecuó para la actividad, luego adquirió el actual confeccionado con metal. Un cepillo raspa hielo, hielo en panela, que antes adquiría en la Planta de Hielo, que funcionó al lado de la actual sede de la Policía Municipal y, ahora les suministra un distribuidor desde la planta de hielo del Tigrito, un pedazo de semicuero para tapar y medio mantener el hielo, los frascos con los guarapos dónde hay de sabor artificial: menta, piña, colita cuyas esencias de color compraba antes, en las farmacias y, ahora en las casa especializadas en repostería y los sabores naturales: tamarindo, guayaba, guanábana, coco, melón y naranja, los cuales prepara con frutas frescas, que adquiere de los pequeños productores y otras en el mercado. Tampoco le falta, unas botellas con agua y paños limpios para mantener limpio, aseado y en condiciones higiénicas el móvil que le sirve de armario para poder trabajar. Era cuidadoso en mantener un ambiente decente, adecuado y atractivo a la clientela. Un dato curioso para los que sacan las estadísticas de la salvaje devaluación del bolívar. Hoy el vaso pequeño vale Bs. 3 mil y el grande Bs. 5 mil. Hay que sacar la cuenta bien. No hay que olvidar, que con la reconversión a la moneda le quitaron 3 ceros a las cifras y verán que a pesar de todos esos maquillajes monetarios la devaluación no se detiene y obtiene índices pavorosos. Saque bien los números. Es un botoncito de muestra.

El señor Luís Beltrán López, formó parte del paisaje urbano de la ciudad por más de cincuenta años. Nos deleitó con sus ricas y deliciosas bebidas refrescantes a las pasadas y presentes generaciones, las cuales en los últimos años, aderezaba con la agradable y dulce leche condensada y hoy, por su convalecencia, no está en la esquina de costumbre, pero hay que reconocerle que tuvo una disciplina férrea, un orden estricto y una voluntad de acero para mantener una actividad laboral informal por espacio de casi 60 años. La gente lo recuerda con cariño. Muchos de los que hoy son profesionales, técnicos, empresarios, trabajadores o ciudadanos en el gobierno que pueden ayudarlo, en más de una oportunidad, cuando pasaron por la esquina de la Txiki acalorados, degustaron con fruición, alguna vez una sabrosa, jugosa y refrescante “Bola de Nieve”. No se hagan los locos.

Las necesidades, que aun persisten, dieron pie a la actividad de vender guarapo en el señor Luís Beltrán, lo cual se convirtió en un hábito, que se mantiene como una agradable tradición. Ese trabajo se inicia al despuntar el alba hasta que el astro rey da paso a la luz de la luna. Fueron, repito, cerca de 60 años y, ahora retirado por razones de salud y la edad, necesita de la solidaridad y la ayuda de las almas generosas y los entes oficiales. Estoy persuadido de que a través de nuestros consecuentes lectores, muchos se enterarán de su precaria situación económica y querrán visitarlo, ayudarlo y socorrerlo. En ese sentido los oriento, para que no se pierdan. Está domiciliado en la calle Primero de Mayo, en todo enfrente dónde empieza la calle 19 de abril, en Pueblo Ajuro. Uno nunca sabe. Gente de buen corazón y generosa abundan. El “bolenievero” de la esquina de la librería Txiki, os agradecerá. Hagan el bien sin ver a quien.

Este vendedor informal, la familia, los personajes, la actividad que realizó y los sitios que mencionamos en estos humildes destellos, forman parte de nuestras historias urbanas y de nuestras tradiciones y, bien harían nuestros eximios investigadores, historiadores y cronistas, en tomarlos en cuenta, a la hora que decidan escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933 y los puedan incluir en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!



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