viernes, diciembre 09, 2011

Personajes de mi pueblo: Aníbal Rafael Ladera

Adopte el ritmo de la naturaleza; su secreto es la paciencia
Ralph Waldo Emerson (1803 – 1882)
Ensayista y poeta estadounidense.


Paisano de Jaime Lusinchi, Aníbal Rafael Ladera, nació en Clarines, otrora cuna adeca, el 12 de marzo de 1943. Los padres Francisco Quereigua y Belén Mercedes Ladera, que tuvieron 24 hijos, escogieron como padrino de una de las hembras, al ex Presidente, que la bautizó. Empero, aún cuando todos eran amigos de infancia, el origen humilde, los obligó a emigrar muy chicos. Mientras a Jaime la familia lo llevó a Caracas, nuestro personaje, fue traído a El Tigre, por su hermana Clérida, que había contraído nupcias con Efraín Zaragoza y, fijaban residencia, en la novena carrera sur. En este pueblo, estudio los primeros 3 años, en la escuela Ezequiel Bruzual, ubicada en la cuarta carrera norte y, concluyó la primaria, en el nocturno, que dictaban en la escuela estado Trujillo. Viajó a Barcelona y lo matricularon, en el Liceo Cajigal. No avanzó de primer año, ya que, la necesidad, lo obligó regresar a El Tigre, buscar y ponerse a trabajar muy niño, apenas tenía 12 años, cuando se inició como ayudante de mecánica en un taller que funcionaba, muy cerca de antigua sede de la Inspectoría del Tránsito, en la avenida Francisco de Miranda. Empezaba a echarle ganas a la vida.

Con 3 años de experiencia, volvió a Barcelona, para trabajar en un taller mecánico. Cuando cumplió los 18 años, fue a cumplir el Servicio Militar Obligatorio. 2 años en el batallón de la Marina Antonio José de Sucre de Carúpano, de dónde egresó, con el grado de Cabo Segundo. Una vez de baja, regresó a Barcelona, conoció al Comisario Jefe de la Digepol, Francisco “Pancho” Quereguán (El padre del que fue jefe de la DISIP en El Tigre), quien le dio oportunidad de ingresar al cuerpo. 6 meses duró esa experiencia, ya que, el Dr. Rafael Caldera, al asumir la primera magistratura, reestructuró el cuerpo, le cambió el nombre. Nació la DISIP y quedó cesante. Regresó a El Tigre y reinició sus labores como mecánico, especializándose en la línea de vehículos Renault y Fiat. El que ha sido marinero cuando ve el mar suspira. Abrieron un curso en San Tomé, para enrolarse en la Guardia Nacional y Aníbal que había estado en la milicia, se inscribió, lo aprobó y fue asignado a la Comandancia General de la Guardia Nacional en San Juan de Los Morros. 8 años prestó servicio en la GN, el sueldo era muy bajo, solicitó la baja y regresó a El Tigre, para trabajar de nuevo la mecánica. Vocación y necesidad, no van de la mano.

Entre los talleres del pueblo que desaparecieron Aníbal, trabajó muchos años en el que funcionó, en la Bomba Zulia, ubicada, exactamente, dónde hoy, están instaladas las oficinas de la entidad bancaria FONDOCOMUN. Luego se independizó y fundó, por su cuenta, un taller mecánico, en la calle Principal de Las Delicias, para luego mudarlo, para los locales, del señor Oswaldo Betancourt (+) mejor situados, en la avenida Rotaria, al lado de la Estación de Servicio San Onofre. Esos inmuebles, los heredó la Prof. Elba de Betancourt, quien por muchos años, fue Secretaria Femenina del Partido del Pueblo y, ahora está, disfrutando de su jubilación. En la actualidad, la encargada de velar por esas propiedades, es su hija, Yajaira Betancourt, que labora en el SSO. Aníbal, por cierto, cotizó muy pocos meses al SSO y, por esa razón, no puede optar a la pensión (Aún cuando el Presidente la ofrece en sus largas chácharas) por ello, a pesar de su edad, los quebrantos de salud, que le produce el acido úrico, tiene que echar llaves, para ganarse la vida y sobrevivirle a la dura situación que vive el país, producto de la escasez y el alto costo de la vida. En todo caso, nunca falta un cliente, que salve el día. A nadie le falta Dios.

El que se rodea de buenos vecinos, no necesita familia. Ellos son la mejor familia. Aníbal tiene 3 hijos, tiene tiempo que no los ve. Empero ese vacío, lo llenan sus vecinos, entre los cuales destacan, el señor Asdrúbal Vargas e hijos. Ellos son propietarios de una Tasca, con bodega anexa, muy cerca del taller – Al lado de la muy visitada y concurrida venta de repuestos “La Catira” – En esos negocios, goza de muy buena acogida, le extienden una línea de crédito y, como también, posee excelentes destrezas en el arte culinario, cuando prepara el almuerzo en su taller, nunca deja por fuera a sus amigos. Asdrúbal y sus hijos, Julio y Chicho (La comida, por lo visto, es de calidad, deliciosa y sustanciosa, porque los 3 están gordos y esponjosos). Con mucho cariño, Aníbal, religiosamente, les aparta y lleva, sus suculentas raciones. Amor con amor se paga. Ellos son vecinos, se entienden y comprenden.

Aníbal Rafael Ladera, un hombre paciente, que vive al ritmo de la naturaleza, con su experiencia y habilidades como mecánico, es uno de esos héroes anónimos, de los que tanto abundan en la ciudad y, los cuales con su trabajo, contribuyeron y contribuyen, con el desarrollo integral de la ciudad. Es de los que sacan de un aprieto a muchos vecinos y viajeros. No posee un gran y sofisticado taller, pero trabaja la mecánica en general y matando sus tigritos, le resuelve una urgencia a más de un infartado, porque el automóvil no le funciona, sobre todo, los fines de semana. Los viajeros, que requieren de sus servicios, para poner a tono sus unidades y poder llegar a sus destinos, tienen en Aníbal, un aliado. Una tablita de salvación, pues

Ese trabajo secundario, útil e indispensable, no tiene desperdicio, por eso, consideramos interesante, traer a estos destellos, a un digno representante de esa dura actividad y mencionar, alguno de sus amigos, con la firme aspiración de que, cuando nuestros eximios cronistas, investigadores e historiadores, decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933, los incluyan en el disco duro de nuestra memoria histórica ¡Vale la pena!


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