sábado, mayo 12, 2012

Historias urbanas

"¡Y a pesar de mi fe, cada día evidenció que
detrás de la tumba ya no hay más que silencio!
"
Amado Nervo (1870 – 1919)
Poeta y escritor mexicano.

No creerá, pero las historias urbanas que les voy a narrar, son dignas de Ripley o quizás para los sketchs de Globovisión “Aunque usted no lo crea”. En la ciudad, hay un grupo de citadinos, que le meten el ojo a los velorios. Los califican, de acuerdo a la situación económica de los familiares del difunto, en buenos, regulares y excelentes (¿?). En ese sentido, aprovechan el acto velatorio, para desayunar, almorzar y cenar. Estos vivo e’ la pepa, ya saben que el contrato del acto velatorio con la funeraria, incluye aparte del cafecito, el con leche, el chocolate y uno que otro consomé, los tres golpes. Un muerto para ellos es la salvación. Los difuntos dan vida después de la vida.

En medio del dolor que embarga a los deudos, ellos se acercan, dan el pésame, ponen cara de circunstancia, afligidos y desconsolados. Hay otros que van más allá, echan unas lágrimas, sollozan, gimotean y muestran un sufrimiento superior al de los propios familiares. Hecho el ejercicio de hipocresía, se ubican estratégicamente, por donde ellos, con la practica rutinaria, están seguros pasarán los anfitriones, que prestan servicio en las capillas velatorias, ofreciendo los alimentos y demás suministros para degustarlos, salir como carrito e’ compañía y continuar con sus intensas labores etílicas. Las funerarias más frecuentadas, por su excelente ubicación, muy cerca de las licorerías, son las de la avenida Francisco de Miranda.

Hay casos, dónde algunos de los deudos, para mitigar el dolor, las penas y el sufrimiento, se echan los tragos. Ay, papá, que mamá chocó. Esos son los excelentes y si es con escoses mucho mejor. Es más, cuando anuncian el entierro para las 10 AM, hechos los tontos sugieren que lo hagan en la tarde o el otro día. “Hermano porque tanto apuro”, murmuran, para que los deudos los oigan, se apiaden, alarguen el acto velatorio y ellos poder disfrutar un día más. ¿Quiénes son? Digo el pecado, pero no los pecadores.

- O -

Como de todo hay en la viña del señor, hay otro grupo de citadinos, que acompañan a los deudos, amigos y relacionados del fallecido, hasta el momento del entierro y allí, in situ, observan el comportamiento de los consanguíneos más cercanos al difunto al momento de cerrar la urna, proceder a meterla en la fosa y la colocación de la lápida. Hay muchos que entran en trance y pretenden bajar al sepulcro con el muerto. “No, no, no te vayas…yo te acompaño” gritan en medio del llanto, el dolor y la angustia. Conductas muy normales en este tipo de actos terribles, sombríos y fúnebres. Antonio Aguilar en el corrido de Lucio Vásquez, dice “No es lo mismo ver morir como cuando a uno le toca” …de cerca adicionaríamos.

El caso es que estos ociosos profanos, pasan el domingo y hacen inspecciones oculares a las sepulturas. En las primeras semanas, observan que las lápidas con los nombres del difunto, están limpias de maleza, brillante la losa y hay ramos de flores, velas y velones. A los 3 meses, las visitas son más esporádicas y, con el paso del tiempo, lucen tapadas por la maleza, no se ve la losa con el epitafio, tampoco hay flores y nada que alumbre. Abandono total.

Estos comentaristas, echan el cuento, muertos de risa y recuerdan que “es verdad lo que dice la letra de la pieza musical del puertorriqueño, Tito Rojas alias “El gallo salsero”, “si con el tiempo no queda, ni la tumba ni la cruz”. ¿Una prueba? Observen lo que pasó en el cementerio del Casco Viejo, lo desalojaron, derrumbaron y eliminaron ¿Cuántos cadáveres se perdieron, desaparecieron y nunca aparecerán? ¿Hay gente ociosa e insensible que ve esos detalles? ¿No perdonan ni los muertos? Ni tanto. Ellos, aseguran, no sin cierta razón, que es la purísima verdad.  ¿Quiénes son? Digo el pecado, pero no los pecadores.

Para mayores detalles, comunicarse al 0800CHISMES. La información que le suministrarán es fidedigna. Llamé, oirá y se convencerá. Un dato más. En algunos entierros han visto familiares, que se quieren sepultar con el difunto y, a las pocas horas, están pidiendo audiencia con el gerente del banco, dónde el cristiano tenía sus cuentas, para saber cuanto dejó y como hacen para disponer del dinero. No hay un ápice de dudas. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Los tipos se las traen. No pierden detalles.



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