viernes, febrero 25, 2011

Personajes de mi pueblo: Tarcisio Antonio Quijada Mata (Don Chicho)

Trabajemos por y para la patria, que es trabajar
para nuestros hijos y para nosotros mismos
John Dryden (1631 – 1700)
Poeta y dramaturgo y crítico inglés


Margariteño nacido el 07 de septiembre de 1928, es el segundo de los diez hijos del matrimonio formado por el navegante Nicanor Quijada Mata y la señora Felipa Mata Rosas. Los vecinos decían que “Eran de alta alcurnia y no tenían dinero para viajar hasta Caracas y poder curarse una diarrea”, cuenta muerto e’ la risa. Vino al mundo en el Valle Pedro González, para entonces, municipio Matasiete del Distrito Gómez, cuando tuvo edad escolar, lo enviaron a la escuelita que tenía el maestro José Luís Villarroel (Chelía) en “Los Hatos”. Ese mismo día, el papá se fue de viaje, y asistió sólo cuatro días. No aprendió ni la O por lo redondo, cuando el viejo regresó, le dijo que no iba más a la escuela, se convirtió en zagaletón. Era tan quisquilloso, que todo lo que pasaba en el pueblo, lo atribuían a sus andanzas. Los vecinos decían “Ese fue Chicho, el hijo de Felipa Mata”, ahora dicen, después que se casó con su prima riocaribera, Mena María Molina Quijada de Quijada “Ese fue Chicho el de Mena” y suelta su característica carcajada. El hombre, que ya vive la cuarta edad, no pierde el sentido del humor.

El 14 de diciembre de 1946, con 18 apenas años llegó a El Tigre. Había aprendido a leer y escribir por su cuenta y, lo acogió en su hogar una hermana que vivía en la Calle Brisas del Caris, muy cerca de la Casa New York. Venía listo para trabajar como obrero en la Mene Grande Oil Company. Ese día no le salió el reporte, hubo un error. Le cambiaron el nombre. La secretaria en la partida de nacimiento, colocó Tarciso o sea le suprimieron la última i, fue a Barcelona, arreglo los papeles, regresó y lo emplearon. Gozó de estabilidad laboral y después de 42 años y 16 días, se vieron obligado a jubilarlo. Hubo un tiempo, cuando cumplió 40 años en el trabajo, que lo pusieron a jugar banca para que renunciara. Nunca lo hizo y para que no hubiese causales de despido, no faltó un día a su trabajo, cumplía su horario y les ganó por resistencia. ¡Lo jubilaron! Don Chicho es de los convencidos de que si en el momento del reporte, en vez de quitarle la i, le quitan la mujer, pasa el hambre que juega garrote y quizás muere por desnutrición crónica porque no sabe ni hacer café. A confesión de parte relevo de pruebas, dicen los jurisconsultos.

Don Chicho al contraer nupcias con Mena, alquiló en el callejón Vargas, luego vivió 8 años en Campo Oficina, hasta que construyó su vivienda propia en la 8va. carrera sur y, en los 59 años de feliz matrimonio han procreado 10 hijos, para emparejar a su padres, dice de buena gana. Es más cuando cumplió los primeros 50 años de unión matrimonial, se volvió a casar con Mena. Los retoños Edrict, Ángel, Ellis, Tarcisio, Magdalis, Rommel, Evelin, Lissetti, Milagros y José Gregorio “Goyo”, lo llevaron de nuevo al altar. El padre Jesús Nogueiro, lo interrogó “La quiere y la recibe” y el contestó en alta e inteligible voz “padre y como hago si son 50 años por delante nada más”, todos celebraron con la jocosa salida de don Chicho y, luego disfrutaron una fiesta de gala en los amplios salones del Club de Campo Oficina. Nuestro personaje nunca ha tomado licor, ni fumado, menos se ha metido en la vida de los demás, lo que no niega es que echó bastantes canitas al aire, pero sexo sano. Nada de muchachos fuera del hogar y remata diciendo que “Sí las bebidas espirituosas fueran como las mujeres él estuviera soltero”. Abstemio por convicción. Con esa sentencia, no deja lugar a dudas.

Tarcisio Antonio Quijada Mata, que ya tiene algunos días viviendo la cuarta edad, con su proverbial buen humor exterioriza que quizás “no me he muerto porque debe ser que Díos, no necesita otro CDM allá, vivo encuartado y enchinchorrado, ya no puedo ni salir a la calle, los mareos me atacan y si salgo, me puedo dar un carajazo y como he cometido muchos errores en esta larga vida, ese puede ser el último, por eso mejor me quedo en casa”. Más vale prevenir que lamentar. Dios le dé larga vida.

Es indiscutible que don Chicho, a pesar de avanzada edad, es un orgullo de su nutrida familia. Lo idolatran, lo quieren, lo aprecian, lo aman porque fue un trabajador insigne, que hizo posible establecer una gran familia, levantar sus hijos, brindarles posibilidad de realizarse mediante el estudio y lo logró. Todos son profesionales en diferentes ramas del saber, han formado sus propias familias, le han dado infinidad de nietos, bisnietos y están atentos para que no le falte nada y en especial a todo lo relativo con la salud y la buena alimentación. En un hombre hecho y derecho por los cuatro costados. Trabajar por la familia es una forma sublime de trabajar por la patria. Cada quien al alcance de sus posibilidades. Don Chicho es un ejemplo a seguir.

Este humilde trabajador petrolero, ahora jubilado, es uno de los tantos héroes anónimos que con su esfuerzo, dedicación, trabajo y la numerosa familia que formó, ha contribuido, contribuye y seguirá contribuyendo con el crecimiento, desarrollo, progreso y expansión de nuestro querido pueblo y lo traemos a colación en estos humildes destellos, con la firme aspiración de que, cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores del pasado y presente de esta ciudad, que nació al calor de la industria petrolera, un 23 de febrero de 1933, lo puedan incluir en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!


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